
Dice Yaiza que “patria” es, hoy en día, una palabra desvirtuada y algo de razón le asiste si tenemos en cuenta que el sentido, o por mejor decir el empleo de esta palabra ha variado bastante en el transcurso de la Historia. “El amor del ciudadano a la patria nación –como acertadamente sostenía Fermín Caballero- no es tan fuerte como el del vecino a la patria pueblo, ni éste puede igualar al del campesino a la patria casa” (FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Javier y FUENTES ARAGONÉS, Juan Francisco: Diccionario político y social del siglo XIX español, Alianza Editorial, Madrid, 2003, pp. 519-20.). Al hilo de esta cuestión, el microcosmos Garachico ha sido, a lo largo de su secular transcurrir, campo propicio de diversos sentires. Por su condición histórica de puerto principal de Tenerife, fue también puerta abierta al mundo. La percepción del orbe que pudiera tener cualquier antepasado nuestro de los siglos XVI y XVII, pensemos por ejemplo en nuestro gran paisano Tomé Cano, “capitán y escritor de la época de los galeones”, canario de Garachico y sevillano de Triana (CARRASCO MOLINA, Enrique: Tomé Cano. Capitán y escritor en la época de los galeones, Ed. SoloCanarias, Tenerife, 2015, p. 4.), que desde aquí surcara los mares, recalando en territorios distintos y distantes, cabe suponer que su mentalidad sería poco o nada proclive a concepciones que hoy pudieran tildarse de patrioteras. La propia Yaiza se empeña en dejar muy claro que su padre, por fortuna, no padeció la terrible enfermedad del chovinismo.
Otro garachiquense ilustre, el presbítero Francisco Martínez de Fuentes, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, defensor a ultranza de los intereses de su villa natal, a la que siempre se refirió como su patria, también fue, igual que luego Hermógenes Afonso, admirador del enciclopedismo y de la cultura francesa. Y resulta curioso saber cómo Martínez de Fuentes, en el contexto de la Guerra de la Independencia española, fue considerado “benemérito de la Patria”, por haber contribuido, en 1809, con sus generosos donativos y exhortos parroquiales para el vestuario de la tropa que salió de Canarias para Cádiz en defensa de la Nación (VELÁZQUEZ RAMOS, Cirilo: “Garachico a comienzos del siglo XIX. El honrado patriota Francisco Martínez de Fuentes”, en Canarias y la Guerra de la Independencia, Actas del Congreso 200 Años de la Junta Suprema de Canarias, Nº extraordinario 2008 del Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, La Laguna (Tenerife), 2008, pp. 466-498.). Por el contrario, su sobrino, el también sacerdote garachiquense Matías Aguilar y Martínez, fue encarcelado y sus bienes embargados en 1822, con la emancipación de las colonias españolas en América como telón de fondo, acusado de conspiración contra el sistema constitucional y de propulsor de la independencia de Canarias. Esta ruidosa causa, que resolvió finalmente, en marzo de 1823, la Audiencia de Canarias, declarando nulo todo lo actuado y absolviendo a Matías Aguilar (Sentencia de la Audiencia de Canarias declarando nula la dictada por conspiración por el juez de primera instancia de La Orotava contra Matías Aguilar y José Pérez Chávez. Canarias, 15-3-1823. Impreso. Legajo Asuntos Públicos y Políticos desde 1695, III (204 r) RM 116 (20/37), Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, San Cristóbal de La Laguna.), no quita que hoy podamos considerarlo como el primer garachiquense acusado y privado de libertad por independentista.
