El otro día el presidente del Ejecutivo Canario, Fernando Clavijo, tomó el puesto y la palabra en la presidencia de las RUP para decir que la “Unión Europea debe posicionarse y reinventarse” y que la crisis económica “ha condicionado claramente nuestra visión de las cosas”. Sin duda, parece que el presidente canario invita a reflexionar sobre lo hasta ahora construido y reformar las estructuras que hayan caducado. Cuánta razón tiene nuestro presidente pero qué poca voluntad, si no falta de ideas, parece tener.
Hace más de sesenta años el histórico primer ministro británico, Winston Churchill, ya decía: “Nosotros estamos con Europa pero no somos de ella. Estamos conectados pero no atados. Estamos interesados y asociados pero no absorbidos.” y parecía así estar vaticinando lo que iba a ocurrir en un futuro con aquellas regiones o países que se disolvieran en ella.
En Canarias tampoco nos faltaron vaticinios sobre lo que podría ocurrir: “Sí al mercado común; no a la unión aduanera”, “la industria canaria ante una <
En definitiva, en aquella época Canarias aceptaba una integración política pero no total sino parcial. Sin incluir la aplicación de las políticas agrarias y pesqueras europeas y sobre todo la no aceptación de la Tarifa Exterior Común que se presentaba como una amenaza a las libertades necesarias sobre las que se sostenía nuestro tradicional comercio con el resto del mundo. Amplios sectores de nuestra sociedad se posicionaron claramente proponiendo alternativas y condiciones que tuvieran en cuenta nuestra naturaleza. Desde la universidad, federaciones de empresarios y cámaras de comercio hasta sindicatos y asociaciones de agricultores y ganaderos. Pero no se nos escuchó y finalmente acabaron encorsetándonos un modelo que hoy muestra dudosos resultados.
Desde el año 1990 (año de referencia por ser el año de la plena integración) hemos visto cómo el sector primario y secundario, especialmente la agricultura local, la pesca y sectores industriales, han disminuido paulatinamente sus producciones ante la fuerte competencia de productos europeos importados y subvencionados, el exceso de regulación y las barreras comerciales impuestas por las políticas comunitarias. Es cierto que todos los países desarrollados han experimentado una terciarización de sus economías a nivel global y Canarias también, pero dentro de este contexto tenemos que saber ver y analizar.
Por ejemplo, en el sector primario hemos visto cómo la superficie cultivada total en las islas ha descendido un 20% aproximadamente. Un cultivo tradicional y de importancia como la papa, debido a su alta presencia en la dieta isleña, ha descendido su producción en más de un 30% por culpa de la fuerte competencia exterior, que en vez de ser contrarrestada con medidas arancelarias ha sido todo lo contrario: perjudicada a través de las ayudas del REA. Aunque si tenemos que hablar de un producto estrella perjudicado este sería sin lugar a dudas el tomate. En el año 1983 se produjeron 165.000 toneladas para exportación empleando más de 25.000 personas. En los últimos quince años hemos perdido más de 50 empresas del sector, no superando las 60.000 toneladas y perdiendo 15.000 puestos de trabajo directos e indirectos.
La fuerte presión que han hecho las grandes superficies importando productos agrarios fuertemente subvencionados, algunas veces incluso a precio de coste por ser excedente en los países de producción, también ha ido desbancando al producto local canario aunque parece que hoy hay una mayor conciencia de la necesidad de promocionar nuestros productos y hemos visto algunos primeros acuerdos de colaboración de algunas cadenas de supermercados importantes. No obstante, Canarias sigue importando más del 90% de los alimentos que demanda su mercado y sufriendo la desleal y feroz competencia de productos europeos.
