Publicado originalmente el 17 de agosto de 2017
Otro agosto más el municipio de Candelaria celebró el fin de semana pasado su fiesta grande en honor a la Virgen, patrona de todos los canarios. Los actos en conmemoración de la imagen no difieren en demasía de los que puedan organizarse en otras celebraciones parecidas, a no ser por su entidad o por la concurrencia de público: la misa, la romería, los conciertos, la procesión de la virgen, el desfile de los militares… Con la excepción notable de dos elementos que sí brindan un carácter propio diferenciado a las fiestas de Candelaria: la luchada institucional, tristemente testimonial en las fiestas de otros municipios, y sobre y por encima de todo la llamativa Ceremonia de los Guanches de Candelaria.
La Ceremonia de los Guanches representa de forma dramatizada cómo los indígenas hallaron en la playa de Chimisay la talla de la Virgen de Candelaria, a la que pasarían a venerar, tal y como nos cuenta la leyenda. Se trata de una manifestación cultural única de un valor incalculable que pone de manifiesto el sincretismo religioso que en buena parte nos dio origen, y establece así un vínculo directo entre nosotros y los antiguos pobladores. Hay que aclarar que son los guanches los que ostentan el derecho exclusivo de cargar el trono de la Virgen, y que ese derecho se hereda de padres a hijos en el seno de familias cuyo linaje indígena esté fuera de duda.
En palabras del concejal de identidad de Candelaria, José Manuel Cruz González, la representación de los guanches «recoge las raíces más profundas de nuestra identidad«, realzando así la continuidad histórica entre la cultura indígena y la sociedad canaria actual. En ello abundó José Gumersindo García Trujillo, alcalde y pregonero de las fiestas en 2008: «Del mismo modo que no se puede hablar de la Virgen sin mencionar a los guanches, tampoco podemos hablar del municipio de Candelaria sin tener en cuenta el importante papel que los naturales aborígenes [sic] jugaron en el nacimiento de nuestra Villa y en la conformación de nuestra identidad cultural«. La trascendencia de la Ceremonia de los Guanches, sin embargo, brilla con luz propia sólo cuando nos remontamos al llamado Pleito de los Naturales. La representación que se realiza actualmente cuenta con unos 200 años y es obra de un dominico, pero los guanches ya sacaban a la Virgen de Candelaria en procesión en el siglo XVI. En 1587 dos regidores del Cabildo de Tenerife trataron de arrebatarle a los guanches la imagen por la fuerza, dando origen a un motín y a una demanda de los indígenas ante la Real Audiencia, que dicta sentencia en su favor. Catorce años más tarde serán los dominicos los que pretendan que los guanches habrán de dejar de sacar a la Virgen, honor que no les corresponde por ser «meros legos«. Un vecino de Candelaria reúne poderes de representación entre indígenas de toda la isla y presenta querella nuevamente ante la Real Audiencia. Esta vez los dominicos terminan por retirarse del litigio con los naturales y reconocerles el derecho de cargar la virgen, tal y como se hace hasta hoy. Así pues, los naturales o indígenas hubieron de bregar por sus derechos y soportar el acoso de las autoridades hasta que se reconocieron sus razones, haciendo gala de una dignidad, resiliencia y capacidad organizativa que poco o nada tiene que ver con el relato histórico habitual del guanche indolente, salvaje o acoquinado.
Este legado histórico y cultural precioso, esta narrativa inspiradora de lucha y dignidad se ve pisoteada hoy de manera grosera y ofensiva por la Ceremonia de los Guanches en su forma actual. Aquellos naturales y los padres de aquellos naturales que no se dejaron amedrentar, que se organizaron para defenderse del atropello, que aun perteneciendo a los escalafones más bajos de la sociedad se rebelaron contra la injusticia de las autoridades, aquellos honrosos ancestros nuestros son hoy representados como salvajes que parecen incapaces de articular palabra, de gestos simiescos, ataviados con zaleas burdas de lana basta. Al mismo tiempo, iglesia, autoridades y ejército, los símbolos de la colonización, con todas las galas. ¿Cabe mayor ultraje?
En pleno siglo XXI sobran las evidencias de que nuestros ancestros indígenas no eran ningunos salvajes que se taparan el cuerpo con pieles a lo Pedro Picapiedra. Resulta insostenible cantar loas a la identidad, a nuestra herencia indígena, a la pervivencia de los ancestros en la Canarias de hoy, para después propagar la imagen eurocéntrica y colonialista del indígena como salvaje, atrasado e inferior, es decir, merecedor de la campaña de conquista, esclavización y colonización europea, que algunos cínicos llaman civilizadora. Por eso desde la historiografía española se ha mostrado a los guanches como incivilizados, carentes de cultura propia. He ahí la justificación colonial. Bajo esta luz no parece casual que la actual Ceremonia de los Guanches se le deba precisamente a un dominico, en lo que parece un insulto postrero de la orden a aquellos guanches que no se dejaron pisar.
El municipio de Candelaria es de los pocos de toda Canarias, por no decir el único, que cuenta con una concejalía de identidad. He aquí una tarea urgente por impulsar desde esa concejalía: una Ceremonia de los Guanches que deje atrás la interpretación colonialista de la historia, que sea representativa de nuestros ancestros, basada en el conocimiento que de ellos tenemos. Una Ceremonia que se nutra del indudable orgullo, implicación y voluntad de quienes hoy siguen sacando a la Virgen, pero para poner en su justo lugar a los guanches y no por debajo de quienes ostentan el poder. Una Ceremonia para dignificar y honrar también la memoria de los protagonistas del Pleito de los Naturales, en lugar de avergonzarla. Hace 200 años la tradición cambió para añadirle la representación que ha llegado hasta nuestros días. Ya va siendo hora de que vuelva a cambiar, esta vez para evolucionar y dejar a los salvajes como un mal recuerdo del pasado.