Hasta no hace mucho, el conocimiento del clima era un conocimiento propio de la cultura popular. Si indagamos un poco, si le preguntamos a nuestros mayores, encontraremos numerosos dichos populares que hacen referencia a fenómenos naturales:
“Cuando se embruma
la montaña de Guaza,
suelta la yunta
y tira pa’ casa”
Las brumas en la montaña de Guaza eran indicio casi seguro de que llovería y por tanto había que interrumpir la faena en el campo.
Pero no solamente de dichos, cuentos y refranes vive el pueblo canario, también existen algunas señales naturales que nos echan una manita. Es conocido, por ejemplo, que la presencia de andoriñas anuncia viento. O que las gaviotas en tierra es sinónimo de mala mar. O determinadas formas de nubes en sitios concretos pueden indicar que se avecina mal tiempo, como es el caso del ‘peje sobre Guajara’, una expresión utilizada en el valle de Arona y que nos avisa de que se acercan lluvias. O el sonido que produce el viento al entrar en contacto con la orografía; cuando silba la barranquera de Juan y Diego el tiempo se pondrá feo sin duda alguna.
Y aquí no queda la cosa, existen también métodos tradicionales de adivinación del tiempo que sólo algunas personas son capaces de desarrollar. Es el caso del conocido método de las ‘cabañuelas’, un arte de predicción de la climatología del año siguiente mediante la interpretación de fenómenos naturales que consiste en observar el cielo en lugares previamente seleccionados y donde se den las condiciones propicias de poca iluminación, etc. Tuve el placer de conocer en unas jornadas a uno de estos ‘adivinos del tiempo’, el señor Horacio Dorta de los Silos y su trabajo era realmente impresionante. Vaya para él toda mi admiración.
O sea que antes la gente se paraba, observaba y escuchaba que es lo que nos cuenta la naturaleza y lo más importante, ¡sabían hacerlo! ¿Y ahora qué? Bueno ahora tenemos mucha más información y más precisa indiscutiblemente, pero cuando veo el espacio del tiempo en el telediario de una cadena peninsular en la que nos ponen dentro de un recuadro en donde haya espacio libre y casi siempre con el presentador/a tapándonos… Y qué decir de los eternos 22-23 grados que anuncian siempre para las islas y de esas nubes en el Archipiélago, cuando en realidad hay una calima que no se ve ni la casa del vecino… En fin, más vale asomarse a la ventana, observar, escuchar e intentar aprender algo de todo el conocimiento que poseen nuestros mayores… más que nada por saber si al final tiramos pal monte o pa’ la playa.
Como dije en otra ocasión, eso es algo que nuestro pueblo sabe desde siempre y que desgraciadamente se pierde. El conocimiento popular vinculado a la tradición oral se pierde y es una pena que pase.
Davinia Rodríguez/ Creando Canarias