Título: Mah (madre).
Dirigida por: Armando Ravelo Intérpretes: Laura Perdomo, Maykol Hernández, Francisco Vázquez, Hiram Vega y Cristo Quintana.
Canarias, 25 min. Histórica, Épica.
Imaginen una epopeya de mujeres en la Canarias antigua. Mujeres que defienden su ser en medio de un decreto macabro, una Ley que dictamina la entrega de todas las niñas de madres no primerizas. Una medida cruel de control poblacional en época de hambruna y malas cosechas. Una mujer no se resigna. Pinta su cara de negro para defender a su hija. Es solo una mujer y una sola hija, pero remite al ejemplo de otras muchas que pintaron su cara, cogieron su garrote y defendieron su derecho a ser mujer. Por supuesto la historia es ficticia, basada en crónicas, pero salida de la mente del creador canario Armando Ravelo.
No muy lejos de esa mujer forajida, huida al bosque, otra mujer embarazada pregunta a su marido: «¿Por qué las mujeres son un problema?». En una sociedad en la que los hombres piden permiso a las mujeres para hablar, aunque sean rebeldes, algunas mujeres no se lo conceden y exigen respeto. Pero en un mundo gobernado por hombres llega la traición, lo que provoca un arrorró desesperado. Llegado el momento, la mujer puede consumar su venganza, pero ve nobleza en unos ojos. Concluye con una auténtica declaración de intenciones: «Que su gobierno no arrebate el alma a los canarios. Que sus leyes tengan corazón». Una máxima contextualizada en la Canarias antigua, pero quien sabe si es un grito desesperado que se refleja en la Canarias actual.
Ese es uno de los rasgos definitorios, a mi juicio, de este corto. El épico relato de las mujeres guerreras tiene un trasfondo actual. Todavía existen mujeres que mueren por el hecho de serlo, aún sufren discriminación laboral, en la actualidad la mujer es vista, en ocasiones, como un objeto. Ni leyes de paridad, ni programas de igualdad han conseguido esa efectiva equidad. Asistimos hoy en día a «debates de chicas» y no de políticas. En ese contexto, las mujeres piden respeto. A golpe de garrote, como la madre de «Mah» o a base de golpes encima de la mesa. En definitiva, quien quiera tomar la metáfora, el corto le ofrece la posibilidad.
Los tiempos de la película los marcan los cambios de plano. Desde el blanco y negro del principio, en el que se encarna el pasado, hasta el colorido del final, pasando por el sepia. Un recurso arriesgado y raramente utilizado en cine comercial, pero efectivo en la medida en que conforma los cambios de tiempo. Echa uno de menos la profundización de los personajes, las historias que se muestran implícitas pero no explícitas. Por supuesto en ese sentido mucho tiene que ver el formato cortometraje. La historia, sin lugar a dudas, merece un largometraje, 90 minutos que expliquen de manera más concienzuda a cada uno de los personajes. Cuando termina uno se queda con ganas de más, pero el regusto es de haberte tocado la fibra. Imagínense hasta donde podría llevarnos esta historia con más calma.
A todo esto lo acompaña unos recursos sonoros, tanto música como sonido ambiente, muy bien elegidos. La fotografía y los planos aéreos son hermosos. El resultado es un producto cuidado y más maduro que «Ansite». La evolución es evidente y el crecimiento de Ravelo da la sensación que no ha tocado techo. Ya han pasado por las salas miles de personas en cinco islas para apreciarla, otro éxito más del perseverante director teldense. Ahora se enfrenta al largometraje de «La Tribu de las 7 Islas», una historia para toda la familia basada en la Canarias indígena. Será el primer largometraje del Proyecto Bentejuí y esa será la prueba de fuego para conocer la verdadera valía de este meritorio proyecto. Ojalá emprendan el camino de contar «Mah» en formato largo.