Molokai pertenece al archipiélago de Hawái, en el océano Pacífico, y se encuentra situada entre las islas de Oahu –visitada por millones de turistas cada año y donde se encuentran Honolulu y Waikiki– y Maui, también muy turística y desarrollada. Pero Molokai, con una población de cerca de 8.000 habitantes, de los que más dela mitad son nativos hawaianos –en contraste con el 6% en todo Hawái–, es muy poco conocida. Y no es por falta de atractivos turísticos: cuenta con los acantilados costeros más altos del planeta, el arrecife de coral más largo del Estado, valles remotos y playas desiertas.
Si la isla ha resistido al turismo de masas y al capitalismo salvaje es por su población. “La gente está conectada a la tierra, y las grandes corporaciones al dinero”, afirma Walter Ritte, el militante más destacado de la isla y uno de los activistas históricos de Hawái. Para él, la prioridad es la defensa de la tierra y de una economía de subsistencia: “Ellos quieren la ‘economía monetaria’ y nosotros la de subsistencia. Al sostenerse ésta en el intercambio, al Estado no le gusta, porque no puede aplicar impuestos”.
Para defender su isla y su economía, la población ha tenido que luchar incansablemente. Lucha tras lucha. Y derrota tras victoria. Victorias como haber impedido la expansión del aeropuerto. “Los grandes aviones siguen sobrevolándonos, pero no paran”, dice Ritte con una sonrisa llena de orgullo. O haber logrado detener el proyecto con el que se pretendía hacer el fondo del puerto más profundo para que más barcos, y más grandes, pudieran acceder a la isla.
Defender el entorno
O la batalla contra los resorts turísticos de la playa de Kepuhi: una zona de bungalows, campos de golf y piscinas en la parte más seca de la isla, y con una necesidad de agua exagerada. Una batalla que dura ya más de 20 años y con la que la población de Molokai defiende el entorno natural y los recursos acuíferos de la isla. En la actualidad, la zona es una mezcla de bungalows con turistas, edificios vacíos, campos de golf abandonados y restaurantes que nunca abrieron.
La primera lucha en la que participó Walter Ritte, a principios de los setenta, fue para recuperar el acceso a zonas de pesca y caza tradicionales, valladas por el mayor terrateniente de la isla en aquellos momentos. Un tema que ha sido motivo continuo de luchas y protestas ciudadanas. Él mismo ha sido, en infinidad de ocasiones, detenido y juzgado acusado de caza ilegal. “Yo persigo al ciervo. Si éste se mete en una propiedad privada, ¿por qué tengo que parar? ¿Qué sabe el ciervo de fronteras y propiedades? ¿Y qué sabían mis ancestros de ello?”, dice Ritte.
Pesca esquilmada
Pero no se trata sólo de luchar contra el Estado, multinacionales y grandes terratenientes; también tienen que hacerlo contra prácticas de habitantes de otras islas. Mientras en las islas vecinas los pescadores han dejado sus costas vacías de pescado, en Molokai, con su forma de vida sostenible, han mantenido la vida marina. Ahora pescadores de Oahu y Maui van a su costa a llevarse el pescado. La práctica es legal al formar todas las islas parte del mismo Estado. Por eso, los habitantes de Molokai están intentando que se apruebe una regulación sobre el territorio, con orígenes ancestrales, para que, en caso de que otros pescadores quieran pescar en sus aguas, pidan permiso y sigan su normativa. “Estamos muy cerca de conseguirlo pero, mientras, los pescadores siguen viniendo, por lo que nuestra gente tiene que pararlos. Hubo enfrentamientos en un barco que acabaron bastante mal, y con consecuencias judiciales. Pero mientras no tengamos la regulación, tendremos que seguir echando a la gente”, continúa Ritte.
Aunque en este caso se terminó usando la violencia, en la mayoría de las ocasiones, tanto en Molokai como en el resto de Hawái, las protestas son pacíficas. “Nuestra arma es el aloha. Para nosotros todo está relacionado con el aloha, el amor. Amor por la tierra. Si alguien viene a dañarla, tenemos que protegerla. En el caso de Kahoolawe funcionó, nos devolvieron la isla, ¡y estábamos luchando contra el Ejército de los Estados Unidos de América! Y mira ahora, con los activistas de Mauna Kea; arrestaron a muchos hawaianos, pero han tenido que dejarlos libres porque protestaban pacíficamente”, añade este activista [ver recuadros al final del texto].
