Pasó sin pena ni gloria el Día de la Constitución, el que conmemoró el 38 aniversario de su aprobación. En el horizonte, muchos cambios pendientes y una carta encorsetada y limitadora, más que expansiva. Titula El Diario de Avisos que “Canarias puso la ‘primera piedra’ institucional para reformar la Constitución”. Todo ello porque el Ejecutivo canario, en colaboración con la Fundación CajaCanarias, organizó una conferencia de expertos para debatir las posibles reformas constitucionales. Como pueden suponer por los impulsores, el debate versó mucho sobre REF, singularidades canarias pero hasta ahí, alguna petición de federalismo de Juan Fernando López Aguilar y una pequeña dosis del “peligro soberanista catalán”.
Sin hacer análisis demasiado exhaustivos, la Constitución es, en esencia, un texto de intenciones que no cumple. Derecho a la vivienda, al trabajo, a la libertad en todos los aspectos… y a la educación, de eso hablo luego. Una carta imposible de cambiar para albergar más libertad, pero sí para entrar en la Comunidad Económica Europea o contentar a los poderes económicos, como ustedes habrán adivinado hablo de las reformas de 1992 y 2011, las dos únicas hasta el momento. Las expectativas canarias, al menos desde las instituciones que debieran fomentar los cambios, se limitan al manido y dichoso REF y al reconocimiento de las «singularidades canarias», así, en ambiguo. Nadie habla de más competencias, de abordar el federalismo desde Canarias ni nada por el estilo. Pero ese no es el objeto de este texto.
A las puertas del nuevo festejo de la Constitución, me encuentro con dos noticias que deberían preocuparnos muy seriamente. Por un lado, según un estudio de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Canarias está en las últimas posiciones del Estado en economía del conocimiento, o lo que es lo mismo, las variables que recogen los titulados superiores, los puestos de alta cualificación o la inversión en I+D+I. El 21,1% de los canarios en edad de trabajar tienen estudios superiores. La media estatal es de 27,4%. En Canarias solo el 23,8% son ocupaciones de alta cualificación, casi nueve puntos menos que la media estatal. Por otro lado, según el reciente Informe PISA, Canarias está por debajo de la media del Estado, de la Unión Europea y de la OCDE en Ciencias, Matemáticas y Lectura.
Adivinen quiénes nos acompañan en ese vagón de cola en ambos aspectos. Sí, han acertado, Andalucía y Extremadura, precisamente los territorios con más pobreza, más paro y peores indicadores sociales. Por lo tanto, no es que no seamos unos tontos, no es que seamos unos burros, es que estos datos están asociados, inseparablemente, con unos pésimos datos sociales. Estamos ante la generación más preparada de la historia en nuestro país, pero las circunstancias sociales, la falta de apuesta, la importación de mano de obra y la ausencia de ámbitos específicos para el desarrollo de ciertos conocimientos, hacen que los jóvenes tengan que partir o trabajar en empleos de menos cualificación. Anoche mismo despedía a un amigo que, cansado de tanto desempleo, prueba suerte unos meses en otros lares. En otra ocasión despedimos a un brillante científico que tiene que ejercer su profesión muy muy lejos. ¿Y aquí qué? Pepe Alemán dice en el libro «De un tiempo, de un país» que “en Canarias más vale tener conocidos que conocimientos”. O malvive, o búscate conocidos, parece ser el lema. No hay Constitución que arregle esto, pese a los derechos recogidos.
El artículo 27.5 de la Constitución Española recoge el derecho a la educación, advertía arriba que hablaría de forma más extensa de este derecho. Estos casos de los que he hablado, solo dos de muchos vividos, pertenecen a una generación que ya se formó, en Canarias o fuera, pero no puede ejercer su profesión de manera digna en Canarias. La que viene, la que está ahora mismo en las Universidades, dista de tener esos problemas, por ahora. La principal preocupación pasa por superar un sistema educativo reservado para las élites económicas. Cuando las becas escasean, las reválidas se imponen, las letras dejan paso a las materias que los poderes económicos demandan, como si las vocaciones dependieran de los ciclos económicos, las preocupaciones por el futuro laboral, no son ni siquiera inmediatas. La lucha se centra más en salir adelante, en al menos poder pagar la matrícula, con la situación laboral de tus padres como posible salvaguarda a que ese año, por lo que sea, no te concedan la salvadora beca. Si tus padres son pobres, la cosa está jodida.
Uno de esos casos es el de Samuel Martel Jiménez. Samuel es un estudiante de Periodismo en la Universidad de La Laguna. Este año le denegaron la beca porque sus padres superaban el umbral patrimonial por una propiedad que no puede ser explotada, al ser compartida por el padre y sus hermanos. Su madre trabaja en los tomateros, su padre se quedó en paro, pertenecía a la misma profesión, y por ello no puede pagar la matrícula para seguir estudiando. Con los 655 euros que gana la madre, no pueden asumir la matrícula de 829 euros que debe pagar para seguir estudiando. #Education4everybody está impulsando un crowdfunding y el 30 de diciembre organiza un concierto benéfico para recaudar fondos.
Otra vez más, la solidaridad sustituyendo a la acción gubernamental, al abaratamiento de los costes de algo tan básico como la misma educación. Si la inversión en I+D+I es irrisoria, si maltratamos a nuestros estudiantes recortando en becas y subiendo las matrículas, si obligamos a nuestras personas formadas a emigrar, ¿de qué nos extrañan los malos datos en PISA, que estemos en la cola en tantos indicadores educativos? Los datos son fríos, y servidos en medios de comunicación de masas, generan una cultura del autoflagelamiento, de la autovergüenza, y de todas esas cosas tan canarias. Hay que atajar los problemas de raíz. Para empezar la Constitución no evita estos atropellos contra nuestro pueblo. Los años pasan y no en balde. Poner el sistema al servicio de jóvenes como Samuel, solo un caso entre tantos, es obligación para mejorar nuestra sociedad. Luego alguien se extrañará de la desafección política de los jóvenes…