Que las instituciones europeas parecen complicadas e inaccesibles para el ciudadano europeo no es nada nuevo. Es por eso, pese a que en cada estado miembro la democracia es el requisito y la forma de gobierno establecida, no lo es tanto en las instituciones europeas. Las instituciones democráticas de cada estado miembro no se extienden sin interrupciones hasta las instituciones europeas como algunos podríamos creer. Y si así fuera, ¿qué electorado elige al Presidente de la Comisión, entonces? Con la Unión Europea como un gran grupo de países que está cerca de ser un superestado y que a efectos prácticos no lo es aún, es muy complicado, por no decir imposible, que funcione de forma democrática y eficiente.
Se supone que los intereses nacionales de cada estado miembro son defendidos por sus respectivos representantes en las instituciones europeas pero hasta los países más grandes están encontrando dificultades en hacer esto, ya no digamos los países periféricos o ultraperiféricos como Canarias. El entramado de instituciones y la subrepresentación del electorado europeo es evidente. Es por esto que el poder de tomar decisiones y la capacidad de influencia están muy limitados dentro de la UE.
Si nos paramos a observar, en Europa tenemos el presidente de la Comisión, el presidente del Consejo, el presidente del Consejo de Ministros y el presidente del Parlamento Europeo, y por si esto no fuera poco ahora quieren crear la figura del superministro de Economía. Con tantas instituciones y tantas presidencias, podríamos bromear diciendo que para resolver un problema en la UE debes llamar al menos a cinco diferentes números de teléfono y encima ponerte de acuerdo con todos. Al final, se sabe que muchas decisiones son tomadas en reuniones bilaterales entre presidentes europeos. Y el resultado es que Francia y Alemania, los motores de la economía del bloque, son los que acaban gobernando detrás de este entramado de superestructuras institucionales. Y mi pregunta es: ¿Representan estos países los intereses del resto de ciudadanos europeos?
El parlamento europeo se supone que es la más democrática y única institución elegida directamente por los ciudadanos europeos, pero ni siquiera funciona como un parlamento nacional. Además, sus decisiones no son vinculantes ya que solo puede proponer o presentar enmiendas. La distancia entre éste y el electorado es inmensa a través de toda la UE y esto se refleja en la bajísima participación del electorado con solo un 40%. En la práctica, el electorado de los países miembros no tiene poder de control sobre sus gobernantes. Sin embargo, la función del parlamento se ve obstruida totalmente por una Comisión europea fuerte y poderosa que no es elegida por el electorado. El centro de pensamiento Pro-EU definió a este órgano como “un órgano político que emprende leyes y negocia compromisos entre estados miembros, evaluando el funcionamiento de las economías de los países miembros y actuando casi como una autoridad judicial que controla los mercados y hace cumplir leyes”.
En pocas palabras, con un parlamento débil y subrepresentado, una comisión y consejo de ministros fuerte, cerrado y casi fuera del control del parlamento, con un poder regulatorio tremendo. A esto sumemos la débil competencia y oposición política de los grupos políticos europeos. ¿Qué es lo que obtenemos? Pues un déficit democrático en toda regla, y hoy sabemos que allá donde no haya una fuerte democracia, habrá otra cosa, pero esa cosa no será capaz de traer resultados económicos, sociales y políticos de calidad.
