
Miércoles por la noche, Las Palmas-Eibar de Copa del Rey. Porto como cada partido mi bandera, la de las siete estrellas verdes y azul claro. Llego a mi asiento y extiendo la bandera. El Coordinador de Seguridad me advierte de que la tengo que retirar entre amenazas de que me «puede abrir expediente». Quiero hablar con la seguridad del club que me dice que la orden es policial. Repito estrategia ante el Atlético de Madrid, es domingo 17 de enero. Llego dos horas antes, pero nadie me da respuestas. No puedo portar mi símbolo, que desplego porque soy canario y Las Palmas es un equipo canario. La bandera canaria, la de las estrellas y el celeste en medio, es la que me representa como canario, no me adhiere a ninguna ideología concreta. Me entero de que en la Naciente y en la Sur sucede lo mismo. Mi indignación va en aumento, no sé dónde acudir.
Decido denunciarlo. Llamo a Tamaimos, para que se haga eco y a un abogado, con el objetivo de plantear una queja al club. Desde que el jueves 21 de enero sale en Tamaimos.com, el tema corre por las redes como la pólvora. Reaccionan partidos de distinto signo, consejeros de Cabildo, concejales de ayuntamientos y el mismo Presidente del Cabildo de Gran Canaria. El tema supera todas mis expectativas y me asusto: yo solo quería portar el símbolo canario, que anima a un equipo, que me identifica con mi tierra y con mi club. No voy al estadio a hacer política, pero algunos sí la hacen prohibiendo los símbolos que no le gustan. ¿Por qué tengo que usar la bandera que ellos digan? Cuando el tema se destapa me doy cuenta que no soy el único que siente esa bandera como la bandera de Canarias, como la auténtica, sin legalidades que valgan. ¿Acaso no es inconstitucional la española con el toro en medio? Me planteo por qué esa bandera, la azul flojita con las estrellas, no es la oficial.
Sé que tengo mi derecho y que lucho contra la censura. A pesar de eso, no puedo evitar sentirme nervioso como un flan. Desde un lado me animan a seguir adelante, desde otro me presionan y me acusan de querer generar polémica. Sale en la prensa escrita, en redes sociales, se extiende por medios digitales y blogs. El Cabildo, propietario del recinto, da luz verde a la bandera canaria de las siete estrellas en el Estadio. El club, tras hablar con Seguridad, también acepta que se vuelva a portar la bandera. Nadie me da explicaciones de por qué me prohibieron portar mi símbolo. Lo cierto es que en una semana, tras un enorme revuelo mediático, se solucionó el problema. Desde entonces llevo, con más orgullo si cabe, mi símbolo al Estadio de Gran Canaria.
El 22 de octubre este símbolo cumple 52 años. Se exhibirá en los Cabildos de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, así como en varios ayuntamientos de las islas, gracias al trabajo de la Coordinadora 22 de octubre. Tan prohibida y marginal no puede ser cuando en nuestras instituciones se conmemora su creación. ¿Qué más hace falta para acogerla como símbolo oficial de Canarias? Siempre hay quienes aprovechan estas cuestiones para hacer política, caso de Ciudadanos en La Laguna, del PP en muchas instituciones y de Podemos en los Cabildos de Fuerteventura y Tenerife. La nueva política a veces nos confunde. Incluso abren una vía penal para prohibir su izado, hasta ahí llegan. A mí me da igual lo que me diga un Coordinador de Seguridad o un Abogado del Estado sobre lo que es adecuado o no. Quiero mi bandera tricolor, con el azul flojito en el centro y con las siete estrellas verdes, sea o no sea oficial. Una vez la quisieron prohibir en un recinto deportivo y ganó la libertad de expresión.
* La historia está inspirada de manera libre en la prohibición de la bandera canaria en la Grada Curva el pasado mes de enero. Algunas de las reflexiones no tienen necesariamente que coincidir con el pensamiento de esta persona.