No sé si las posiciones expresadas en Tamaimos por Borja Rubio en un artículo de opinión (La subvención al transporte de mercancías: una mala noticia para Lanzarote) son personales o representan las de Somos Lanzarote. Si es esto último me resultaría mucho más preocupante, desde luego. Sí que suponen, desde mi punto de vista, un enorme retroceso en las concepciones de cohesión y de continuidad territorial que siempre se han defendido desde los distintos espacios políticos, intelectuales o sociales del nacionalismo.
Ese principio de cohesión territorial ha sido una reivindicación histórica de la sociedad canaria, pero muy especialmente de las islas no capitalinas. Exigiendo que tanto el coste del transporte de personas como el de mercancías tendiera a ser igualitario entre nuestras islas. Que, en el caso de las mercancías, no fueran las economías de escala de las navieras las que condicionaran los costos, perjudicando a los territorios menos poblados.
Planteando, en definitiva que esto funcione como si fuera una comunidad autónoma continental, generando normativas para disminuir o eliminar los condicionantes de la insularidad. Con el acuerdo de los PGE 2017 (que elevan del 70% al 100% la bonificación al transporte entre las islas y entre estas y la Península) se posibilita que los productos canarios de cada isla puedan colocarse sin coste alguno de transporte en las otras. Medida, hay que recordar, exigida por las islas no capitalinas, que siempre han denunciado el coste de la doble insularidad. Ahora que se consigue esa reivindicación histórica se produce un más que sorprendente rechazo a la misma por parte del citado articulista.
Da la impresión de que estamos ante un brote neoinsularista defensivo respecto a algunas producciones y que no se plantea, en ningún momento, el beneficio global para el conjunto de la sociedad de Lanzarote. Incluso suponiendo, que es mucho suponer, perjuicios al queso, el vino y la cebolla, se olvida el resto de productos que consumen los más de 140.000 habitantes de la isla que se beneficiarán de la medida incluida en las cuentas públicas. Estos ¿no pintan nada? ¿deberían renunciar a esas decisiones que les benefician, que permitirán que el resto de productos agrarios e industriales de Canarias lleguen a la isla más baratos?
Indefendible
Salvo que se pretenda aislarse y pretender que el resto de productos llegue a mayor precio a Lanzarote. Algo que, con toda seguridad, es indefendible.
Pero es que, además, para construir Canarias es muy importante ampliar el mercado de los productos agrarios y agroindustriales de todos los territorios. Intentando que su mercado abarque a todas las islas, a los más de dos millones de habitantes y, también, a los turistas que nos visitan. Y este tipo de medidas ayudan a conseguir ese objetivo: poner las mercancías en cualquier punto de las islas sin costes añadidos.
Y sin olvidar otra cosa: el cien por cien de los insumos para el consumo del ganado (cereales, forrajes, etcétera) en Lanzarote se llevarán a la isla a coste cero de transporte. Luego, la cabaña de cabras conejera, por ejemplo, va a tener una significativa bajada de sus costes de producción. Siendo, por tanto, una vez se ponga en marcha, más barato que hoy producir un kilo de queso en Lanzarote.
Mantener mercados cautivos mediante elevados precios del transporte parece una posición tremendamente conservadora, antihistórica y contraria al desarrollo de Lanzarote y de Canarias. Salvo que vayamos al cantonalismo y al extremo de poner un impuesto a los productos de Haría para que no puedan competir en Arrecife o viceversa.
Castigo
Establecer una barrera de entrada a los productos canarios en Lanzarote, vía incremento del precio por el encarecimiento del transporte, parece no tener nada que ver con una concepción archipielágica. Y además castigaría, paradójicamente, a los consumidores lanzaroteños.
Termino. Me preocupan las posiciones expuestas por Borja Rubio que responden, a mi juicio, a una concepción insularista premoderna. Pero no me preocupan menos algunos aplausos que ha recibido por parte de los que, parafraseando a Silvio, se empeñan en ser “delimitadores de la primavera… perseguidores de cualquier nacimiento”. Quiero pensar, por último, que Borja Rubio tuvo un mal día y que, como nos ha pasado a todos en distintos momentos, su artículo no es de los que, con el tiempo, recordará con agrado.
* Enrique Bethencourt es periodista y pedagogo. Este artículo ha sido remitido a Tamaimos.com por correo electrónico para su publicación.