Aún estamos en estado de shock por el susto de las llamas y el luto que viste la cumbre central de Gran Canaria. Tras haber pasado 10 años desde que padecimos otro Gran Incendio Forestal en el Centro-Sur de la isla, nos volvemos a hacer la misma pregunta ¿Por qué se queman nuestras islas? Aunque parezca muy triste, muy poco se ha reflexionado sobre ello en todos estos años a pesar que el fuego va saltando de isla en isla cada verano devorando en mayor o menor medida nuestros montes. Hay diversidad de opiniones: algunos dirán que es culpa del cambio climático y de la globalización, otros que la culpa la tienen los Cabildos y el Gobierno porque no sacan gente del paro para limpiar la maleza o porque sus trabajadores (que son escasos o subcontratados) dejan pasar el fuego. Alguno, más iluminado, dirá que hay que plantar tuneras, que arden menos y al menos dan tunos (aunque cada vez haya menos gente que se dedique a coger los que hay en las laderas). La gente más creyente en el imperativo tecnológico diría que con drones, más helicópteros (y con menos viento), más tecnología el fuego no ganaría la partida.
Seguramente, todas las opiniones, ya busquen culpables o soluciones botánicas o tecnológicas, no inciden en la raíz del problema. El fuego seguirá equilibrando año tras año lo que nosotros desequilibramos por obra u omisión. Si no viéramos el territorio como una fuente de billetes seguramente no tendríamos la costa tan machacada ni el campo tan abandonado. En respuesta a políticas económicas canarias y supracanarias, tenemos un enorme “sector servicios” pero un sector primario en estado terminal. El labrador tradicional, es decir nuestros antepasados que combinaban la agricultura y ganadería de subsistencia con el uso tradicional de los recursos forestales (pinocha, leña, cañas, retamas y demás “monte”) ha dado paso al peón agrícola que trabaja mayormente para la exportación. El campesino/labrador y los pastores, «los zapadores» de los incendios, las piezas que más valen en el tablero de ajedrez de los incendios forestales, han sido eliminadas por el desarrollismo de la misma forma que un día de viento el fuego se abre paso entre la maleza seca del verano. Hemos perdido esos aliados que nos limpiaban gratis el monte de recursos forestales que ya el mercado no demanda.
Por favor, señor tertuliano del bar del pueblo, infórmese antes de hacer daño con afirmaciones erróneas. No propague los falsos rumores rurales, deje de decir que alguien no le deja cortar las cañas ni las zarzas, en Canarias tenemos muchas y son invasivas. El Cabildo sí que le deja recoger pinocha y leña y limpiar su finca, es más, se lo recomienda encarecidamente, al igual que lo hace el Decreto de Prevención de Incendios del 2002 (limpiar por seguridad 15 metros el perímetro de su casa antes del verano). No se enroñe con los que trabajamos por el medio ambiente ya sea profesionalmente o desde el voluntariado. El invierno lo pasamos con frío plantando bosques y en verano lo pasamos con calor protegiendo esos bosques, su finca y su casa si no está limpia por fuera. La población nos insulta a nosotros por culpa de esos rumores, por envidia o por impotencia puesto que no puede insultar a las leyes ni a los responsables políticos que sean. La mejor manera de defender su casa es limpiando la finca antes del verano y la mejor manera de defender su isla es plantando su propia comida si tiene terreno, y si no lo tiene, comprando productos locales y queso de Medianías y Cumbres. Si lo local es muy caro dígamos al político que no subvencione lo de fuera y apoye lo local. Entienda que si compramos queso amarillo de Holanda su dinero irá para allá, su vecino terminará quitando las cabras y en el monte aumentarán las zarzas y el riesgo de que se queme su casa y su pueblo.
Por favor, señores políticos locales, insulares, autonómicos y estatales, no vean el monte como un problema, sino como la gallina de los huevos de oro que estamos matando. Entiendan que sin paisaje no seríamos felices en nuestra propia tierra. Tampoco vendría un turismo más sostenible del que tenemos, ese que disfruta y valora nuestro paisaje. Entienda también que el campo es nuestro yacimiento de empleo más antiguo y que tenemos muchos parados que cogerían esa opción con una política adecuada. Además importaríamos menos de fuera, comeríamos sano y ayudaríamos al planeta. Entiendan que los incendios no se previenen en verano con más medios, sino el resto del año con más corazón.
Señor/a conciudadan@, deje de ver el campo simplemente como ocio dominical y entienda que nuestra supervivencia depende de él. La gente que vive del campo cumple una función social y ambiental de la que usted y sus hijos se benefician. Cumpla las prohibiciones y recomendaciones de verano y no sea negligente. Quiera su isla todo el año y no sólo cuando se tiñe de negro y, sobre todo, déjele bien claro al político que prefiere un bosque para sus hijos antes que un nuevo centro comercial junto a su casa.
* El autor es Narciso Díaz-Casanova Falcón, Operario de Medio Ambiente y Antropólogo Social. Envió el texto por correo electrónico a Tamaimos.com para su publicación.