En los años que llevo interesándome por la dimensión canaria, las tradiciones y el debate sobre cultura tradicional, contemplo como existen visiones contrapuestas y a veces consideradas antagónicas, aunque realmente no hay una paridad entre ambas pues una domina totalmente a la otra y generalmente no existe debate o no interesa que exista. Me refiero, por ejemplo, a la disputa entre purismo y fusión, algo que básicamente afecta al folclore y a la música popular de raigambre insular, aunque también impregna los deportes tradicionales y otras vertientes.
Toda cultura es permeable a las más variadas influencias y es en base a ellas, conjuntamente con los desarrollos propios de la comunidad, que se construyen los pueblos. Si hablamos del tema que nos ocupa, en Canarias vivimos diferentes fases desde que los primeros seres humanos llegan a estas islas hasta los tiempos actuales.
Momentos claves son los casi dos mil años de desarrollo de diferentes comunidades amazighes procedentes del continente, la conquista de nuestra tierra y el impulso de un proceso de transculturación que impactó de forma irreversible en el mundo ínsuloamaziq, los diferentes ciclos económicos con emigraciones masivas, la entrada del capitalismo y la emigración de ida y vuelta entre el siglo XIX y el siglo XX que introdujeron modificaciones sustanciales en la cultura del agro canario, a todos los niveles, especialmente el musical con la introducción de influencias europeas y americanas.
Antaño habían entrado otras influencias, pero no habían modificado la extensión de antiguos sones de tambor, surgidos del proceso de transculturación posterior a la conquista incluyendo influencias de ambos mundos. La llegada de los indianos supuso una ruptura muy fuerte con ese pasado (aunque no total), pues este estaba unido a una cultura de tipo productiva, campesina, de secano, a la medianería o aparcería. Los indianos con nuevos gustos, con dinero y ya propietarios, trajeron nuevas modas que se quedaron. Pero estos indianos no llegaron a todos los sitios, tampoco rompieron todo, algunos continuaron con las viejas costumbres y eran gente del campo y la mar.
De esta época procede la consolidación de las décimas como vehículo de expresión fundamentalmente de los campos, con un desarrollo al final propio y característico. Aún así vemos en nuestros tiempos vender como décima tradicional lo que no es sino importación de la misma forma de cantar y tocar que existe hoy en el Caribe, olvidando las propias tonadas, punteos y maneras típicas de estas islas, en un alarde de consolidar una supuesta modernización que es simplemente copiar lo que existe en otro lado.
No obstante, si hay dos momentos que cambiaron totalmente nuestro panorama cultural, ocurrieron en el siglo XX y aún padecemos claramente sus resultados a todos los niveles, no solamente en el comentado. En primer lugar la Guerra Civil denominada por nuestros mayores la Guerra de España, supuso una ruptura por la enorme represión, la emigración forzada y por la manipulación clara que los órganos ideológicos de la dictadura realizaron sobre el bagaje cultural canario, modificándolo a placer en base a sus necesidades.
El folclore musical fue ampliamente manipulado y modificado por la Sección Femenina de Falange, con sus agrupaciones de Coros y Danzas, que no respetaron cualidades como la improvisación o las formas de canto y baile tradicionales sino que las adaptaron para hacerlas más asimilables. No era raro que fueran por los diferentes municipios y barrios enseñando a la gente sus piezas, como bailes típicos de nuestra tierra, cuando no eran más que creaciones basadas en aquellas pero modificadas sustancialmente.
A tal punto llegó este formato que se puede decir que aún a día de hoy domina ampliamente entre los grupos folclóricos, que se limitan a copiar una y otra vez las coplas, cantos y bailes de la Sección Femenina, sin indagar en lo más mínimo sobre su veracidad o al menos aclarando que tienen modificaciones importantes. La cultura de la investigación o de la veracidad no existe en este mundo, salvando honrosas excepciones en cada isla, que mantienen las tradiciones en su forma más original e indagan en los rescoldos de la Canarias campesina.
