
Imagine que en su restaurante favorito, después de servirle el plato que usualmente come, se percata de que este era una farsa, una mentira. Todo fue un montaje de plástico similar al plato que suele ordenar. Ya es muy tarde para vomitarlo, el proceso digestivo comenzó.
Sin embargo, usted no podrá digerirlo: su organismo no está diseñado para procesar los derivados del petróleo y sus contaminantes. Muchos de los restaurantes que frecuenta sirven platos parecidos. Después de varias comidas de plástico, su organismo no puede más. La muerte se acerca.
Esta es la historia de miles de ballenas, tortugas y aves que confunden una bolsa plástica con una “aguaviva”.
Se calcula que más de 100,000 criaturas marinas y un millón de aves mueren anualmente por esta razón. Una bolsa puede matar a varios animales una vez se descompone y el plástico sale nuevamente al ambiente.
Se estima que en Estados Unidos se utilizan más de 100 billones de bolsas anualmente y cinco trillones en el mundo. Lo peor es que es algo prevenible.
Por eso es bienvenida la Ley 247 del 2015 que reglamenta el uso de las bolsas plásticas y que entra en vigor el 30 de diciembre.
Aplaudo la campaña publicitaria que han puesto en marcha las agencias ambientales junto con DACO y los esfuerzos de la Legislatura por una ley bien diseñada.
Para los que piensan que los ambientalistas se oponen a todo; ¡aquí hay una iniciativa a la que no nos oponemos!
La medida tiene también otros beneficios marginales, pues ayudará a la industria del reciclaje a reducir costos. La remoción del polietileno, componente principal de estas bolsas, suele ser el costo mayor para las compañías que reciclan los plásticos más fáciles de recoger, como el Plástico #1 y #2.
El consumo de bolsas plásticas, solo en Estados Unidos, equivale a doce millones de barriles de petróleo. Esto no solamente es un gran ahorro monetario pero también una reducción de las emisiones causantes del cambio climático.
Esta reglamentación tiene otras consecuencias positivas como es evitar el tape de desagües y alcantarillados que tanto incrementan el costo al erario por mantenimiento de la infraestructura.
Aunque para los puertorriqueños será un cambio en la manera de hacer las cosas y su adaptación ciertamente traerá malestar, es lo correcto por hacer.
Muchos países ya han caminado por estas vías hace tiempo. Recuerdo que cuando viví en Dinamarca, hace 25 años, uno ya tenía que pagar 25 centavos por cada bolsa plástica. Hoy día, un danés utiliza, en promedio, cuatro bolsas plásticas al año, mientras que en muchos países esa cifra es más de cien veces mayor.
¿Cuántas bolsas plásticas estará usando el puertorriqueño promedio al año? ¿Cuántas serán necesarias?
Recuerdo que en el debate sobre la incineración y el controversial proyecto de Energy Answers, hubo defensores que reclamaban que ese proyecto nos acercaba a los países desarrollados que utilizan esa tecnología.
Ya lo he dicho antes: aunque la incineración se utiliza en muchos países, los más avanzados la utilizan después de haber reciclado más del 50% de sus desperdicios, mientras que los menos desarrollados lo queman todo.
La incineración sin reciclaje nos acerca a los países subdesarrollados. La ley para reducir el uso de bolsas plásticas hace lo contrario: nos acerca a esos países a los que quisiéramos pertenecer.
* Artículo de Ramón Cruz publicado originalmente en El Nuevo Día. Lo compartimos desde 80 grados, que lo reproduce con permiso del autor. Está publicado en Tamaimos bajo Licencia Creative Commons.