– Pero, ¿qué hacéis? ¡Entren! – leyó una alumna.
– ¡Chicos! Lo siento, tienen que parar – interpuso el profesor.
– ¿Por qué?
– Por cómo hablan.
– ¿Cómo hablamos?
– Mal – dijo con una sonrisa -. Deberían decir ¡entrad! o ¿qué hacen?
Los docentes en Canarias llevamos años reclamando una educación canaria que atienda a las particularidades de nuestro país y, sobre todo, a aquéllas relacionadas con el dominio del español que aquí se habla. Con las pocas posibilidades que otorga el Gobierno del Reino español y gracias al buenismo apabullante con que suele tratar el Gobierno de Canarias sus asuntos, se publica en el BOC el decreto 315/2015 que afecta a la ordenación de la Educación Secundaria Obligatoria.
En este decreto se crea, para Secundaria, la asignatura de Prácticas Comunicativas y Creativas (PCC) como secuela de Educación Emocional y para la Creatividad de Primaria. Y es aquí, en el currículum de esta asignatura, donde encontramos un destello interesante que vela por lo que venimos años pidiendo, hacer hincapié en la forma de hablar de nuestro alumnado: “Realizar puestas en escena, con la debida atención a las particularidades del español de Canarias […]”. Y yo me pregunto, ¿de qué particularidades del español de Canarias hablamos? Tras los pocos años de existencia que tiene esta asignatura (se termina el segundo año de implantación) es hora de que le hagamos una cariñosa auditoría.
Según mi experiencia laboral y las de otras compañeras que trabajan en otros centros educativos, nos encontramos generalmente con cuatro tipos de particularidades del español de Canarias erróneas, según el profesor que imparta la materia.
*El canario vulgar.
*El canario neutro.
*El canario que tú quieras.
*El canario de su isla.
Como canario vulgar me refiero al canario que fomentan algunos personajes públicos y medios de comunicación. Me refiero al canario de «Ño, ¡qué precios!» o al de los chistes de Manolo Vieira. Ese canario que entiende que es más canario por decir chacho o por dar un fuerte golpe en la mesa cuando deja el vaso de vino, síntoma de ser parte de una canariedad que relaciona la incultura con la idiosincrasia. El profesorado que lo impulsa suele ser el que añade como anexos a las unidades de programación lo canario, y que lo imparte, a modo de anécdota.
Al hablar del canario neutro me refiero al canario que olvida su pronunciación natural y usa un catálogo fonético artificial cuando habla en público. Tal cual lo explica el cómico Aarón Gómez: «el canario que nadie habla». Lo podemos encontrar, sobre todo, en el sector servicios y en los programas de radio. Es el canario que te da una cachetada cuando lo escuchas y te da vergüenza ajena. Generalmente el profesorado que lo impulsa suele cambiar su acento cuando da las clases, pronunciando zetas en los dictados y marcando la supuesta diferencia fonética que tienen la b y la v.
Este grupo, el canario que tú quieras, lo aplico al profesorado que le da absolutamente igual cómo hablan sus alumnos en una exposición oral. Aquél que no considera importante cómo se expresan las personas mientras se les entienda. Le da igual que mezclen lo que oyen en la tele con lo que se habla en su entorno, haciéndolo de forma intuitiva y, generalmente, cometiendo graves errores como expuse en el diálogo inicial.
El último, reconozco que en parte me siendo miembro de éste, es el canario de su isla. Cada isla tiene sus especificidades en el habla, igual que en tantísimos otros aspectos, y le lleva a convertir a cada isla en un reino antagónico a otro. Es el profesorado que se encuentra entre roscas y cotufas.
Todos estos prejuicios respecto al canario nos están llevando a perder bastante el norte. El hablar que cada uno tiene es particular y esta desidia del Gobierno canario no está ayudando en nada a crear un país que respete su cultura. Tengo un porcentaje mínimo de estudiantes que hablan castellano pero, a la hora de hacer exposiciones orales a sus compañeros, los estudiantes que utilizan este lenguaje (como se hace en la televisión que proviene de España) se multiplican. Cometen graves errores gramaticales y respecto al vocabulario mejor no hablar. Es por eso que considero que debe existir en la ley una definición clara de estas particularidades, para que creamos en lo que creemos y, que este país defienda su riqueza cultural sin vergüenza ninguna.
Creemos Canarias desde el orgullo de un pueblo, el nuestro.
Fran Medina, Creando Canarias.