Arena negra que bajo mis pies descansas,
los barrancos te moldean
mientras en el Atlántico te bañas.
Caminé por entre tus costuras
y mis dedos te acariciaban
entre olas de espuma suave.
Los callaos te acogieron en su regazo
sabedores de su destino,
pues mañana estarán deshechos en tus brazos.
Mi cuerpo se bañó en tus playas recónditas
de Guayedra, Tasarte y Quintanilla
y si por mi fuera, yo estaría cobijado siempre en tus orillas.
Tu cruel destino bajo la luz del papel europeo está maldito,
y acostumbrarte debes,
pues quieren que seas rubia, cual metáfora del colonialismo.
No quieren negros, tampoco quieren arenas negras,
quieren números, más cemento en tus labios,
y el canario anda como un bobo ignorante,
sepultándose a sí mismo al despreciarte.
El influjo de tu brisa llegó hasta mi alma
cuando veía cómo te despedazaban
cacho a cacho, piedra a piedra.
Rumores de un pasado de sangre y sudor
se iban esparciendo para siempre en el olvido,
cuando contigo también se iban cuarterías,
techo de aparceros y penurias.
Los que sobre ti habitan,
van perdiendo su identidad
entre voces que palpitan
más mediocridad.
Si algún día el canario te mirara
espero que no se avergonzara,
de encontrarte hoy en el destierro.
Las esperanzas son pocas,
las luchas infinitas,
pero siempre que te miren,
verán en ti un pedacito suyo,
un lejano sufrimiento compartido,
un aliento que desde la cumbre,
llega hasta tu mar, ya en estos días muerto.