Hay personas que uno asocia indefectiblemente con la adolescencia y, en mi caso, Pedro González es una de esas personas. Yo no nací en La Laguna sino en una villa del norte de la isla, Los Silos, pero sí me crié en la ciudad de Aguere y todos mis recuerdos de infancia son, prácticamente, de esta ciudad. A don Pedro González no tuve la suerte de conocerlo pero fue el primer alcalde que recuerdo y, bajo mi punto de vista, fue el primero que empezó a dar pasos para hacer de esta ciudad una ciudad más abierta, más hermosa y, quizás, más cosmopolita. Se notaba su mano de artista, premio Canarias 1988, en una ciudad que, hasta ese momento, era una belleza dormida. Esa ciudad dónde yo me convertía en un chicarrón de dos metros, se transformaba ante nuestros ojos y empezaban a aparecer negocios diferentes a aquellos de toda la vida. En aquellos años recuerdo como la Iglesia de la Catedral apareció pintada de color carne en vez del tradicional blanco y como se celebraban conciertos gratuitos en la Plaza de San Francisco, también conocida como Plaza del Cristo. Por haber formado parte de mi historia y de la de tantos conciudadanos, gracias Don Pedro.