Desterrar la política del deporte. Es una máxima repetida hasta la extenuación. Normalmente la proclaman voceros del discurso dominante, que no tienen reparos en abrir conexión cuando suena el himno de España tras la victoria de un deportista, y extenderlo hasta el aplauso final, por ejemplo. Critican, sin embargo, cuando el deporte, que es una actividad social en sí misma, aglutina ideas contrarias a las opiniones hegemónicas o a las instituciones que ellos defienden. Son los mismos que se indignan cuando una afición pita al Rey o cuando los tifos lanzan proclamas desafectas con el régimen.
Y para apartar la política del deporte prohibieron la bandera tricolor de las siete estrellas verdes del Estadio de Gran Canaria. El Departamento de Seguridad de la U.D. Las Palmas aseguró a Tamaimos.com que la orden partía de la Policía Nacional y que se prohibía por «independentista». El símbolo no estaba en la lista de los símbolos que incitan «a la violencia o al terrorismo o que incluyan mensajes de carácter racista, xenófobo o intolerante”, como reza la Ley del Deporte. En un segundo reportaje informamos que la intervención del Cabildo de Gran Canaria, dueño del recinto, y la presión de los aficionados, propició la vuelta del emblema a las gradas.
El club, sin embargo, tomó partido el pasado 1 de octubre. Ese día Las Palmas jugó contra el F.C. Barcelona, el mismo día que tuvo lugar el referéndum catalán. La camiseta amarilla lució una bandera de España porque, como indica el comunicado del club, prefirieron «tomar partido» a ser «testigo mudo». Una provocación innecesaria de la que se quejaron aficionados y abonados. El mismo presidente en persona llamó a algunos seguidores para explicar la situación, mientras en prensa alardeaba que para él era una bandera «sagrada».
Recuerden el hecho cuando pidan que se separe fútbol y política. Y de paso rescatan podcasts de UD Radio en los que Paco García Caridad habla abiertamente de política. No en su cuenta de Twitter, en la radio del club, donde se permite el lujo de criticar la actitud de Piqué durante la concentración de la Selección Española, como si eso tuviera mucho que ver con la actualidad de la Unión Deportiva. En el lado del Club Deportivo Tenerife, cierta prensa puso su foco en un futbolista contratado el año pasado, Marc Crosas. Su pecado, declararse independentista. En determinados círculos periodísticos se prestaba más atención a sus ideas que a su fútbol. Lo cierto es que el centrocampista catalán se marchó a mitad de temporada, quien sabe si por su bajo rendimiento, sus ideas políticas o por haber matado a un angelote, especie protegida, durante la pretemporada.
Amenazas de sanción por la tricolor
La prohibición de la bandera tricolor de las siete estrellas verdes saltó en las últimas semanas al Heliodoro Rodríguez López. La Liga de Fútbol Profesional quiso marcarla como símbolo político y prohibir su uso. Ante la amenaza, el Rodríguez López se llenó de banderas canarias en el partido de Copa del Rey entre el Tenerife y el Espanyol. El campo del Tenerife lució una cincuentena de enseñas y en el minuto 7 de partido se entonó el popular canto de «Me gusta la bandera». El Tenerife se estaba arriesgando a una sanción. Sin embargo, la legislación es clara al respecto y, como sucedió en el caso del Gran Canaria, la Ley 19/2007 no penaliza los símbolos políticos sino los que incitan a la violencia y el terrorismo. No sucede lo mismo en competiciones europeas, donde la ley de la UEFA sí penaliza los estandartes políticos. Pero incluso en ese marco habría que determinar que la tricolor es una bandera política, una generalidad muy ambigua y sometida a interpretación.
Interpretación que ya había realizado el propio club. Pedro Rodríguez Zaragoza, Director General del club, declaró: «no creo que incite a la violencia, pero como no es lo que yo creo, sino la norma…». Cuando parecía que la polémica estaba aclarada, en el Tenerife-Osasuna volvió. La Policía Nacional amenazó con sanciones si se mostraba el emblema durante el encuentro. Lo denuncian ZoneroS CDT, que se sientan en San Sebastián, y también hay denuncias que provienen de Popular. Una aficionada relata que llevaba la bandera amarrada al bolso. Por este hecho la Policía Nacional la registró, le pidió la documentación y anotaron sus datos. Le dejaron pasar la bandera en el bolso, pero le prohibieron que la mostrara, so pena de recibir una sanción de 3.000 euros. «Más específicamente, la Policía me informó de que con las cámaras del estadio registrarían mi imagen mostrando la bandera como prueba», señala. La Policía admitió que tenía orden de informar de la situación a los aficionados que llevaran el emblema canario. Además, algunos kiosqueros se quejaron ante las cámaras de El Foco de TV Canaria y los micrófonos de la SER, que se les prohibió vender la bandera tricolor de las siete estrellas verdes.
Hoy nos ha requisado la policia de nuestra grada una tricolor.
Nada mas que añadir pic.twitter.com/N6rH9OVq1f— ZoneroS CDT (@ZoneroS) 29 de octubre de 2017
¡Comparte!
La policía nacional está pidiendo datos a todas las personas que están entrando con la bandera canaria de las 7 estrellas verdes pic.twitter.com/EXftcp3N6P— JóvenesXMovilización (@JxMCanarias) 29 de octubre de 2017
TOU (@zoneros): El @CDTOficial nos informa de que ellos no han prohibido nada. Que es una cuestión policial, no de la directiva.
— MANOJ DASWANI (@mdaswani) 31 de octubre de 2017
Pasividad del club y Coalición Canaria
Los clubes canarios responden de manera timorata ante estas situaciones, tanto la UD en enero de 2016 como el Tenerife en esta ocasión. No existe defensa de la pluralidad de los seguidores y abonados del club, y la respuesta es un lacónico y cómodo cumplimiento de la ley. No es distinta la posición de partidos políticos que abrazan esta bandera, como Coalición Canaria. El partido que gobierna Canarias y el Cabildo de Tenerife no se pronuncia en este cercenamiento de la libertad. Si en el caso del Gran Canaria medió el gobierno insular, en este caso Carlos Alonso, que no olvidemos también es propietario del recinto blanquiazul, prefiere no actuar. Otras ramas de su partido tampoco están por la labor de levantar mucha polvajera.
Desde luego Javier Tebas, presidente de la LFP, no es ejemplo de apoliticismo en el deporte. Sus ideas ultranacionalistas lo invalidan como mediador independiente en temas de banderas, símbolos e identidades, donde opina cada vez que se le pregunta. Unamos a ello una previsible escalada represiva a cuenta del conflicto catalán, que convierte al españolismo militante en mucho más beligerante contra todo símbolo distinto. Y ya sabemos la importancia del deporte en el discurso de bandera única y pretendidamente apolítico. En conclusión, lo que quieren evitar es toda disidencia política gracias a lo apolítico.