A su encuentro se llega a través de caminos de caminos, de carreteras secundarias y mal comunicadas. Si viven en la ciudad o periferia, vinieron casi obligados, empujados por la necesidad. Te sientas delante de estas personas. Por una vez están contando las historias que nadie les preguntó, las que aburren a familiares y a los más jóvenes. «Historias de viejos», «cuentos de la abuela», «batallitas sin contrastar». Sin embargo, hablamos de un pozo de sabiduría indispensable, rico y sobre todo, inaplazable. Los saberes de la oralidad, cuando se recogen, suponen un testimonio muy interesante a la hora de conocer modos de vida, pervivencia de costumbres, profesiones o prácticas, y son rescatados de un olvido que muere con la vida de ese ser humano.
«Nadie quiere escuchar estas historias», dicen los más tímidos. «Te voy a contar una historia que vale dinero», comentan los más echados pa’ alante. En todos los casos, cuentos largos, un mundo que se apaga y un documento histórico a veces repudiado por historiadores de salón. Pese a no ser, en muchos casos, personas con estudios, su capacidad oratoria, su dominio de la palabra y de la escena narrativa, son envidiables. Sentarse delante de nuestros mayores, en todos los casos, es aprender. Y el primer paso para conocer los pasos que dejamos es entender cómo se dieron. A la historia oral, a los testimonios hablados, han recurrido autores de la talla de Gabriel García Márquez, adornados por el talento del colombiano.
En Canarias, la historia oral, los testimonios de nuestros mayores, adquieren una importancia vital. Por un lado, para conocer pervivencias de modos de vida antiguos, que proceden de antes de la Conquista en muchas ocasiones. Los documentos escritos de esa época están escritos por los vencedores en la Guerra de Conquista y eso es un sesgo que ningún historiador, por muy parcial que sea, debe pasar por alto. Por otro lado, porque la oralidad tuvo una importancia vital en nuestro pasado reciente. En esas excursiones, podrás descubrir la historia de buena parte de los apellidos que se encuentran en la isla y te sacarán «las partidas de nacimiento» a ti mismo. Yo llegué a enterarme de historias familiares contadas por entrevistados. Al final pasas a ser protagonista de la conversación porque el interlocutor quiere tener certeza de quién está dialogando con él. La confianza es un tanto a favor del entrevistador si se genera, aunque a veces puede crear más desconfianza, sobre todo si la relación fue muy estrecha con tus familiares, con lo que el riesgo de vivencias que puedan comprometer tu papel de simple receptor de información, se multiplican.
Sin embargo, no estamos sobrados de trabajos de este tipo en distintos ámbitos. El historiador Rumén Sosa ha pateado los territorios más profundos de Gran Canaria para desarrollar un proyecto histórico y etnográfico basado exclusivamente en fuentes orales. El trabajo está en preparación, a falta de ampliarlo con más entrevistas y de su ejecución misma. En Lanzarote, Tomás J. López narró parte de la evolución histórica de la sociedad lanzaroteña en el programa «Gaveta de Memoria» de Lancelot Televisión. En la otra punta del Archipiélago, en La Palma, Estrella Monterrey realizó el documental «Cabreras: Mundos rurales habitados por mujeres», una delicia audiovisual que recoge el testimonio de tres cabreras de distintas edades, Juana Pérez Hernández, Carmen Gloria Morera Triana y Saray Domínguez Pérez.
La mayor de las entrevistadas es Juana Pérez, una cabrera de Fuencaliente, al sur de la isla. Juana, cuya historia recogió Estrella Monterrey también para Tamaimos, destaca que «yo a las cabritas sí las quiero». «A los cabritos los mataba yo. Era chica, pero valiente con el cuchillo», relata. Sobre su relación amorosa, señala: «mi marido me dijo, antes de casarme, que si lo quería lo tenía que besar. Yo lo rocé con la mejilla y ya está». Durante el documental, Juana va contando historias de vida, de naturaleza, de machismo y de sinsabores. Un conocimiento ingente que se apagó hace unos días. «En el mundo no creo. Creo que cuando uno se muere ya está», cuenta en el documental. Sin embargo, permanece la palabra recogida en la pieza audiovisual. Descanse en paz, Juana.