
En esta legislatura política, el “nuevo” PSOE de Pedro Sánchez parece haberse puesto como objetivo hegemonizar un concepto que tenían encerrado en la gaveta, esperando a ser desempolvado para cuando Cataluña, Euskadi o Galicia dejaran de servir al orden constitucional elaborado allá por aquellos años de la “gloriosa” transición. Y es que hasta ahora, lo de la nación de naciones había sido solo un mantra que se debatía en los chascarrillos de bar de algunos militantes de este partido estatal. Sin embargo, ahora que una de esas naciones (reconocidas, gracias a dios, por Pedro) se plantea ejercer un papel soberano sobre su propio territorio, se han acordado en Ferraz de lo del Estado federal. El caso es que el secretario general de esta formación, olvidó, quien sabe si queriendo, nombrar a la nación donde elección tras elección obtiene su mayor número de votos, Andalucía. Al minuto se lo recordó Susana, sólo por llevarle la contraria, no crean ustedes.
Cosa distinta es Canarias. A Pedro Sánchez no se le olvidó nombrar Canarias, simplemente porque Canarias no constituye una nación de España. Nosotros, por más que algunos quieran meternos con calzador, no formamos parte del mismo ente territorial y cultural. En todo caso, y corrigiendo a Juan Manuel García Ramos, los canarios constituimos una nación colonizada. Parafraseando al líder del PNC, “la última colonia del imperio español” si se quiere, pero también nación al fin y al cabo, y como colonia, fuera de la nación de naciones española. Para la próxima, y a falta de facultades de Ciencia Política en Canarias, esperamos que Juan Manuel nos explique cómo se puede hablar de colonialidad y al mismo tiempo apoyar desde Coalición Canaria al principal partido defensor del españolismo más rancio, vomitivo y castellanizante en el Estado.
Este intento por dilucidar qué es el Estado español, jamás habría sido desenredado del entuerto de 1978 si Cataluña no hubiese cuestionado tal status quo. Y lo hace precisamente con grandes dosis de democracia. Pero para acercarse a el procés, hay que conocer a esta nación del Mediterráneo, y no hay arma que explique mejor a los pueblos que su propia historia. Las Constituciones Catalanas, las Guerras Carlistas, o la Revolución Industrial son acontecimientos de la historia de ese territorio que forjaron y siguen forjando, en el imaginario colectivo, a dicha sociedad. Este último proceso que se desarrolló en los Siglos XVIII y XIX en Europa, tuvo especial incidencia en Cataluña (en Canarias apenas la tuvo), con la aparición de la dualidad burguesía– proletariado, que fue conformando para siempre una sociedad liberal, pero también obrera, capitalista, pero también socializante. No es casualidad precisamente que hoy, la independencia de Cataluña la lideren partidos que apuestan por una economía de libre mercado (PdeCat y ERC) y también un partido que prefiere una ruptura con el sistema capitalista actual (CUP). Y es que no hay mejor diccionario de los pueblos que la historia que ellos mismos han forjado.
De igual forma, esto explica en parte el proceso que hoy se vive en aquel país, pero no todo. Una sociedad también se construye desde afuera, y es innegable que el autoritarismo que corre por las venas de la nación española también ha aumentado un sentimiento de catalanismo, en contraposición al dominio cultural que España siempre ha intentado imponerles. Tengo que reseñar, para explicar mejor esta imposición de la que hablo, a la lengua catalana, la cual siempre ha contado con los recelos y la censura del Gobierno central históricamente. Y es que el dominio cultural español siempre estuvo sostenido en dos patas fundamentales: la lengua castellana y la religión católica.
El imperialismo en general, y el español en particular, siempre se ha caracterizado por arrinconar al resto de culturas con las que convive para intentar negar al otro como sujeto cultural diferenciado. Lo hicieron en las colonias de América y en las de África, y lo siguen haciendo hoy con Canarias, y con territorios que ni siquiera son coloniales como Cataluña. Todo lo que no lleve como enseña esa cultura nacida del castellanismo, es susceptible de ser apartado, vilipendiado, humillado, denostado y olvidado. Pero no hay cultura que pueda pisar a otra y arrojarla al vertedero de la historia, por más siglos de conquista o imposiciones, y un claro ejemplo lo tenemos en este Archipiélago. Ni 10 siglos de dominio serán suficientes para hacernos olvidar que bailamos tajarastes, practicamos lucha canaria, tenemos un lenguaje silbado o que comemos gofio con queso de jaira (amén de innumerables expresiones culturales más, que me dejo en el tintero para no alargarme). Por supuesto, no iba a suceder tampoco esto con Cataluña, territorio que a pesar de todo, siempre ha mantenido su idiosincrasia, lo que le ha permitido construir un sujeto nacional y cultural propio, que les puede hacer avanzar hacia su plena soberanía.
Y llegan los catalanes a los albores de este Siglo XXI, marcando con pisada firme un proceso de desconexión democrático basado en la legitimidad que les da su propia historia, su economía y su sociedad, la cual ha votado mayoritariamente por partidos que apuestan por un referéndum popular para resolver una cuestión de índole política. Dicen en Madrid que la soberanía nacional (porque para ellos sólo hay una nación) radica en todos los españoles y que así lo recoge la Constitución. Y ellos se enfrentan a la legitimidad que posee el pueblo catalán para decidir, mediante una imposición autoritaria que se ampara en una legalidad construida a medida por las oligarquías, las cortes franquistas y la monarquía borbónica en 1978. Una legalidad que se saltan todos los días cuando se trata de cumplir con el articulado de los derechos fundamentales del ciudadano, o de los principios rectores de la política social y económica (artículo 35: “derecho al trabajo”; artículo 40: “de manera especial se realizará una política orientada al pleno empleo”; artículo 44: “los poderes públicos promoverán la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general”; artículo 47: “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada…”).