La industria canaria en lo único que se ha beneficiado en parte ha sido en el subsector de la construcción, debido a la inversión en infraestructuras de los Fondos Estructurales Europeos y al crecimiento continuo del sector turístico, pero no podemos decir lo mismo de sectores clave como el tabaquero y conservero. Ya no queda nada de la importante industria conservera canaria de los años 80. Después del desarme de la flota pesquera canaria, la integración plena europea con la aplicación de sus políticas pesqueras comunitarias y sus acuerdos con Marruecos, donde Canarias como sujeto político no ha podido negociar ningún acuerdo con Marruecos al permitir que la UE y España negocie por ella sus propios intereses, hemos perdido una importante fuente de ingresos y numerosos empleos. La pesca en Canarias representaba el 1,5% del PIB en 1990 y hoy representa menos del 0,5. Se capturaban en 1991 en Canarias más de 130.000 toneladas de pescado fresco, sin embargo en los últimos cinco años no se pasan de 15.000. Los acuerdos pesqueros de la UE con Marruecos y la discriminación de los pescadores canarios en el siempre reparto injusto y discriminatorio de cuotas ridículas frente a pescadores españoles y europeos, solo han hecho dañar nuestra industria.
Si ya la globalización es un reto para la industria tabaquera isleña, la plena integración en las políticas de la UE fue aún peor. El ajuste del sistema económico fiscal canario a las exigencias europeas no es fácil y es una tira y afloja constante. La UE se ha ganado la fama de ser una experta en crear barreras burocráticas y exceso de regulación, y con la la nueva directiva comunitaria de 2014 solo ha añadido más trabas regulatorias a la trazabilidad, comercialización y distribución de nuestro tabaco. ¿Los resultados? En el año 1991 teníamos más de 2.000 personas empleadas en el sector tabaquero y hoy no pasan de 600. También vendíamos un tercio del mercado total norteamericano en cigarros puros y el 40% del mercado español llegando a exportar 228 millones de cajetillas de cigarros mientras hoy, 2016, no pasamos de 24 millones. Está claro que nuestra industria ha experimentado un claro retroceso.
El sector comercial es otro que también ha salido claramente perjudicado. La Unión Aduanera se creó con la idea de impulsar el comercio y así la prosperidad entre los países del bloque pero finalmente solo ha favorecido el comercio dentro de la Unión, entre países miembros, debilitando el comercio con países del exterior. Tengamos en cuenta que Europa no es un área de libre comercio sino, además de una pretendida unión monetaria y política, es una Unión Aduanera donde se ponen barreras comerciales a países externos (Tarifa Exterior Común). ¿Cuánto estamos perdiendo en Canarias por poner límites al comercio con terceros países? ¿Los beneficios del comercio interno europeo están compensando los posibles beneficios que lográramos si nos abriéramos al comercio internacional? Olvidamos que estamos en un mundo globalizado y en el caso de Canarias es obvio que cerrarnos al exterior imponiendo tarifas comunitarias no es buena idea. En Canarias se están creando unas relaciones comerciales desproporcionadas donde dependemos de España y Europa (el 78% de las importaciones de Canarias vienen exclusivamente de España) cuando hace décadas atrás nuestras fuentes de importación estaban mucho más diversificadas presentando un mejor equilibrio. Esto es cerrarnos al mundo y privarnos de sus beneficios. Recordemos que Canarias tiene una de las cestas de la compra más caras de España y no es por casualidad que esto sea así. El comercio es de estratégico interés en la economía canaria ya que el libre comercio, severamente restringido por las políticas de la Unión Aduanera y bajo el actual REF, es la base necesaria para el desarrollo económico de las islas. La UE pone tarifas comunes a importaciones de terceros países que tienen una media de un 5,5% aunque para algunos productos puede llegar a ser hasta del 50% como ocurre con los lácteos lo que puede suponer una gran barrera. Tenemos un ejemplo reciente con el Reino Unido que viendo claro el amplio margen de mejora de sus relaciones comerciales internacionales, lastrado por la política comunitaria exterior, se decidió a salir de la UE, pues eran más las desventajas que las ventajas.
También cabe destacar el establecimiento de grandes superficies que desbancan al pequeño y mediano comercio local formando un oligopolio que encarece los precios de productos básicos y haciendo competencia desleal a nuestros productos locales. Los industriales canarios, que en su momento nos advertían de las amenazas, presagiaban lo que ocurriría con una integración total. Hoy lo vemos con nuestros propios ojos.
Pero no solo en Canarias sino a nivel global, los datos nos muestran que el proyecto europeo ha estado muy por debajo de las expectativas. Todos esperaban mucho más de este gran proyecto pero si bien no ha sido un fracaso total, al menos de momento, es cierto que sí ha sido decepcionante.
En la segunda parte de este artículo continuaremos.