Yendo a la raíz, y por si lo anterior no fuera poco, según algunos académicos la falta de democracia se debe no sólo al carácter de sus instituciones sino en la ausencia de una comunidad. Sin comunidad no hay voluntad y sin voluntad no hay democracia. Y no es de extrañar que digan que existe una crisis de identidad en Europa ya que Europa como pueblo o comunidad nunca ha existido. ¿Cuándo hubo un pueblo o nación llamada Europa? ¿Qué lengua hablaban, que gobierno tenía, qué costumbres, qué identidad? No nos engañemos, Europa siempre ha sido una amalgama de pueblos y culturas, un continente muy heterogéneo en todos los niveles. Históricamente siempre han competido entre ellos y es ahí, en mi opinión, cuando se han escrito los capítulos más dorados. Haciendo un poco de analogía comparemos el esplendor de la antigua Europa de ciudades-estado con la oscuridad de la Europa imperial. Los romanos, Carlomagno, Napoleón, Hitler…todos ellos fracasaron sacrificando a millones de europeos en el intento someterlos a todos bajo un mismo gobierno. ¿La UE, actuando como ese gran gobernador, va camino de lo mismo? ¿O serán formas de gobierno más autónomas, autocentradas y creando sinergias entre sí las que la acaben salvando a la UE? Sea lo que sea el colapso es lo que acecha hoy a la UE. Y esto se debe a que existe un “proto-estado” pero no existe la “proto-comunidad” que le de cohesión y sentido. Tenemos que convencernos de que se pueden crear múltiples y diversas formas de convivencia y cooperación sin necesidad de morir en la efímera intención de crear un “megaestado” con instituciones ineficientes. No hay necesidad de añadirle esquinas a la rueda que ya de por sí funciona perfectamente.
Es por todo esto que hoy más que nunca conviene reflexionar sobre nuestra relación con la Unión Europea. Ya no estamos en los años ochenta cuando todo estaba por ver y solo podíamos hacer conjeturas y predicciones. En aquellos años pudieron desestimar nuestras propuestas por ser “egoístas”, “infundadas” o “poco viables” pero hoy no, porque hoy tenemos más de 25 años de plena integración en la UE y podemos hacer un análisis y una reflexión con los datos en la mano. Hoy podemos formular propuestas basándonos en nuestra propia experiencia dentro de la Unión. Como dijo Fernando Clavijo: hay que “reinventarse y posicionarse” pero yo insisto en añadir que no solo desde la UE sino desde Canarias también. El cambio debe implicar las dos partes y hacerse desde las dos partes.
Existe la creencia de que los grandes bloques aseguran la estabilidad y la prosperidad pero estamos viendo que no es realmente así. Tenemos a EEUU, China y la UE como ejemplos de grandes bloques donde existen unas desigualdades económicas y sociales tremendas. Sin embargo, en formas de gobierno y asociación más descentralizadas y autocentradas se están dando mejores equilibrios sociales y económicos. El caso europeo es, a mi juicio, el ejemplo de lo que no se debe hacer, evolucionado desde una libre asociación de comercio entre países (lo que es hoy la EFTA: European Free Trade Association), que podía haber traído mejores resultados socioeconómicos de forma más sostenible y sin comprometer la soberanía de sus miembros, hasta convertirse en una compleja y pesada maquinaria institucional, derrochando dinero y aplicando políticas costosas con un déficit democrático innegable.
El mundo está cambiando, muy rápido, y nosotros tenemos que cambiar con él. El mundo ya no son dos polos como hace décadas sino que están surgiendo muchos y diversos actores que toman parte en el escenario mundial. Más que hacia una centralización estamos asistiendo a una gran descentralización global, que a mi juicio, es lo que mejor puede equilibrar las cosas en un mundo tan rico y diverso.
Sabiendo que tenemos que reinventarnos y posicionarnos, tenemos que hacerlo partiendo del mejor marco político y económico posible para las islas. Este nuevo marco tiene que tener como esencia la recuperación de libertades perdidas y la eliminación de barreras. Un nuevo estatus que nos permita abrir la puerta del desarrollo en Canarias y darnos a nosotros la oportunidad de dejar de estar “a la cola en todo”. Un plan ambicioso y sin complejos. No se trata de dar la espalda a Europa, se trata de estar con Europa pero no como un anexo o prolongación de ella sino como un sujeto activo desde donde se crean iniciativas y se toman decisiones.