¿Cuál de estos artículos ha cumplido alguna vez el Gobierno de España? Es más, ¿cuándo ha velado el Estado por el cumplimiento de estos? La respuesta para mí es clara: la Constitución es papel mojado. Y si es papel mojado para unas cosas, lo debe ser también para otras. Aplicar una constitución de forma interesada por parte de un gobierno en connivencia con el poder judicial, es propio de dictaduras y no de estados democráticos. A estas alturas, todas y todos los que estamos al tanto de las maniobras del Gobierno de España, sabemos que la separación de poderes en este Estado corrupto es inexistente. El mismo Tribunal Constitucional, no es más que un tribunal político al servicio de las mayorías del PP y del PSOE (ley electoral a su favor de por medio). Así, la misma “sacrosanta” Constitución dice en su artículo 159 del título IX:
“el Tribunal Constitucional se compone de 12 miembros nombrados por el Rey; de ellos, cuatro a propuesta del Congreso por mayoría de tres quintos de sus miembros; cuatro a propuesta del Senado, con idéntica mayoría; dos a propuesta del Gobierno, y dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial”
Este último órgano judicial, el CGPJ, también es elegido por políticos. Por tanto, la legitimidad no ampara al Gobierno de Rajoy, ni a los partidos que ahora se llaman “constitucionalistas”, y sin legitimidad no hay legalidad que valga. Sin separación de poderes no hay democracia legal ni legítima. Llegados a esta conclusión, ¿quiénes son ellos para hablar de legalidad en Catalunya? ¿Qué legitimidad tienen para secuestrar la soberanía del pueblo catalán? Si nos retrotrajésemos a la Cuba o el Puerto Rico coloniales, el Estado español probablemente aduciría argumentos muy parecidos a los actuales: forman parte del territorio español, España no se puede romper, se saltan la legalidad establecida, etc. Y claro, ¿quién es capaz de construir un sujeto político propio, diferente al del Estado, sin saltarse una legalidad que se utiliza parcialmente en favor de intereses poco democráticos? Es imposible. Por eso, las reivindicaciones independentistas de Cuba o Puerto Rico eran legítimas, aunque no fuesen legales. Las de Cataluña también lo son, más allá de que los del Mediterráneo no sean una posesión colonial.
Difícil situación, por tanto, la que afrontan el pueblo y las instituciones catalanas, respaldadas por una mayoría que les ha permitido precisamente convocar este referéndum para el 1 de Octubre y que les otorga dicha legitimidad. Ejercicio democrático que, sin lugar a dudas, cuestiona todos los cimientos anquilosados y medio derruidos en los que se construyó el actual Estado español. Pero la democracia no parece ser suficiente. Cuando la organización ETA utilizaba las armas para sus propósitos de liberación de Euskal Herría, desde Madrid se argumentaba que el uso de la violencia les quitaba toda legitimidad. Y probablemente tenían razón. Pero ahora que se ha construido una voluntad popular democrática que quiere ejercer su derecho a la libre determinación en Cataluña, a Madrid tampoco le vale. ¿Conclusión? Da igual lo que hagan los pueblos. El imperialismo centralista de España (o Castilla) sigue tan firme como durante la época en que reinaba Felipe V de Borbón.
Desde luego, el conflicto político no se arregla reconociendo ahora tardía y oportunistamente a las naciones que componen España. Lo que deben comprender en Madrid es que estas naciones ya se sabían como tales desde hace tiempo, y que toda nación tiende a autodeterminarse (el ejemplo más reciente en Europa es Escocia, donde el Reino Unido, con una democracia menos podrida, sí permitió un referéndum a esta nación). Si un poder central desoye las peticiones de un pueblo periférico, ese pueblo periférico no podrá reconciliarse con el poder central más que con democracia. Y teniendo esto en cuenta, no me parece aventurado escribir que la única solución pasa por un referéndum, a ser posible, pactado con el Estado. Si no, creo que el 1 de Octubre veremos porras y balas de goma. Y el pueblo catalán nunca se arrugó ante personas uniformadas. Así pues, queridos Pedros, Alberts y Marianos, y querido poder judicial: abandonen la idea de la España unida en torno al fútbol (los toros ya ni les sirven), y dejen decidir libre y democráticamente a los pueblos. Por los dominios del noroeste africano, seguiremos con especial atención los movimientos de Madrid. Nuestro estatus político nos obliga a estar prevenidos.
“Sin la colaboración de los que obedecen (de una parte importante de ellos) la dominación no funciona correctamente. Si por algún motivo el vínculo se deteriora, las resistencias se multiplican y el poder se ve obligado a hacer malabarismos para mantener su autoridad”, pensamiento weberiano. Max Weber: Economía y sociedad.
Fuentes:
Apuntes históricos sobre los Decretos de Nueva Planta
https://es.wikipedia.org/wiki/Decretos_de_Nueva_Planta
Revolución Industrial en Catalunya
https://welcomemrmarshall.wordpress.com/2013/02/11/revolucion-industrial-en-cataluna/
Efeméride sobre la Guerra Carlista en Catalunya
https://www.elnacional.cat/es/efemerides/guerra-carlista-catalunya-efemeride_113448_102.html
Las formas de legitimidad del poder según el sociólogo alemán Max Weber
https://reflexionessociales.wordpress.com/2010/07/06/las-formas-de-legitimidad-del-poder-politico/
Título I y Título IX de la Constitución española
https://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/titulos/articulos.jsp?ini=10&fin=55&tipo=2
https://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/titulos/articulos.jsp?ini=159&fin=165&tipo=2