Miles de estudiantes llevan días en masiva movilización en Argelia desde que el Parlamento de dicho país decidiera rechazar la propuesta de financiar la enseñanza de la lengua bereber o amazigh. La mayor parte de las movilizaciones, organizadas por asociaciones civiles y corrientes políticas, se han llevado a cabo en la Cabilia, la principal región bérbero-hablante del país, bajo la pancarta de “No a la ley de finanzas, basta de marginalización de la tamazight”. Estas manifestaciones han venido acompañadas de una huelga general en los centros de enseñanza y el apoyo de otros sectores de la sociedad. En un manifiesto estudiantil se reivindica “una ley orgánica que impulse la tamazight como lengua nacional y oficial, como lo estipula la Constitución de 2016, y la obligación y la generalización de su enseñanza.” Algunos grupos ya están impulsando, incluso, el boicot a la lengua árabe en Cabilia.
Ante estas masivas movilizaciones el estado argelino ya ha reaccionado con un despliegue policial masivo que en algunas ciudades ha intervenido con dureza. No obstante, estas sensibilidades por la identidad propia contrastan con otras regiones del país esencialmente arabo-parlantes que se han movilizado por el reciente reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Este hecho ha provocado cuantiosas críticas de los bereberes ya que consideran que son incapaces de apoyar una discriminación a una minoría de su propio país. Tampoco han faltado las críticas al sistema educativo argelino al que acusan de formar “creyentes musulmanes” en vez de “ciudadanos de su país”. Como afirma Nacer Ait Ouali, la construcción masiva de mezquitas, la financiación de asociaciones religiosas y la inversión de medios de comunicación islamistas, amplían la influencia religiosa en el país. El resultado en el ámbito educativo es una introducción marginal de la lengua bereber en la escuela que provoca que los propios hablantes de amazigh acaben acomplejados y profundamente arabizados. Esta negación de la igualdad de la lengua materna con la árabe provoca una desvalorización de su identidad.
Tras la independencia del país en 1962, Argelia impuso un nacionalismo arabo-musulmán que excluyó y reprimió a la lengua y cultura bereber siempre sospechosa de “amenazar la unidad nacional”. Le siguieron décadas de persecución que empezó a ser respondida tras la Primavera Bereber (Tafsut n imazighen) de 1980. Las movilizaciones han dado como resultado el reconocimiento de la lengua tamazight como lengua nacional desde 2002. En la reforma constitucional aprobada en 2016, Argelia reconoce a la lengua amazigh como lengua oficial del país.