Derrota contra Monsanto
Pero también ha habido derrotas. La isla no ha podido vencer a uno de los “monstruos” actuales: la gran corporación de biotecnología agrícola Monsanto, que, a pesar de las protestas, ha convertido la isla en un laboratorio, con cerca de 2.000 acres de tierra, en los que experimenta y cultiva semillas transgénicas que después exporta. En la experimentación usan los pesticidas más agresivos, contaminando el aire y el agua. “Los trabajadores usan mascarillas, ¿pero qué pasa con los vecinos?”, protesta Ritte. De acuerdo con habitantes y organizaciones, desde el inicio de las prácticas de Monsanto han aumentando mucho los casos de enfermedades relacionadas con el uso de pesticidas. “Amenazan nuestras tierras, nuestros arrecifes, nuestra agua, la salud de nuestros niños. Cultivan al lado de nuestras escuelas. Son lo peor que he visto hasta ahora”, añade.
Para Ritte, las soluciones a tantos problemas y ataques se hallan a distintos niveles. Por un lado, la lucha del día a día, tanto en la calle como en las salas de reuniones y los juzgados. Unas luchas que no sólo intentan solucionar los problemas concretos contra los que se enfrentan, sino que, según él, pueden servir de una forma más amplia: “Las grandes corporaciones e inversores no podrán ni querrán hacer negocios en una economía inestable, por lo que tenemos que hacer que aquí lo sea. Que vean que pueden invertir mucho y acabar perdiéndolo todo”. Por la inestabilidad y porque están invirtiendo sobre una base ilegal, ya que tanto el derrocamiento del Reino de Hawái de 1893 como su posterior anexión a los Estados Unidos fueron, de acuerdo a las legislaciones hawaiana e internacional, ilegales, por lo que también lo son todas las leyes y títulos de propiedad posteriores.
Ritte afirma que la solución a gran parte de los problemas medioambientales, económicos, culturales y sociales sería la desocupación de Hawái; que cesara el dominio de los Estados Unidos y Hawái volviera a ser un Estado independiente con plena soberanía sobre su tierra y sus recursos. Pero, mientras esto no ocurra, en Molokai seguirán luchando día tras día y victoria tras derrota.
Kahoolawe, la isla recuperada al control de EE UU
En los 70, en Kahoolawe, una pequeña isla del archipiélago, se desarrolló la gran lucha del pueblo hawaiano contra EE UU. La isla estuvo deshabitada durante décadas, y en la II Guerra Mundial, el Ejército estadounidense empezó a usarla como zona de entrenamiento, con constantes bombardeos. En los 70 empezaron las campañas contra las prácticas militares, para defender la isla y proteger la seguridad de los habitantes de las islas vecinas. Hubo expediciones de activistas a Kahoolawe para impedir los bombardeos. Y contaron con un poderoso aliado, la prensa del momento, que hizo un seguimiento exhaustivo de la campaña, ganando las simpatías del público. En una de las incursiones, Walter Ritte y otro activista estuvieron escondidos en la isla durante 35 días, hasta que el Ejército reanudó los bombardeos. Fueron detenidos y enviados a prisión.
Mauna Kea, la lucha por la montaña sagrada
Mauna Kea es, medida desde el fondo marino, la montaña más alta del mundo, y está en la isla de Hawái. Con un frágil ecosistema, es uno de los lugares sagrados para los nativos hawaianos, y está afectada por un proyecto para construir en su cumbre el telescopio más grande del mundo. Desde el principio se produjeron muchas protestas contra el proyecto, tanto en la montaña como en todas las islas del archipiélago, lo que ha unido a los nativos hawaianos en la defensa de su patrimonio y frente a un enemigo común. Las protestas se han saldado con muchas detenciones e imágenes como el honi (beso hawaiano) que un policía dio en señal de respeto a uno de los activistas antes de detenerlo. Las protestas lograron parar el inicio de las obras en octubre de 2014, y en 2015 pararon los siguientes intentos. Al final, el proyecto se ha suspendido oficialmente, a la espera de poder cumplir una serie de requisitos legales que no se dan hoy. Al parecer, los promotores se han dado por vencidos y están buscando otro lugar, pero los defensores de Mauna Kea no descansarán hasta estar seguros de ello.