
Como dice la canción de la A.F. Bejeque el emigrante viajaba cuando había sequía, hambre, penurias, guerras. En el destino llegaba el trabajo y la platita para mandar. Y el regreso, a veces. Hablamos de una realidad de principios del siglo XX. Antes, el tributo de sangre y la llegada de familias canarias a América. Desde el siglo XVI y hasta mediados del XX, el continente americano fue el Dorado al que llegaron canarios por goteo. En menor medida, hubo emigración a la costa africana, sobre todo a las antiguas colonias españolas. Con la entrada en la Unión Europea y la llegada del turismo, los canarios se fueron a Europa y a otros destinos. Comenzó la emigración para abrir horizontes, pero no ha dejado de existir la emigración forzosa, por razones económicas o por falta de oportunidades.
Como pueblo de emigrantes, conocemos poco la emigración que hemos tenido y que tenemos. De hecho el Gobierno de Canarias carece de datos estadísticos al respecto sobre la situación de los canarios en el exterior, si se fueron voluntariamente o si quieren volver. Lo dijo en sede parlamentaria José Miguel Barragán, consejero de Presidencia, Justicia e Igualdad. Canarias tiene un 41,0% de paro juvenil según la última EPA. Con este panorama, es fácil que salgan y si no hay incentivos es difícil que vuelvan. Como contraste el Gobierno vasco prevé el retorno de 200 jóvenes en su plan de retorno juvenil. El paro entre los más jóvenes allí es del 10,4%.
Del pasado tampoco conocemos gran cosa. Por ejemplo, adolecemos de conocimiento acerca de la comunidad canaria en América, que fundó ciudades como Montevideo o San Antonio de Texas, y que contribuyó al crecimiento de las naciones emergentes en el siglo XIX, como relatan Manuel de Paz y Manuel Hernández en «La esclavitud blanca». Asimismo, poco o nada se conoce de la historia de Leandro Perdomo, emigrante lanzaroteño. Perdomo emigró a Bélgica en 1957, donde trabajó en la mina. Fue el impulsor del periódico en español con más difusión en Europa, «Volcán», que llegó a tener una tirada de 10.000 ejemplares, siempre con una perspectiva muy crítica.
El saldo migratorio canario ha variado en las últimas décadas. Desde que en 1994 llegara la primera patera a las costas canarias, el Archipiélago se convirtió en receptor de personas migrantes, aunque nunca dejamos de salir. En 2016 el saldo fue positivo, concretamente 19.729 llegadas más que salidas, el más alto desde 2008. Influye la llegada sobre todo de italianos (7.208) y venezolanos (5.635), de un total de 37.128 nuevos arribos. Las personas que se marcharon fueron 18.691, un 12% nacidos en Canarias, más de 2.000 personas. En 2015 la tendencia había sido inversa. Los datos arrojan 4.345 más salidas que entradas. Por lo tanto estamos hablando de un fenómeno que se ha generalizado, sobre todo desde el inicio de la crisis económica, al menos en el saldo, pero que ha sido una constante en nuestra realidad.
El Premio Tamaimos, Pedro Hernández Guanir, afirma que «el canario cuando sale fuera se convierte en una persona emprendedora». Sin embargo cree que los canarios cuando están en el interior tienden al autocastigo y carecen de la autoestima suficiente. Iván Vega, vicepresidente de la Fundación Canaria Tamaimos, habla de la mochila de piedras que tenemos los canarios del interior: «los canarios tenemos una mochila de piedras que hace que todo nos cueste un mundo. Sin embargo, esa mochila se nos cae cuando nos vamos fuera». Lo dijo en la mesa redonda «El papel de la diáspora isleña en el desarrollo político, social, económico y cultural de Canarias» que abrió el Foro Bucio 2017. Por lo tanto, tanto uno como otro observan efectos positivos en la salida al exterior.
Pero, ¿y el regreso? De eso tratamos también en dicha mesa. El regreso al país de origen es el anhelo de una parte de los emigrantes. La otra parte, a la que se refirió en dicho foro Carlos Díaz Santamaría, Responsable del departamento de análisis de proyectos de la Sociedad de Promoción Económica de Gran Canaria (SPEGC), no tiene intención de volver porque vive con buenas condiciones en su país de acogida. Dentro del SPEGC están desarrollando el plan Talento Gran Canaria, que define como objetivo “crear una red de profesionales canarios que se encuentren trabajando, durante al menos 3 años fuera de Canarias, en empleos de alto valor añadido en sectores estratégicos para la isla. Dicha red servirá para identificar ideas y proyectos con oportunidad de desarrollo en Gran Canaria y propiciar encuentros profesionales con el objetivo de madurar dichos proyectos y compartir conocimiento”. Por lo tanto, es un plan de regreso a las islas. Algo que por cierto no está recogido entre las competencias de la Dirección General de Emigración del Gobierno de Canarias.
Por supuesto que el emigrante moderno no es aquel canario que viajaba ilegalmente a huir del hambre, como todavía llegan a Canarias personas de manera ilegal de varias partes del mundo. En ocasiones, en muchas ocasiones, se va en busca de una mejora laboral y salarial, de una estabilidad que en Canarias se le niega. Tampoco creo que lo más importante sea el regreso porque sí, estar fuera y aportar a tu sociedad de origen, también es una forma de aportar a las islas. Un ejemplo, con modestia, es Tamaimos, proyecto que tiene la mayoría de sus miembros fuera de Canarias y que su mirada sigue puesta en el Archipiélago. Eso sí, no escucharán a ninguno de ellos negar que les gustaría volver. Aunque sea un añoro lejano, en algunos casos, nunca se cierra la ventanita del regreso al país. En la mayoría de los casos son personas que estudiaron en Canarias y están desarrollando su talento fuera. ¿Se están creando las condiciones para que el talento que se luce más allá de nuestras fronteras regrese a Canarias? Más allá de las Casas de Canarias o asociaciones de canarios en los distintos lugares, ¿hay voluntad de mantenerlos conectados con el Archipiélago? O lo que quizá nos adelante cómo será nuestro futuro, ¿existe un plan para que el talento que se forja y desarrolla en Canarias se quede aquí?