Te levantas una mañana cualquiera y lees: «Clavijo acusa al PSOE de…», «el PSOE asegura que Coalición Canaria… tal», «Patricia Hernández afirma que el PSOE debía mantenerse en el Gobierno para garantizar los servicios públicos», «Juan Manuel Brito renuncia a su acta de consejero», «Cristina Tavío se postula como candidata a presidir el PP canario», «Cardona quiere cambiar el Partido Popular en las islas», «Antona cree que es caduco que el PP tenga que estar liderado por un candidato de Gran Canaria», «Pablistas y Errejonistas también se enfrentan en Canarias de cara a Vistalegre»… Te acuerdas de Silvio Rodríguez en «Llover sobre mojado», cantando «me pareció que ayer decía lo mismo». ¿Dónde estamos nosotros en estas disputas?
Porque fuera de ese círculo hay gente que sufre. Personas con problemas para llenar la nevera, para pagar la luz, el agua, la contribución, para pagar un transporte, para costear el material escolar de sus hijos, el medicamento que palie su enfermedad y que la Seguridad Social no sufraga. Fíjense que no hablo de pobreza, me refiero al canario medio que habita en nuestros barrios, trabaja o pulula por diversos trabajos. Ser precario en Canarias no es fácil. Una vez escuché durante un curso a Héctor Díaz, Trabajador Social en Estados Unidos, que en Estados Unidos 40 millones de personas no son ricos y no pueden acceder a servicios básicos porque no se lo pueden pagar y no son suficientemente pobres para acceder a los planes sociales (ahora en peligro con el trumpismo). En Canarias esa clase social, se asoma y aumenta la brecha (luego sigo con esta brecha).
Debajo del umbral de la pobreza la situación es extremadamente delicada, lo dicen los informes sociales y las entidades benéficas como Cáritas en cada una de las sus intervenciones, aunque sea al fondo, cuando terminan las discusiones políticas. En un recuadrito de cualquier periódico leo que distintos estudios aseguran que 280.000 personas sufren pobreza extrema y 52.000 hogares no perciben ningún ingreso. Por si fuera poco hemos aceptado que los canarios tengamos los sueldos más bajos de todo el Estado. Todo eso a pesar de ser el territorio que más aporta al Estado en materia turística y a pesar de los casi 15 millones de visitantes del año pasado. Multipliquen.
La discusión, varias veces traída por necesaria a esta columna, ocupa un espacio residual en los grandes medios de comunicación. Los moderadores de tertulias preguntan: «bueno, señores, a ver, ¿qué pasa con el turismo que no crea empleo?», indican con una indiferencia que casi parece que detrás no hay personas, algunos incluso la acompañan con una sonrisita jocosa. Siempre, siempre, uno de los tertulianos señala: «igual no nos damos cuenta que esto tiene un techo, amigo, e igual no se pueden crear más puestos de trabajo», afirma ufano ante la negativa lejana de alguno y la aceptación del resto. Es posible que antes hayan entrado declaraciones de la Patronal y los sindicatos mayoritarios, como si eso fuera pluralidad. No hablo de la manida diversificación económica, porque eso también se queda para los recuadros en los que entrevistan a algún economista desafecto al régimen o para cuando el Presidente se va de la lengua. Lo que da negocio no se cambia y hay unos cuantos que viven muy bien.
En ocasiones me creo sus argumentos y me convenzo de que no valemos lo suficiente. Sean los Kiessling, achacándonos que no tenemos idiomas, mientras nuestros titulados se van fuera como traductores e intérpretes, o una parte de los empresarios turísticos, cada cierto tiempo nos justifican por qué tienen que buscar fuera lo que aquí no consiguen. Sin embargo, dudo de estas expresiones cuando veo a los míos emigrar en busca de un futuro y cuando caigo en la cuenta de que 4.000 personas ostentan el 80% de riqueza en Canarias. Alguien está acaparando lo grueso del turismo, no descubro nada nuevo. Ahí está la verdadera brecha social en Canarias y eso ya es sistémico, no coyuntural.
En la misma tertulia de antes, se habla del clima y de un comentario de algún famosillo de poca monta, por supuesto, foráneo, en redes sociales: «A 20ºC en pleno febrero. ¡Esto es el paraíso!», publica acompañado de una foto soleada en Las Canteras, Las Teresitas, El Reducto, Jandía… De esa publicación, además de comentarse en tertulias con inmensa alegría, sale alguna noticia en algún digital o periódico de papel con el titular «Fulanito de tal elogia el clima canario». Yo, que soy un poco malamañado y un poco perreta, me voy siempre a los recuadros, a los cinco últimos minutos de tertulia. Y cuando escucho esto del mejor clima del mundo, de los enormes datos turísticos, siempre pienso: «¿Paraíso? ¡No te lo crees ni tú!».