A nuestro juicio el 21 de febrero debería ser un día especial, desde luego mucho más de lo que es hoy, para la cultura canaria. Es el Día de Las Letras Canarias pero también coincide con el Día internacional de la Lengua Materna, esta última una efeméride que nos recuerda algo que la ciencia ha dejado claro: no existe ninguna lengua -o variante lingüística- humana mejor ni peor que otra. Todas, absolutamente todas son, desde un punto de vista estrictamente lingüístico, igual de válidas. Las rancias teorías sobre la existencia de unos idiomas más primitivos y otros más evolucionados han sido totalmente desechadas por la lingüística moderna.
Es por ello que todas las lenguas sin excepción merecen respeto, ser protegidas y desarrollarse con dignidad. El hecho de que unas lenguas gocen de un mayor prestigio y número de hablantes se debe a factores extralingüísticos como la historia, la política o la economía. En la mayor parte de las ocasiones esta preponderancia se debe a un oscuro pasado que posibilitó la imposición de estas lenguas sobre otras que, en no pocas ocasiones, terminaron por desaparecer. O dicho de otro modo, aunque aprendamos uno o varios idiomas normalmente no abandonamos nuestra lengua materna voluntariamente sino existe una coacción directa o indirecta. Un caso cercano lo tenemos en nuestra propia historia con las hablas.
No descubrimos nada cuando afirmamos que nuestros ancestros indígenas fueron víctimas del imperialismo lingüístico. Como bien nos recuerda la canción de Taller Canario todo fue conquistar y poco o nada parece haber interesado a nuestros antepasados europeos que se perdiera para siempre gran parte de las culturas indígenas insulares. Hoy lamentamos haber perdido un patrimonio cultural de este calibre ya que nos hubiera aportado un caudal de información cultural de gran importancia sobre estas culturas. En efecto, la lengua es, además de identidad, un recipiente cultural que conserva y trasmite el acervo cultural de un pueblo y su manera de ver el mundo. Si bien tenemos la suerte de que en el Continente se conserven variantes del mismo idioma nunca será lo mismo que si hubieran seguido vivas en las Islas.
Pero cuidado, en la Canarias contemporánea parece que el objetivo es que volvamos a perder otro patrimonio lingüístico: el español de Canarias y sustituirlo por el español castellano. Durante décadas se nos forzó a pronunciar zetas y a no aspirar las eses finales. Se nos obligaba, y obliga en ocasiones, a meter el ‘vosotros’ con calzador o sustituir nuestro léxico por el castellano. Ridiculizaron a nuestros abuelos y padres por hablar nuestra variante del español -ridiculización que aún sigue vigente en algunos medios de comunicación-. Se nos adoctrinó con la idea de que hablar canario era lo mismo que hablar mal. Se nos atiborra con el español castellano por casi todos los medios de comunicación, películas, series, dibujos para niños etc. ¡Hasta los medios locales se anuncian en castellano mesetario!
El resultado es francamente nocivo. Generaciones adoctrinadas con una ideología de autodesprecio a su manera de hablar. Una sociedad que arrastra complejos lamentables en pleno siglo XXI y le dificulta su propia expresión en libertad sin diglosias innecesarias que llevan a una deslealtad lingüística que llegan habitualmente al ridículo. Una cuestión que trae de cabeza a expertos de la Academia Canaria de la Lengua que, con escasos medios y apenas respaldo institucional, hacen una labor encomiable. Quizás esto explique que, a diferencia de otras nacionalidades del Estado, el ámbito de la lengua en Canarias apenas ha sido valorado. Prueba de ello es la falta en Canarias de asociaciones o movimiento en defensa del español hablado en las islas o de su literatura salvo alguna honrosa excepción. La verdad es que resulta asombroso que aún sigamos hablando canario.
Parecemos no ser conscientes de hablar una variante del español única que también recoge una cultura, una tradición, una literatura, idiosincrasia y manera de ver el mundo única. La lengua es nuestra principal patrimonio y rasgo de identidad como pueblo. Tanto es así que para los canarios el rasgo distintivo para considerar si alguien es canario o no. Generalmente, para el canario alguien es canario no en función de la procedencia de sus padres o su lugar de nacimiento, sino en función de si habla canario. Sin embargo tenemos la suerte de que la cuestión de nuestro español no se ha politizado demasiado y que, en nuestra opinión, aún puede ser un punto de consenso entre todos los canarios. El 21 de febrero debe ser un día para reflexionar, celebrar y reivindicar sobre nuestra lengua y letras. Un día para no olvidar y no volver a perder nuestra palabra.