
De 12 al 16 de diciembre se celebrará el Ciclo “Español de Canarias, mitos y realidades” organizado por el Gobierno de Canarias con la colaboración de la Academia Canaria de la Lengua. El objetivo declarado de estas actividades, que se celebrarán entre Las Palmas y La Laguna, es “difundir entre la población canaria las peculiaridades de la variedad de español que hablamos en nuestras Islas, al tiempo que desmontar algunos prejuicios que se mantienen, pese a los esfuerzos educativos de las administraciones, entre los hablantes canarios.” Bueno, más vale décadas tarde que nunca.
Con motivo de este tipo de conferencias, insuficientes pero muy necesarias, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la situación y el futuro de nuestra variante del español: el canario.
En la reciente celebración del I Foro Bucio sobre la cultura canaria del siglo XXI organizado por la Fundación Tamaimos tuvimos el placer de disfrutar de una breve, pero dos veces buena, conferencia de Juan M. Pérez Vigaray, profesor titular de Lengua Española en la ULPGC. En su estudio sobre el humor hecho en nuestro país, el ponente analizó la situación y consideración de nuestro español.
El hecho de que una parte del humor en Canarias – en especial programas como “En Clave de Ja”- se construya sobre nuestra propia manera de hablar el español como recurso humorístico es un ejemplo claro de la situación de desprestigio del mismo. Un caso verdaderamente lamentable es el de ese mismo programa de la Televisión pública donde existe una sección denominada el diccionario canario-peninsular de Doña Carmela. En este esperpento, Eloísa lee diversas definiciones y Carmela responde con su vocablo canario correspondiente. Esto, paradójicamente, genera carcajadas entre un público canario como si su léxico y el de sus padres y abuelos se tratase de un chiste. Para Vigaray es lamentable el enorme daño que esto provoca a la valoración social del español isleño.
Por otro lado, los medios de comunicación locales se suman a la fiesta del desprestigio de nuestra habla con publicidad donde se hace uso de un español que no se habla en Canarias, en donde se exageran las eses y no se detecta acento alguno, incluyendo anuncios de instituciones públicas como ayuntamientos o cabildos.
Por último, alarmó a los presentes sobre el profundo deterioro y cambio del español de Canarias hablado entre los más jóvenes, donde nuevos fenómenos como la extensión del pronombre ‘vosotros’ y la pérdida de una parte importante del léxico isleño, es una realidad constatable a pesar del esfuerzo de muchos docentes.
Todo ello me ha hecho reflexionar e intentar presentar, más que posibles respuestas, algunos interrogantes y sobretodo compartir una inquietud sobre nuestro español que creo fundada para abrir un debate que creo necesario.
A pesar de no ser lingüista mi intuición me dice que la situación del español de Canarias es más grave de lo que normalmente se cree. La prueba de ello no somos los hablantes de canario de mediana o mayor edad sino las nuevas generaciones que ya vienen. Sin arraigo, sin institucionalización de nuestra variante del español y criados en buena parte por la televisión en castellano de España, no es raro que nuestros chinijos y adolescentes se hayan envueltos en una clara tendencia de pérdida paulatina de las características propias de nuestra habla. A esto debemos añadir unas generaciones de mayor edad que han sido adoctrinadas en la absurda creencia de que el canario es sinónimo de hablar mal siendo el modelo castellano el modelo a seguir. Por último, también entre estas generaciones, se considera que mientras ellos hablen en canario no se corre ningún riesgo de pérdida del mismo.
Este tipo de fenómenos sociolingüísticos no son, obviamente, únicos de Canarias ya que lo podemos constatar en otros países del mundo donde encontremos una lengua o dialecto marginalizado frente a otro de mayor poder o prestigio. Constatando este hecho nos preguntamos, ¿qué hacer?
Si tenemos clara la delicada situación, de entrada, deberíamos preguntarnos si de verdad tenemos la voluntad de contrarrestar este proceso que parece imparable -ya que no faltan hablantes del canario que aceptan sin problemas esta pérdida de nuestro patrimonio lingüístico-. Otros, con más conocimiento de causa o autoestima, se preguntan por qué si desde los expertos en lingüística y las instancias académicas ya se ha dejado más que claro que el español de Canarias es una variante del idioma tan válida como la castellana o cualquier otra, ¿por qué a nivel social persiste el desprestigio de la misma frente al castellano?
Más que entrar en analizar cada una de las razones que están detrás del fenómeno quisiera aportar reflexiones sobre cómo intentar revertir esta situación. El célebre lingüista David Crystal en su obra “La muerte de las lenguas” nos comenta que para salvar una lengua “…el objetivo inicial es contribuir a que una comunidad descubra la singularidad de su patrimonio. Y no debe subestimarse la enormidad de esta tarea, porque tomar conciencia de en qué consiste el patrimonio lingüístico propio requiere un esfuerzo, ya que el hecho de vivir dentro de la lengua les impide apreciar su singularidad.” Por tanto, es clave que desde el sistema educativo y los medios se tome en serio la tarea de transmitir de manera fehaciente la singularidad de nuestro patrimonio lingüístico, labor que a todas luces aún no se ha realizado a pesar de la voluntariosa labor de numerosos docentes del país y la tarea que la ACL lleva desempeñando desde hace algunos años.
Pero como comenta Crystal, no debe subestimarse la enormidad de esta tarea ya que me temo que con brindar la información no será suficiente frente a siglos de analfabetismo, décadas de adoctrinamiento y desprestigio. Por ello, los resultados difícilmente serán inmediatos y las perspectivas parecen sombrías ya que, a veces, la voluntad de un puñado de docentes y algunas instituciones es a todas luces insuficientes frente a la presión de los mass media y una mentalidad consolidada. Es un David contra Goliat, una labor artesanal frente a la industrial. Crystal lo advierte e insiste en ser conscientes de la extensa labor a realizar cuando comenta que “dentro de la comunidad, el tamaño de semejante empresa puede bastar para dejar sentada a la gente. Saben que no saben suficiente y que carecen de recursos. Por eso demoran cualquier tipo de decisión o se presentan al problema con titubeos en vez de hacerlo sistemáticamente. Buscan resultados rápidos y, luego, cuando ven que no funcionan, vuelven a retraerse de nuevo. Subestiman la cantidad de trabajo pre-eliminar que ha de desplegarse para poder apreciar logros significativos”.
En consecuencia, es obvio que en nuestro caso todo esfuerzo va a ser poco pero más que necesario. En la tarea de que nuestro pueblo descubra su patrimonio lingüístico es fundamental hacerlo acompañado de valores que, sin ellos, de una manera exclusivamente técnica, considero que vamos a partir de una base escasamente sólida: “uno de los primeros objetivos de intervención debe ser la creación de oportunidades para mejorar la valoración moral que la comunidad hace de su propia lengua y generar sentimientos de confianza, autoestima y orgullo hacia ella”.
Por último, me gustaría señalar que, si en esta tarea aspiramos a conquistar resultados palpables, es necesario intentar aunar a toda la gente posible, principalmente a los propios hablantes del canario sin distinción de orientaciones políticas, ideológicas, sociales o de cualquier otro tipo. Esta empresa solo será posible como un trabajo colectivo donde las instituciones, medios de comunicación, sistema educativo y sociedad se impliquen.
En base a estas premisas, que propongo para abrir un debate al respecto, creo que podemos empezar a idear propuestas más concretas. Pero lo que resulta más que obvio es la difícil situación del español isleño que podría verse seriamente mermado en menos de unas pocas décadas, lo que demanda que dejemos de tomarnos en clave de ja nuestra principal seña de identidad como pueblo: el canario.