Publicado originalmente el 14 de septiembre de 2015
Pronto se cumplirán los primeros cien días desde que se constituyeran las nuevas instituciones tras las elecciones del 24M. Por supuesto es prematuro todavía tratar de extraer conclusiones demasiado profundas sobre su labor, pero ya empiezan a notarse cambios cualitativos y de actitud que dejan claro el viraje con respecto a legislaturas anteriores. Si nos centramos hoy en la isla de Gran Canaria, veremos que el giro es notorio en el Cabildo, pero también en varios ayuntamientos. Ahí está el vuelco en el ayuntamiento de Telde. O en el de Las Palmas. Este último concretamente está marcando diferencias claras con consistorios anteriores en un asunto especialmente relevante y peliagudo: el de la memoria histórica.
Es muy loable y esperanzador que el consistorio por fin se ponga manos a la obra, que lo haga prácticamente a toque de pito, y sobre todo que lo haga de manera participativa, reuniéndose desde el principio con las diversas asociaciones e implicándolas en la labor de recuperación. Es verdad que no han faltado problemas iniciales, que espero se puedan resolver, pero resulta innegable que el cambio de actitud ha sido radical. Ya era hora y bienvenido sea.
Precisamente por eso resulta crucial emplear esta nueva etapa de apertura y recuperación para, de una vez por todas, enfrentar (y recuperar) nuestra memoria histórica de forma integral y coherente, en su totalidad. Por el momento el ayuntamiento sólo está abordando una parte de la memoria.
Por memoria histórica entendemos el relato histórico sobre el que descansa la existencia de una comunidad, un pueblo, un país, una nación. En Canarias ese relato histórico todavía pasa de puntillas sobre nuestro pasado indígena, cuando no lo manipula, ignora u oculta directamente. Un acontecimiento de primer orden en la historia occidental como fue la conquista y colonización de Canarias, la primera de la historia y modelo para las posteriores, sigue sin estar incorporado al relato de lo que somos, aun siendo determinante para los canarios como comunidad humana aún hoy. Lo indígena continúa siendo reducto de especialistas (¡benditos especialistas!) y su presencia social no excede cuatro símbolos y algún topicazo. Permanece ausente de las escuelas.
Nuestra memoria histórica por recuperar supera en el tiempo a la española, se remonta mucho más atrás. Igual que es necesario y de justicia recuperar y dignificar la memoria de lo ocurrido en la dictadura franquista, es vital entablar diálogo y debate en sociedad sobre aquella otra parte de nuestra historia, la que nos da origen y todavía hoy determina en buena medida quiénes somos. Es hora ya de superar relatos maniqueos y estereotipados. Es hora ya de dotar de contenido, recuperar y dignificar también la historia de nuestros ancestros.
Por supuesto que esta tarea excede con mucho las atribuciones y capacidades de un ayuntamiento. Pero este ayuntamiento sí puede y debe ayudar a generar ese debate tan necesario, sí puede contribuir a dignificar nuestra memoria histórica. Si en palabras del concejal de participación ciudadana, Sergio Millares, “las calles deben ser nombres de personas ejemplares”, es de justicia que se retiren no sólo nombres del franquismo, sino también nombres asociados a las matanzas, violencia y esclavitud sufridas en estas Islas.
Personajes como Pedro de Vera, Juan Rejón, Pedro de Algaba o Alonso Jaime de Sotomayor están indisolublemente ligados a nuestra historia, ocupan un lugar relevante en ella. Han de estar presentes en museos, obras divulgativas, libros de texto… Resulta grosero e injustificable, sin embargo, que quienes perpetraron fechorías contrarias a toda consideración de humanidad (también según parámetros del siglo XV) gocen aun hoy, en pleno siglo XXI, del honor y prestigio de dar nombre a calles y plazas.