A pesar del gobierno de aquí y allá, de las cifras del paro y las desgracias, debemos ser capaces de detenernos y recordar, aunque sólo sea por un instante, por una efeméride de consenso, que entre nosotros habitaron poetas, hombres de letras, que hicieron de este país atlántico, patria de temas y asuntos propios, únicos, pero también compartidos con sus hermanos allende los mares. Uno de ellos fue Arozarena, de nombre Rafael, quien cruzó la casi interminable noche del franquismo, asido a un manojo de esperanzas fetasianas. Es a este Rafael, de apellido Arozarena, a quien los hombres del gobierno, pero también nosotros, ciudadanos de a pie, hemos decidido recordar con motivo de la celebración del Día de las Letras Canarias, el próximo 21 de febrero.
Y aunque inevitablemente la sombra de Mararía volverá a cubrirlo casi todo, Mararía no fue todo en la obra de Arozarena, que cultivó también la poesía, el relato corto y escribió otras grandísimas novelas como Cerveza de grano rojo. Es justo recordar ahora que el tinerfeño representó, ante todo, un ejemplo de honestidad con su obra y la tierra canaria que lo inspiró. Casi imposible de evocar sin su compañero fetasiano Isaac de Vega, Arozarena tampoco dudó al alzar la voz allá donde se le requirió. Recordamos su compromiso con el medio ambiente de las islas y esperamos que los actos que durante este mes y más allá se sucederán en su memoria sepan poner al hombre digno que fue, a no menor altura que su obra. Corren tiempos en que la memoria es frágil, débiles las conciencias y necesitamos algo de luz fetasiana que nos alumbre el camino en este malpaís.