Y es que en nuestras islas, desde entonces, se impone la cultura de que todo lo fusionado y cambiado es lo bueno, mientras que lo original representa a un pueblo incapaz de desarrollar algo puro y limpio. Esto lo puedo afirmar porque en su momento entrevisté a miembros de un grupo folclórico que me llegaron a decir que los viejos no sabían cantar o tocar, pero es que esto es algo que no solamente corre en boca de un grupo o de unas determinadas personas, desgraciadamente.
Cánticos como los antiquísimos romances o ranchos de ánimas, investigados como piezas relacionadas con formas heterofónicas que son dominantes en zonas del Mediterráneo antiguo, Norte de África, Asia, América, son despreciados y fueron despreciados por este neofolclore como fruto de una ignorancia e incultura de nuestros viejos, básicamente no saber cantar o tocar.
Si escuchamos las versiones que salen de mano de estos grupos y grabaciones originales de las diferentes islas, realizadas por etnógrafos, vemos como el término arreglar se queda corto a la hora de denominar las modificaciones tan enormes sobre estas piezas musicales. Igualmente la canción canaria de décadas posteriores logró vender como folclore canario una música que ya se alejaba demasiado de los orígenes, fusionando en demasía con aires provenientes de Latinoamérica.
El otro suceso determinante en el siglo pasado y casi que en este, es la llegada del turismo de masas que arrasó con lo que quedaba de mentalidad productiva en esta tierra, introduciendo el capitalismo en todo su esplendor, con sus ideas especulativas y con todo el marasmo cultural que la globalización más reciente puede aportar, sin que podamos tener la misma capacidad de respuesta que otros territorios del estado o del globo tienen ante esta avalancha.
Esto, sumado a la cultura de origen franquista antes mencionada, hace que pese al renacimiento cultural de los años setenta la cultura de la fusión sea predominante hoy con absoluto dominio en el mundo de la cultura isleña, renovándola con nuevos aires como el rock, la electrónica o el rap. Podemos ver como existen intentos modernos de hacer algo parecido en el palo canario, con la invención de deportes como la Lucha del Garrote y del Tolete Canario que, a todas luces, incorporan elementos y concepciones totalmente ajenas a nuestros valores tradicionales, mezclando la tradición de manejo de armas canarias con fundamentos orientales como un maestrismo que nunca existió en esta tierra.
Puede entenderse que mi visión es algo fundamentalista y que el purismo no me deja ver la posibilidad de crecer con la creación. Muy al contrario, porque lo dicho no significa que no valore los esfuerzos de tantos creadores, dado que participo en un proyecto como Achicatnas que hace fusión y bebe de maestros como Taburiente. En mi opinión, sin desmerecer todo el elenco de fusiones y arreglos más o menos afortunados que pululan por las islas, se tendría que ser serio y claro ante nuestro pueblo y el resto de pueblos del mundo. No se trata de que las fusiones y creaciones recientes no tengan mérito, no sean bonitas o no surjan de la buena voluntad y el cariño de muchas personas.
Si algo contiene elementos diferentes a la tradición porque conviene hacerlo ante el escenario, ante la mentalidad y formación de las personas que participan en el proyecto en cuestión o simplemente porque les parece pesado el original, lo más lógico es que tengan decencia y lo digan al público que va a escuchar o ver dicha recreación presentándola como una construcción diferente a la original, de la que bebe mayores o menores elementos.
No es positivo que se presenten cientos de creaciones recientes como si fueran el folclore o la tradición original de nuestra tierra, porque de este modo se está hundiendo a los grupos y personalidades que si quieren continuar manteniendo las maneras tradicionales de hacer música, deporte o lo que sea.
Lo positivo sería que ambas concepciones de la cultura pudieran convivir en Canarias, pese a que las formas tradicionales hoy sean minoritarias y en muchas ocasiones mal vistas. Recordemos que un árbol que crece mucho en rama pero deja pudrir las raíces, es arrancado por el viento en el primer temporal.
Eso es lo que pasa en Canarias, pues por ver el exterior bonito y perfilado, olvidamos de donde vienen nuestras cosas y que esa forma de plantear o entender la canariedad también tiene derecho a existir y a ser presentada como lo que es, sin desmerecer al resto. Debemos mimar las raíces para que el árbol crezca fuerte y pueda fundirse con el cosmos.