Históricamente, nuestro pueblo al igual que otras colectividades, expresó sus necesidades de competencia con la práctica de diferentes deportes tradicionales. Ya sean los que vienen de reminiscencias indígenas, como aquellos que son adaptados a lo largo del tiempo a raíz de las más variadas influencias poblacionales sucedidas tras la conquista de las islas.
Independientemente del origen de los mismos, podemos enorgullecernos de contar con un patrimonio importante en este sentido, aún por descubrir en ciertos casos. Digamos que sucede lo mismo con toda nuestra herencia tradicional, minusvalorada y maltratada en muchos casos por ser típica de un pueblo de personas humildes, vinculado con las actividades del sector primario, al tiempo que subyugado por una minoría de poderosos desapegados en gran medida de este conjunto de tradiciones y creencias.
Pues bien, pensando en el estado actual de los mismos y, en cierta medida, como damnificado por la presente situación, siendo un ciudadano canario que ama estas actividades pero que las ve en mal estado y desea su revitalización, no puedo menos que darles a conocer un pensamiento que hace poco me hizo llegar un amigo, al tratar del tema que nos ocupa. Conociendo mis últimos artículos y la lucha que estaba llevando, me dijo que lo que sucede en los deportes canarios es exactamente igual que el caciquismo, solo que los que controlan estas actividades no son necesariamente ricos, pero su proceder y manera de actuar en muchos casos es exactamente el mismo.
Se refería a la existencia de unos colectivos e individualidades que asumen el control, la representación o la responsabilidad de su existencia, en muchas ocasiones como si fuera propiedad personal, obviando su responsabilidad para expandirlos y salvarlos de una marginalidad cada vez más creciente, con total colaboración en este sentido de consejerías y concejalías repletas de auténticos ineptos. Se trataría de la reproducción en otro ámbito del viciado sistema social que padecemos hace siglos en estas islas, solo que adaptado a la tradición.
El viejo ordeno y mando, que en un contexto de nuevas necesidades sociales solo puede hundir aún más lo que nos queda. Digo en un contexto de nuevas necesidades porque al ser estas actividades mayormente vinculadas al mundo rural, a una época de penurias y diferentes determinaciones, la Canarias actual, volcada en el sector terciario y urbanita, deja poco lugar a la conservación de esta hermosa herencia por sí misma.
De otro modo, no se explica que para entender la actual “liga” de lucha canaria se tenga poco menos que hacer una carrera universitaria. Al menos yo no la entiendo ni pa’ trás. Es sumamente complejo, no hay una competición clara ni un deseo de realizar algo serio, sino múltiples intentos desligados, muchos submundos insulares y una búsqueda constante de financiación ante la desidia institucional. Luego quedan preciosas las fotos de representantes políticos en los terreros, mientras el antaño deporte nacional canario agoniza, a todas luces, sin ser ni una cuarta parte de lo que antes era. Existen nuevos intentos y personas implicadas en que esto salga, pero la burocracia, el enquistamiento y el caciquismo cultural, se empeñan en que la pasividad se adueñe de la brega una vez más.
El salto del pastor, actividad hermosa y reconocida incluso a nivel internacional, tras una época de boom a comienzos de siglo, vive un peligroso enquistamiento. Si no existen monitores, si no se nombran para que se pueda extender la actividad y, encima, se intentan controlar o fiscalizar los pocos proyectos con apoyo de las instituciones que ayudan a difundir esta tradición, se ayuda poco. Da la sensación de que es un lujo, únicamente al servicio de pequeñas minorías y vetado para el resto de la población, porque no se generalizan los talleres, ni se realizan tantas exhibiciones como antes en colegios e institutos. No sé si es por miedo a que se desvirtúe o simplemente por pánico a que no se controle por parte del sanedrín correspondiente.
