Publicado originalmente el 24 de mayo de 2015
Dice Facundo Fierro que el proyecto artístico de Agustín Ibarrola abrirá una ventana al mundo en Garafía. Uno, la verdad, no sabe cómo agradecer tanta generosidad desinteresada, qué fortuna la nuestra que vienen artistas de fuera a enseñarnos el fuego. Y a librarnos de nuestro sempiterno aislamiento. Mira tú, Canarias ya era mítica para los antiguos griegos cuando de la cornisa cantábrica no se tenía apenas noticia; después los antiguos canarios comerciaron con genoveses y mallorquines; Canarias terminó en el centro de las rutas comerciales intercontinentales, durante siglos hemos tenido contacto habitual con pueblos de todo el mundo. Pero no, Ibarrola nos viene de los caseríos de Euskadi a mostrarnos lo que es el mundo y abrirnos una ventana a él. Por lo visto los postigos de las ventanas garafianas estaban fechados, ya ven. Y uno con estos pelos.
Lo que pasa es que cuando la generosidad es tanta, cuando el emperramiento en ilustrarnos empieza a ser cochino, más que de generosidad empezamos a hablar de otra cosa. Porque lo normal es que si un proyecto artístico no recibe de inicio el apoyo de la sociedad en que va a desarrollarse, los artistas traten de explicarse mejor o se retiren. Pero Ibarrola y Fierro, no. Ellos echan por la vía de en medio: quienes se oponen a su obra artística lo hacen por ignorancia y desconocimiento. Es más, desde las alturas del Olimpo que habitan los dioses del arte, Ibarrola fulmina a los simples mortales que osan criticar su proyecto: «no se cómo unos artistas se atreven a hablar de gente como nosotros, que tenemos muchos años de trayectoria histórica, con muchos años de responsabilidad profesional, auténticos aficionados como si perteneciésemos a su categoría».
La categoría a la que se refiere Ibarrola la conocemos de sobra en este país. De godos soberbios (disculpen el pleonasmo) sabemos un rato. Son aquellos señores rebosantes de trascendencia que vienen a Canarias no a proponer, no a exponer y convencer, sino directamente a hacer y desarrollar por su cuenta, sin encomendarse a nadie, y que se soliviantan cuando la gente de este país resulta tener opinión y criterio propio. ¡Habráse visto! Los canarios pretenden tener voz y voto en lo que hacemos en su casa, «como si perteneciésemos a su categoría».
Dicen Fierro e Ibarrola que otros proyectos artísticos hoy consagrados tampoco gozaron del favor de la gente en sus inicios, y ponen de ejemplo el Museo Thyssen. Así de descentrados están nuestros artistas.Tan desubicados están que ni se les pasa por la cabeza lo que tantos canarios tenemos en mente cuando los oímos hablar: el proyecto megalómano de Chillida en Tindaya. Y es que los parecidos entre aquella barbarie y el proyecto Ibarrola son más que razonables.
Primero, ambos proyectos surgen de una especie de magnetismo irresistible, metafísico, que ejerce el medio natural canario en esos artistas (vascos) de otra galaxia, aunque después el proyecto lo venden con argumentos mucho más, digamos, terrenales: La Palma y Fuerteventura quedarían por fin abiertas al mundo (no como ahora, ¡qué va!), entrarían en el circuito de grandes museos internacionales (¡garantizado!), lo cual es económicamente atractivo por la cantidad de turistas que atraería. El arte es por tanto primordialmente para el turismo, o sea para el negocio. Ahora nos vamos entendiendo.
Segundo, en los dos casos nuestros artistas galácticos pretenden llevar a cabo su obra desconociéndolo todo del lugar que la albergaría, y aun así se sorprenden cuando la gente se opone. La actitud que mantuvo Chillida fue (es) verdaderamente ofensiva, totalmente indiferente al lugar que ocupa Tindaya en el imaginario de los majoreros. En el caso de Ibarrola, no es difícil imaginar que en una Canarias traumatizada por la explotación turística desaforada, los palmeros (gomeros, herreños…) verán con mucho escepticismo toda actuación planeada en zonas sensibles de la isla, una de las menos afectadas por el turismo de masas. Máxime si lo que se pretende es precisamente atraer visitantes a esas zonas no explotadas. Todo el mundo sabe que las luchas ciudadanas más recientes en Canarias han estado relacionadas con la conservación del medio. Pues no. Ibarrola reacciona igual que lo hizo Chillida, denigrando a quienes rechazan la imposición arbitraria de ciertos artistas y la falta de respeto hacia esta sociedad. Canarias tiene que amoldarse a ellos, y no ellos a Canarias.
Estimados Fierro e Ibarrola: no sé muy bien con quién se creen ustedes que están tratando. De modo que tratan de colocar un proyecto y cuando la gente del país no lo ve, en vez de redoblar su esfuerzo y tratar de convencer ¿resulta que el problema es que somos unos cerrados y unos aficionados? Acabáramos. Si se creían que en Canarias iban a campar ustedes a sus anchas y encima les íbamos a agradecer las cuentas de vidrio que nos traen, se equivocaron. Mejor recojan esa soberbia de virreyes que no se habrían atrevido a sacar de paseo en otros países y mándense a mudar bien lejos, hasta que aprendan a mostrar respeto.