Ya en el siglo XX, el escritor y periodista José María Benítez Toledo, contemporáneo del abuelo paterno de Yaiza y primer alcalde de Garachico con la Segunda República, hablaba en 1933, desde una posición marcadamente tinerfeñista que hubiese irritado sin duda alguna a Hermógenes Afonso, de nacionalismo integrante vinculado a la realidad política española. Lo curioso es que, catorce años antes, en septiembre de 1919, don José María había participado en la denominada Fiesta de los Menceyes organizada en el Ateneo de La Laguna en el Teatro Leal, Y lo hizo exaltando -según recogía la crónica de prensa- la gloriosa tradición del mencey de Daute y “cantando en sentidas e inspiradas estrofas el espíritu hidalgo y guerrero de aquella raza fuerte y noble” en un poema que tituló precisamente “El salmo de la raza. Lo que vieron las rocas” (VELÁZQUEZ RAMOS, Cirilo: “Periodismo y política en el Tenerife del primer tercio del siglo XX. Memoria sin retorno: José María Benítez Toledo”. En El periodismo y la cohesión territorial del Archipiélago, Actas del I Congreso del Periodismo Canario, Nº extraordinario 2010 del Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, La Laguna (Tenerife), 2010, pp. 392-430.). Andando en tiempo, Benítez Toledo acabaría siendo víctima de los patriotas de izquierda y de derechas, porque fue represaliado por uno y otro bando en la Guerra Civil, muriendo exiliado en la ciudad francesa de Marsella en octubre de 1964.
Pero esa identificación absoluta de Hermógenes Afonso con Garachico, de la que hablábamos, no es sino la continuación de un sentimiento común secular, muy particular y propio de todo garachiquense. No es, por tanto una singularidad del sentir de nuestro protagonista. Él solo ha sido un legatario más, como ahora lo son sus hijos y sus nietos y todos los garachiquenses, del acervo sentimental heredado. Y quien mejor ha descrito este vínculo fue el palmero de Los Llanos de Aridane Benigno Carballo Wangüemert, economista liberal y notable ateneísta en Madrid, en su obra titulada Las Afortunadas. Viaje descriptivo a las Islas Canarias, editada por primera vez en 1862. En ella aludía al excepcional y sólido afecto de los garachiquenses por el solar de sus antepasados:
“…este pueblo parece haber sido señalado por el dedo de la Providencia para que sufriese el exterminio. Todos los elementos se han desencadenado contra él…. Rodeados de tantos peligro y a pesar de tan triste y desconsoladora experiencia, los habitantes de Garachico no abandonan este lugar de desolación, unidos a este suelo por el amor santo de la patria. Cuando algunos filósofos ponen en duda este sentimiento pudiera contestársele: id a Garachico, que allí encontraréis la respuesta y la satisfacción de vuestras dudas”. (CARBALLO WANGÜEMERT, Benigno: Las Afortunadas. Viaje descriptivo a las Islas Canarias, Taller de Historia 1, Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1990, p. 77.)
Por eso Yaiza ha vuelto a sentir la llamada atávica de ese sentimiento de pertenencia y ha querido convocarnos hoy aquí, en Garachico, junto a los suyos, animada por su espíritu isleño. La misma esencia a la que tantas veces cantó Nicolás Estévanez, para quien la patria era también una cuna y la memoria. Y nos ha citado la autora para hacernos partícipes del ritual de su sentida ofrenda, jugosa y desbordante, a modo de gánigo literario, a la figura y a la obra de su padre. Evidentemente, la personalidad de Hermógenes Afonso de la Cruz, como la de todo destacado agente social, no está exenta de controversia, pero de lo que no cabe duda, discrepancias al margen, es de la importancia y repercusión de su labor divulgativa en torno a la cultura guanche y el mundo rural isleño así como de su empeño tenaz, desde la superioridad de los valores, en la defensa del terruño que él siempre sintió como su verdadera patria. Creo sinceramente que Yaiza, desde lo más profundo de su alma, ha logrado con este libro sobre su padre, al menos, mantener viva la llama de su recuerdo, acortando esa sola distancia que el profesor Juan Régulo, insigne palmero de Garafía y canario por los cuatro costados, decía que había entre aquellos que la Historia selecciona y aquellos de quienes la Historia se olvida (RÉGULO PÉREZ, Juan: Presentación de la obra Fastos Biográficos de La Palma, de Jaime Pérez García, Tenerife, 1985, Tomo I, p. 13.).
* Artículo del historiador Cirilo Velázquez Ramos en la presentación de «Hupalupa. Memoria desde tus vivos» de Garachico, el pasado 29 de julio. El artículo fue remitido a Tamaimos.com para su publicación.