Para empezar habría que intentar definir la palabra soberanista. Una definición sencilla podría ser querer que las personas de un determinado lugar, tengan el poder de decidir por sí mismas su futuro, ya sea en lo político, lo económico o lo cultural. A pesar de que desde determinados medios centralistas se ha intentado mezclar, hay que diferenciar entre soberanismo e independentismo. Se puede ser soberanista, querer tomar las decisiones del futuro del lugar donde vives, pero no ser independentista, aspirar a un estado federal por ejemplo, pero siempre defendiendo el derecho a tomar tus propias decisiones sin ninguna ingerencia.
En Canarias, actualmente los niveles de soberanía son mínimos y la tendencia es a reducirse. Mientras en otros lugares donde gobiernan partidos nacionalistas, estos tienden a caminar hacia la soberanía, en nuestro país, la dirección marcada por el partido que lleva décadas en el gobierno, es la contraria, más dependencia, contra la independencia entendida como depender cada vez menos del exterior.
Pasando a desglosar los diferentes tipos de soberanía, habría que empezar por una de las más importantes, que sería la soberanía alimentaria. En la actualidad, Canarias importa un 90% de los alimentos que se consumen en las islas. La nefasta distribución de las ayudas que se reciben en las islas y las políticas agrarias llevadas a cabo por el Gobierno de Canarias, lleva décadas favoreciendo la importación por encima de la producción local, lo que ha llevado al abandono de la agricultura campesina de las islas, con lo que ello conlleva en términos económicos y de dependencia. Se hacen necesarias políticas encaminadas a favorecer la soberanía alimentaria redireccionando las ayudas que van a la importación, hacia la producción local. En este punto, las consumidoras y consumidores canarias, tenemos también nuestra responsabilidad al margen de los cambios políticos necesarios, exigiendo y comprando productos locales, estando también en nuestras manos dar pequeños pasos hacia la soberanía alimentaria.
Otro de los tipos de soberanía que precisa de un urgente desarrollo, sería la soberanía marítima, entendiendo esta como el control de las aguas que rodean el archipiélago canario. La cesión del Sahara Occidental a Marruecos por parte de Franco en 1975, ha traído consecuencias nefastas tanto para la población saharaui en cuanto a derechos humanos, como a la canaria con respecto a su flota pesquera, que ya no puede faenar en el banco pesquero canario-sahariano. Según la Convención de Naciones Unidas Sobre el Derecho del Mar, si Canarias cambiase el estatus político-jurídico, tendría derecho a una Zona Económica Exclusiva (ZEE) que daría derecho a explotar los recursos pesqueros o posibles yacimientos que pudiesen existir en el subsuelo marítimo. Esto no es ninguna utopía, ya que otros archipiélagos como Madeira o Azores lo tienen. En los últimos 40 años, el banco pesquero canario-sahariano se ha visto expuesto a una sobre explotación, al mismo tiempo que la flota pesquera canaria ha ido desapareciendo debido al maltrato en el reparto de cuotas pesqueras por parte del Estado español y la Unión Europea, baste como ejemplo recordar que un solo barco vasco o andaluz, tiene la misma cuota de pesca de atún rojo que toda la flota canaria. La nefasta labor de CC, junto al beneplácito de PP y PSOE, han tenido mucho que ver en esta situación.
Como tercer punto se hace más que necesario caminar hacia mayores cuotas de soberanía energética. En este momento, la dependencia de las energías fósiles en Canarias llega a un 91%, estando el archipiélago en la cola del Estado español, en cuanto al desarrollo de energías renovables, a pesar de la localización privilegiada de las islas según expertos mundiales en la materia. Otra vez nos encontramos políticas llevadas a cabo por parte de Coalición Canaria y sus socios de gobierno, más encaminadas a la especulación y a favorecer a empresas “amigas”, como es el caso del empecinamiento de la implantación del gas en las islas, que el desarrollo de energías alternativas, que resultarían más baratas, y generadoras de empleo, disminuyendo la importación de petróleo y sus derivados, con el consecuente ahorro tanto económico como medioambiental.
Por último, y no menos importante, habría que resaltar la soberanía política. La necesidad de una Canarias como sujeto político soberano, que decida su futuro de manera libre y democrática, sin ninguna imposición del exterior, donde la ciudadanía sea capaz de llevar a cabo la transformación social necesaria para el desarrollo de nuestro país. Y llevar a cabo las políticas de desarrollo anteriormente expuestas, que nos haga más “independientes”.
En definitiva, soy soberanista porque quiero el desarrollo de mi pueblo. Soy soberanista porque no me conformo viendo a mi país en la cola en la implantación y desarrollo de políticas sociales de todo el Estado español. Soy soberanista porque no serlo, equivale a ser antidemocrático.
José A. Hernández/ Creando Canarias