La intervención de Rodríguez comienza con una pregunta directa: ¿qué tiene que ver oralidad con autoestima? A lo largo de este brillante alegatox, el verseador y profesor universitario demuestra que tiene que ver con la necesidad de contarnos y no de que nos cuenten otros. Con el leitmotiv de la metáfora de Dácil y Doramas en la «Comedia del recibimiento» de Cairasco de Figueroa, ejemplifica la importancia de ser hablantes capaces. Lo relaciona con las clases de verso improvisado que imparte a niños. «No buscamos verseadores, que ojalá salieran muchos, sino hablantes capaces que tengan la posibilidad de no caerse por el abismo del silencio cuando hay tantas cosas que decir».