La Escuela Canaria es posible. Esa fue la idea que extraje de varias charlas que se presentaron el pasado sábado en los Alegatox (píldoras de pensamiento crítico, canario y autocentrado) y que la Fundación Canaria Tamaimos organizó en Agüimes. A medida que iba escuchado algunas ponencias, iba compilando en mi cabeza la imagen de esa posibilidad. Sin ánimo ni aspiración de ser experto en el tema, los que sí conocen cada uno de sus materias, hilvanaban, sin pensarlo, este artículo al que ahora le doy forma.
La escuela actual no es, al menos en su totalidad, un modelo de éxito para nuestros menores. En primer lugar es cara. Los padres deben sufragar buena parte de los gastos asociados a la educación, lo que supone un importante desembolso económico. Todo ello con las cifras de paro, precariedad y pobreza que existen en Canarias. En segundo lugar, fomenta el estrés del menor más que la felicidad. Este mes se está llevando a cabo la huelga de deberes de fin de semana por parte de los padres. Un 48,5 % de los padres consideran que los deberes de los hijos afectan de forma negativa a su vida familiar y sobre todo, no favorecen su rendimiento. La media de horas semanales para los deberes en el Estado español es de 6,5 por 3 en Finlandia. El fracaso escolar es tres veces menor en el país escandinavo. Amador Guarro, Profesor de Didáctica e Investigación Educativa de la ULL, señala en 90 minutos de la TV Canaria que el aprendizaje no está relacionado con la tarea. En definitiva, los deberes forman parte de la tradición educativa y no de una forma de aprendizaje. Es una receta antigua en el tiempo actual, en que los niños y las familias son distintos. La profesora Ros Mari Baena propone tareas voluntarias que ocupen un espacio corto de tiempo y en todo caso cree que habría que repasar lo dado en clase todos los días.
En tercer lugar, la escuela en Canarias no es canaria. Quiero decir, está en Canarias, pero solo es canaria cuando llega el Día de Canarias. Ros Mari Baena en su ponencia «Una escuela para ser feliz» demostró que la educación de los niños puede atender la identidad y la cultura canaria. A los niños se les enseña la tradición, costumbres, etnografía, a tocar el timple, las lapas, cuestión que también expuso Juan José Monzón, la naturaleza y muchos otros elementos relacionados con las islas. Además a los alumnos se les enseña autonomía personal. Baena lo ejemplificó en que sus alumnos organizaron el viaje de fin de curso a Madrid. Por otra parte, se forman alumnos multiculturales y respetuosos con niños de otros lugares. Más allá de la propia integración de niños de diferentes nacionalidades en el misma aula, Gemma del Rosario nos contó su Red educativa sin fronteras en Senegal, un programa de intercambio de profesores. Sus alumnos canarios de secundaria se sorprenden cuando aprenden cómo viven realmente en Senegal, porque tienen móviles o Internet. Los de aquí y lo de allá aprenden a conocer a uno de sus vecinos. Ros Mari Baena expuso también las visitas de niños de otros lugares a su aula, lo que ayuda a conocer otras culturas e identidades.
La Escuela Canaria debe aspirar a tener autoestima, como forma de crear adultos sin complejos. Una autoestima que se refleja a través de la oralidad. Así lo indicó Yeray Rodríguez. El profesor universitario y verseador estableció la necesidad de que el individuo sepa contarse a sí mismo desde pequeño. El verso improvisado es la herramienta para llevarlo a cabo. Y no porque los niños aspiren a ser verseadores, sino porque les ayuda en muchos ámbitos de la vida. “Muchas madres me cuentan que desde que están en clases de verso improvisado sus hijos han aumentado su rendimiento académico”, afirmó Yeray Rodríguez. De otra parte, la Escuela Canaria debiera ser integradora y respetuosa con las diferencias. En todos los sentidos, pero Yaiza Afonso lo explicó desde el punto de vista de la mujer y la diversidad funcional. A través del Proyecto Magarza, fomentar el respeto a las personas diferentes. Concretamente en el ámbito educativo, atender las diferencias para integrarlas en el conjunto y no tratarlas como una tara, en un sentido o en otro.
Parto de la premisa de que esta Escuela Canaria debe ser pública, libre y gratuita, pero mientras no sea posible caben otras fórmulas que se alejen del ánimo de lucro puro y duro. Podría ser el caso de la Escuela Libre Guanil, un proyecto educativo con el objetivo de crear una Escuela Libre y Canaria en Gran Canaria, y que prevé arrancar en breve. Ante todo la escuela tiene que ser un espacio para que el menor sea feliz. En este sentido, parece una obviedad, pero los niños necesitan ser felices, por encima del éxito que pretenden para ellos muchos padres y que genera estrés, frustración y miedo al fracaso en el pequeño. El menor debe preocuparse de ocupar su espacio infantil y no estar preocupado de otras metas. Ros Mari Baena mostró fotografías de sus alumnos tumbados en clase, «para que la escuela sea un lugar para estar cómodos, como en casa». Si a esta felicidad le añadimos los rasgos de la escuela canaria anteriormente descrita, tendremos ante nosotros a unos «dueños del futuro», en palabras de Yeray Rodríguez, felices, capaces, respetuosos en todos los sentidos y con hondas raíces.