Soy incapaz de decir mi nombre porque me han enseñado muy bien a esconderlo.
En mi casa nunca se habló de aborto, ni siquiera se habló de la regla. Cuando salían noticias en la tele donde se debatían temas como éste, mi padre directamente cambiaba de canal diciendo:
– Estas feministas son unas asesinas
Crecer con convicciones de este tipo es algo muy complejo, porque no entiendes bien donde está el filo del bien y del mal. Todo debe de estar en un bando para los que limitan los derechos. Si te acuestas con alguien eres una puta, si te guardas para el matrimonio eres maravillosa. Todo en mi casa era así de simple, había un camino que tenías que seguir sin desvíos, sin baches, sin soluciones en medio.
Entonces me pasó a mí, me acosté con mi novio a escondidas y eso provocó mi primer embarazo no deseado a los 16.
¿Cómo enfrentarme en una familia como la mía en la que me iban a obligar a casarme o algo así?
Mi trabajadora social me dijo que tenía que comunicárselo a mis padres, que no podía abortar sola, que la ley no estaba de mi parte. Imaginen la cara de mi madre cuando se lo conté todo, cuando le confesé mi gran pecado. Imagínense la cara de decepción.
– No le contaremos nada a tu padre, me dijo, Lo mejor es que lo solucionemos nosotras mismas.
Mi aborto es el secreto mayor guardado de mi casa. Solo lo sabemos mi madre y yo. Cuando nos sentamos todos a comer seguimos disimulando ante noticias de mujeres, ante debates donde salga la palabra aborto. Hacemos como si no fuera con nosotras, como si siguiera siendo virgen y pura para siempre.
Pero hoy lo quiero hacer público.
– Yo aborté y no soy culpable de nada.