En Fagagesto, Antonio Pinocha me dijo que varios camiones salían al día de Tamadaba con la pinocha que se habría de utilizar para cama del ganado, para empaquetar los plátanos y para fertilizar el suelo mezclada con estiércol. Poco antes se usaba también para rellenar colchones y almohadas. No demasiado tiempo atrás había mucho menos combustible en el campo por la gestión que hacían los agricultores y ganaderos de las islas. Se limpiaban los caminos, se recogía monte (retamas, escobones, etc) para cama del ganado y otros usos. Mi bisabuelo lo llevaba desde la Montaña de la Ruda hasta La Umbría de Barranco Hondo (Artenara), con ayuda de mi padre y mi tío, como ejemplo familiar y las cabras, con su ramoneo, ovejas en otras zonas, mantenían a raya el exceso de combustible. El modelo forestal implantado redujo los usos ganaderos y el cambio de modelo económico, hacia el turismo de masas y la construcción, hizo emigrar a gran parte de la población rural a los emergentes núcleos costeros. Esto dio lugar a un enorme aumento del combustible en las zonas forestales y rurales que facilita el desarrollo de los Grandes Incendios Forestales (GIF) que hemos sufrido en los últimos años, con su actual capítulo en el incendio del sur de La Palma, que incluso se ha llevado la vida de un trabajador de Medio Ambiente, Francis Santana.
Partiendo de la base de que la población no va a regresar al medio rural, aparte de que sería insostenible, salvo algunos agricultores y ganaderos que se enfrentan a las limitaciones con valentía, personas que mantienen terrenos agrícolas a tiempo parcial como manera de mantener su contacto con la tierra y personas que lo usan como segunda residencia, resulta necesario favorecer el aprovechamiento sustentable de los recursos que ahora mismo sobran y que magnifican los incendios forestales como son la mencionada pinocha y otros elementos como retamas que pueda facilitar al tiempo que se libera de combustible el campo, se genere una actividad económica sostenible. Al mismo tiempo es necesario favorecer la actividad agroganadera, en equilibrio con los valores naturales presentes en los espacios protegidos, como se desarrolla acertadamente desde el Cabildo de Gran Canaria con el programa de colaboración con los pastores de la isla para gestionar la vegetación en lugares estratégicos y así evitar los incendios forestales. Son necesarias también actividades complementarias como el turismo rural y de naturaleza, de modo que se frene, e incluso pueda revertirse en cierta medida, la despoblación del medio rural. En esta línea, se hace urgente cambiar el modelo económico, al contrario de lo que propone el anteproyecto de la Ley de Suelo, que incide en lo mismo que nos ha llevado a la crisis, el bloque de hormigón estableciendo una enorme inseguridad jurídica que facilita la reclasificación arbitraria del suelo rústico sea cual sea su figura de protección. Se debe establecer un modelo más equilibrado que proteja el medio ambiente, desarrolle nuevos sectores económicos con actividades de bajo impacto y potencie un modelo energético renovable aprovechando nuestros abundantes recursos alternativos.
Sobre todo revalorizar lo rural, redescubrir la cultura popular vinculada a la tierra y todo a través de un diálogo constante con la población rural, la que mejor conoce el territorio sobre el que se asienta.