Él, que no tiene que ver con la red.
Él, que invitaron a una orgía sin saber.
Él, que sólo fue a hablar de tuberías.
Él, que no pagó por estar allí.
Él, a quien las chicas le parecieron tan mayores.
Él, que sólo fue a hablar de canalizaciones.
Él, que se bañó en la piscina al son de la música.
Él, que sólo intimó con tres.
Él, que no tiene que dar explicaciones.
Él, al que tanto odian.
Tras la declaración en el juzgado del conocido empresario Eustasio López, escucho a un periodista de las ondas esgrimir en su defensa algunas justificaciones relacionadas con el aspecto de las chicas, con la cuasi mayoría de edad de algunas de las menores, con el hecho de que se trataba de una fiesta, con la existencia de una relación empresarial con el dueño de la finca donde se llevó a cabo la orgía… En fin, si antes confiaba poco en la independencia de algunos medios de prensa, ahora lo tengo claro.
Coincidí el martes en la Ciudad de la Justicia con ÉL, aunque no lo vi. En realidad, nadie lo vio salir por alguna de las puertas de ese edificio de cristal que tanto esconde. No sé si lo hizo por la puerta del juzgado de guardia (la de atrás), o si le permitieron hacerlo por la rampa del garaje. Tal vez esperó escondido en algún baño hasta que alguien le dijo que podía salir sin temor a ser captado por las cámaras. La verdad es que no lo sé.
Lo que sí sé es que entre las dos de la tarde, hora a la que terminó de declarar como investigado, y las primeras informaciones publicadas, transcurrió bastante tiempo. Lo que pasaría durante esas horas, me lo adelantó uno de los periodistas que esperaba por allí: el jefe de comunicación negociaría con la prensa lo que se podría publicar y lo que no, a cambio de sustanciosas cantidades en forma de publicidad.
Como siempre, EL grande ganó.