El juego de palo ya me toca bastante de cerca, por estar participando en un colectivo que cuenta incluso con apoyo de la Fundación Canaria Tamaimos. Tengo que decir que desde el principio solo pude ser testigo de total dejadez, de imposibilidad a la hora de poder practicar este noble arte en mi isla de La Palma, sufriendo una titánica odisea antes de encontrar quién nos hiciera partícipes de sus conocimientos en esta faceta. La situación se volvió más ilógica cuando al descubrir una nueva modalidad insular, hasta entonces desconocida, no solo se nos negó ayuda por parte de aquellos que sí sabían, sino que se nos conminó a silenciar el descubrimiento y el juego. Actitudes contrarias a los que se supone deben velar por el mantenimiento, estudio y conservación del juego de palo.
Si nos salimos de los más conocidos, salvando la vela (mundo del que no conozco demasiado) ya nos perdemos en una constelación de pequeñas iniciativas y restos de la antaño ardiente canariedad, que hoy son meras ascuas en manos de interesados. Me suenan los intentos de José Espinel Cejas por mantener viva la enorme herencia en juegos de inteligencia, un trabajo básicamente individual, con escaso apoyo y que es más que meritorio ¿por qué no se garantiza su supervivencia por parte de las instituciones que deben hacerlo?
Luego está la estafa de los contenidos canarios en educación, en el caso concreto de los deportes. Y la llamo estafa porque si los docentes canarios no tienen conocimientos prácticos de estos deportes tradicionales, no se los van a enseñar a los alumnos a no ser que cuenten con asesoramiento de practicantes externos, conocedores de la materia, algo que se hace ya en algunas islas o zonas de Canarias, pero que considero lógico extender a la totalidad del archipiélago. Incluyo dentro de esta sinrazón el diacanaritis, o como se acaban resumiendo estas actividades a actos puntuales, descontextualizados o sin más interés para las instituciones que ser mascarones de la fiestas en cuestión, como un relleno más sin demasiado interés para nadie.
No se niega que dentro de todo este mundo existan muchas personas válidas, no obstante al ser el estado de los mismos bastante cuestionable, hace falta cuanto menos un cambio grande, por no decir enorme. Hay que regarlos como a una planta mustia o inflarlos como a una sopladera en una fiesta, para que no desaparezcan y recuperen el vigor de antaño. Y esto solo se logra con transparencia e implicación de los actores necesarios, sean institucionales o simplemente llamando a la ciudadanía a colaborar en esta compleja tarea. Si los representantes o responsables no están a la altura de las circunstancias, es lógico que sean depuestos y sus cargos asumidos por personas que breguen por el crecimiento y difusión de estas actividades, garantizando su continuidad en las nuevas generaciones.
No quiero que este artículo se entienda como una condena inquisitorial, pues reconozco que muchas personas que hoy representan unas políticas de continuidad, en el pasado fueron activos partícipes del rescate y difusión. Fueron pioneros, fueron auténticos puntales, al igual que reconozco que existe mucho interés y ganas para darle un vuelco a la situación, pero el día de hoy requiere nuevas fuerzas y nuevos ánimos si queremos que toda la herencia cultural que atesoramos en forma de deportes y actividades lúdicas tradicionales no desaparezca. Hay que estar a la altura de las circunstancias y ofrecer al pueblo estos conocimientos ancestrales no como propiedad de minorías marginales, sino como el acervo de todo un país.
El país que así bien lucha
no peligra su cultura
ni observa con tortura
que se pierde, sin escucha
con información hoy mucha
si amas así lo gozas
con tradiciones hermosas
pero esto es Canarias
y hay formas estrafalarias
de tratar con nuestras cosas
Y es la llama de un demonio
observar con claridad
que anda en su falsedad
el morir del patrimonio
y aquí les doy testimonio
de que algo que va mal
nos augura un fin fatal
si no vemos el error
que infunde así el terror
del caciquismo cultural
Por eso es determinante
tomarse alguna prisa
y que entre hoy nueva brisa
con un aire que es cambiante
con la actitud pensante
de un pueblo que es pensador
sin caer en el candor
solamente por lo nuestro
hagamos pronto un diestro
cambio grande y luchador.