
Para un padre la memoria de su primera hija es la oportunidad de asumir su cuerpo emocional. Si sobre el varón primogénito recae la responsabilidad de llevar las riendas del carro solar, sobre el encanto de la mayor de las hijas descansan las ensoñaciones del padre, el mundo interior de las cacerías, el entusiasmo de la aventura. Así que es justa la necesidad de Yaiza de encargarse de recordar a Nito (Hermógenes) y que, al hacerlo, hable de una cuestión que los trasciende a ambos: el vínculo entre el padre y la hija, ese mar nutricio de facetaciones y complejidades desde donde se puede abordar cualquier pregunta de la existencia o aspecto de una leyenda.
No voy a desvelar nada de esta historia. Creo que lo mejor es remitirles a la lectura del libro que nos ocupa. Me confieso demasiado cercano de Yaiza para entender la verdadera dimensión de esta trama. Pero sí daré algún dato, tanto de Yaiza como de Nito, que sirvan de introducción a ambos.
Aunque todos los integrantes de la familia de Amparo y Nito se hallan bendecidos por Venus y su brillantez, en Yaiza ese brillo se exalta e intensifica para extenderse y propagarse como un signo de un mundo mejor y más bello. Como ya dijimos, si el primogénito se encarga de llevar el timón de la nave hacia el objetivo solar, la hija lo hace de los contenidos, los frutos y beneficios de esa apuesta. Si de pequeño el primogénito es categóricamente masculino, el segundo hijo o la primera hija es contundentemente femenina y dulce.
De niña, Yaiza era igual a una luz que gateaba y trepaba por nuestros cuerpos, con su cabello rubio, dándonos besitos y acariciándonos. Estaba dotada de manera innata hacia la expresión, la representación y la puesta en escena. Le aplaudíamos sus bailes y actuaciones. En casa de Amparo y Nito se respiraba positividad y receptividad para con las expresiones y aportaciones de los otros y esto, que hoy en día nos puede parecer irrelevante, era notable en la sociedad de aquellos tiempos, marcada por la postguerra, donde en modus operandi era la aspereza y la acritud. En su casa se celebraba y aplaudía, se oía y abarcaba a los otros y a ellos mismos, como es justo y sano. Así que la brillantez y su trascendencia, la capacidad de comprender a los demás y la dulzura, definieron a Yaiza, nuestra escritora, desde siempre.
Pero en esta inteligencia comunicadora también veo la huella de Nito (Hupalupa), que sabía oír diciendo y responder acogiendo, como lo muestra este pasaje que entresaco del libro:
– Nito, vamos a tener una niña ¿Qué nombre le ponemos?
– A mí me encanta Tayri, significa amor.
Sobre Nito tan sólo decir que, por los motivos que fuera, fue un prodigador de encantamientos, un dador de lo amable en un tiempo de rudeza y depresión generalizada. Estaba imbuido de una generosidad lírica que lo llevó a recuperar palabras (que son lo mismo que tesoros) y, sobre todo, a regalarnos una imagen poderosísima y arquetipal, la de El baile del sol, dando cuerpo y cimentación, añadiendo fuentes, no sólo a nuestra identidad, sino a la conformación de la personalidad de cualquiera.
Cuando la función de la memoria se vuelve benefactora y articula la recuperación, la justicia, el desagravio y el perdón, entonces sirve no sólo para limpiarnos a nosotros mismos, para sanear, desincrustar de escorias el nudo familiar, sino para sanar la colectividad y mejorarla. Quizás este sea el sentido de HUPALUPA Memoria desde tus vivos. Un objetivo evidentemente ambicioso y elevado, que sólo puede ser concebido y vislumbrado por una conciencia, como la de Yaiza, dueña de la claridad.
El poeta ve estrellas en donde el otro tan sólo ve un muro negro, teje la imagen inasible del alma y hace dación de la misma. Tan sólo saludarte, Yaiza, darte la bienvenida o, mejor aún, dejar que nuestras almas te saluden y te den la bienvenidas a ti, que con tanta generosidad nos has entregado la tuya.
* Artículo remitido por Fermín Higuera por correo electrónico para su publicación en Tamaimos.com. Fermín Higuera es profesor de piano en el Conservatorio Superior de Música de Madrid, compositor y poeta. Además es tío materno de Yaiza Afonso Higuera.