Me gusta tomar como referencia, o al menos inspirarme, en la European Free Trade Association que lleva funcionando desde 1960 y aunque su papel ha sido nublado por el protagonismo de la UE, llegó a presentarse como casi una alternativa de éxito a la Comunidad Económica Europea de los 60 y 70 y que, a mi juicio, tiene una serie de principios que nunca debieron abandonarse como, por ejemplo, la independencia de cada miembro de establecer sus propias tarifas aduaneras exteriores frente a terceros y su moneda propia. Esta asociación (Islandia, Noruega, Suiza y Liechtenstein) tiene hoy un acuerdo con la UE para acceder libremente a su mercado y además tiene 25 tratados con más de 30 países de libre comercio.
Tenemos que plantear propuestas y soluciones y, en mi opinión, estoy convencido de que la mejora de nuestro estatus político debe pasar por las siguientes medidas. Desarrollarlas e implementarlas es asunto de los expertos en la materia pero, al menos y grosso modo, estas son las ideas que deben tomarse como elementos vertebradores hacia un nuevo estatus:
-Acceso libre al mercado único con libre movimiento de mercancías, servicios y capitales pero sin incluir la libre circulación de personas, o al menos, de forma parcial y sujeto siempre a la legislación canaria en vigor en materia migratoria.
-Eliminar restricciones en el comercio con terceros países permitiendo la entrada de productos de terceros países sin aplicación o exentos de la Tarifa Exterior Común. Dicho de otra forma, exención de aplicación de la TEC en el archipiélago.
– La eliminación de los cupos máximos sobre productos sensibles de importación y el derecho de reexportación a otros países también debe reconsiderarse.
-Derechos reguladores y de establecimiento de tarifas a la importación en Canarias sobre productos de origen europeo para la defensa de productos agrícolas e industriales locales. En otras palabras, permitirnos ciertas medidas proteccionistas con respecto a los productores europeos para ayudar a nuestros productores locales.
-No aplicación de regulación comunitaria sobre los productos de origen o manufacturados en Canarias salvo los que tengan como destino el Mercado Único. Esto mejoraría la competitividad de nuestras empresas locales haciéndonos más flexibles, dependiendo del mercado al que queramos exportar y eliminando costes extras que solo las grandes empresas pueden soportar.
-Competencias para que Canarias pueda negociar sus propios acuerdos y tratados comerciales con terceros países sin interferencias ajenas. Esto nos permitiría abrirnos al mundo y establecer acuerdos con los mercados que más nos favorezcan.
-Estar exentos de la obligación de aplicar las directivas europeas en materia social y laboral y medioambiental, o al menos parcialmente, por lo tanto no estando sujetos a las resoluciones del Tribunal Supremo de Justicia Europeo. Esto nos daría ventajas para adaptar nuestro marco laboral a la productividad de nuestra economía.
Algunas voces en Canarias han considerado fórmulas políticas ya existentes y que se han visto que han dado ciertos resultados. Como el defendido por el Grupo de Opinión Canarias Nación, donde se propone un cambio de estatus desde Región Ultraperiférica (RUP) hacia País o Territorio de Ultramar (MPTU), que se ofrece como una alternativa muy interesante y nos podría traer mayores ventajas, contemplando dentro de este marco político los diferentes los puntos citados anteriormente.
Una vez más, nos gusta hablar de cambio pero nos resistimos a él.
Referencias bibliográficas:
-The trouble with Europe. Roger Bootle.
-Canarias y Europa. Hay otra manera. Grupo de Opinión Canarias Nación.
-Clean Brexit. Liam Halligan and Gerard Lyons.
-Nuestra economía. Realidad y Soluciones. José Luis Concepción.
-Inmigración en Canarias. Contexto, tendencias y retos. Fundación Pedro García Cabrera.
-Plan for expanding NAFTA into a European Union style common market.
Obstacles and Outlook. Jennifer E. Harman.
-https://www.europapress.es/islas-canarias/noticia-presidente-canarias-defiende-union-europea-debe-posicionarse-reinventarse-20171028113504.html
-www.datosmacro.com
-https://www.elconfidencial.com/mundo/2016-02-16/los-gastos-mas-extravagantes-de-la-union-europea_1151469/
-https://www.gobiernodecanarias.org/istac/