Desde que las Islas Canarias fueron incorporadas a la Corona de Castilla, a finales del siglo XV, comenzaron una serie de dinámicas en el archipiélago que aún arrastramos con las diferentes adaptaciones y cambios lógicos a lo largo de las centurias. Hablamos de un sistema de propiedad y poder que se reproduce, impactando en cualquier área que estudiemos en nuestra tierra.
Este sistema integral de poder, dependiente, desigual, clientelar, controlador, es como un pulpo que expande sus tentáculos por cualquier rincón de nuestro pequeño país. La excesiva comarcalización, con poca visión del conjunto, permite a una minoría de la población mantener total impunidad y realizar prácticas delictivas sin el menor de los problemas en campos tan importantes como la gestión del agua, la agricultura de exportación, el sector turístico, las comunicaciones, el tráfico de estupefacientes…
Es un secreto a voces en muchas zonas, pero la fragilidad y el absoluto control de la información hasta nuestros días, permite que existan múltiples luchas por toda nuestra geografía, aisladas y sin coordinación unas con otras, algo que me resulta a día de hoy totalmente inadmisible y poco edificante.
Las divisiones, el pancartismo, el goce de desahogarte gritando cuatro consignas y ya está, las luchas facilonas o el excesivo internacionalismo sin actuar en la realidad local, son garantes más que problemas, para la continuación del viciado orden que se mantiene en estas islas. Las consignas no valen en absoluto, así como las ideas abstractas, si no se lucha por barrenar parte por parte el sistema de poder que nos embarga, situándolo en el basurero de la historia.
Y esto solamente se puede hacer controlando el poder político de verdad, atreviéndose a gestionar un país, obviamente desde aquí y para aquí. Nadie nos va a resolver los problemas más que nosotros mismos, una vez que nos alejemos del espejismo en el que vivimos de manera cotidiana y hagamos política seriamente, sin complejos.
No se puede hablar de soberanía alimentaria, gratuitamente, sin meterle mano al mundo del agua en Canarias. Hay que derogar la ley franquista de 1956, trabajar en otra ley de aguas, realizar una auditoría general y controlar de una vez las prácticas mafiosas y criminales que los señores del agua realizan impunemente en el seno de comunidades y heredades. Sin un control democrático, eficiente, que garantice un nuevo aire en el seno de ese mundo, no será posible reactivar el sector primario pues hablamos de un elemento indispensable, escaso, que actualmente está en manos de una minoría sin escrúpulos, que actúa impunemente, amparada en leyes y privilegios franquistas y medievales.
Tampoco sin controlar el poder inmenso que atesoran los importadores, las grandes superficies y otros enemigos resueltos de que cultivemos lo que comemos aquí. Es imposible e incompatible mantener a esta casta controladora de los alimentos, junto con un sector primario sano y potente. Si no derogamos o enfocamos de forma diferente el Régimen Específico de Abastecimiento, si no ponemos en marcha una moratoria de grandes superficies o al menos le exigimos a ellos y a los hoteles que compren producción canaria, jamás será posible la soberanía alimentaria.
La soberanía alimentaria está relacionada con el sector de la transformación y con el sistema de poder del que hablamos. Ya se comentó en su momento que Canarias solamente podría aspirar a ser constructora o turística, enfocando de forma suicida nuestra economía hacia dos sectores depredadores, en un territorio limitado como nuestra tierra. Las tabaqueras, las conserveras y tantas otras industrias, fueron cerrando por las políticas destructivas y abusivas impuestas. Podríamos transformar productos pesqueros y agroganaderos, para abastecer a nuestra población local o flotante, para exportar al continente africano, a Europa y otras latitudes. Siempre es mejor esto que vender la materia prima esperando una subvención.
Para comenzar, sin un sector primario digno, no se puede realizar una transformación de los productos. Y digo digno, porque ahora estamos enfocados en una agricultura de exportación perecedera, dañina con el medio y los recursos escasos, basada en mendigar subvenciones, controlada por los intermediarios, maduradores y grandes terratenientes, que imponen las políticas a los pequeños productores, la mayoría de los cuales pican una y otra vez en elecciones ante los cantos de sirena que exponen las serpientes edénicas transformadas en políticos insulares. No sirve esa mentalidad colonial de exportar fruta que encima se tira, en cifras de millones de kilos, para mantener el precio, uso y costumbre repugnante a toda razón.
Las materias primas locales o de los países vecinos, también podrían servir para generar una industria moderna, aprovechando los enormes talentos existentes en las islas y nuestra situación privilegiada. Para eso además de alcanzar el control político, hace falta alejarse de la idea de que somos ultraperiféricos, unos simples desgraciados que sin Europa no seríamos nada, para darnos cuenta de que estamos en una zona de importancia clave a nivel mundial y que podemos aprovechar esa renta de situación para nosotros mismos en vez de para beneficiar a potencias ajenas o al Reino de España.
El turismo tiene que ser controlado democráticamente también, sin aceptar ningún tipo de chantaje por parte de los touroperadores, es más, expulsando de las islas a los que nos amenacen ¿Por qué no podemos tener un touroperador y una línea aérea propia, ambos de titularidad pública? ¿Por qué no se enjuicia y controla a los dueños de los hoteles para que contraten más empleados y paguen sueldos dignos a los que explotan impunemente? ¿Por qué no se impone una ecotasa para que podamos gestionar los residuos ingentes que nos deja esta actividad? Si los dueños del turismo en Canarias se sienten incómodos y quieren irse, que se marchen, tenemos suficientes personas formadas, responsables y luchadoras como para que se hagan cargo del sector, de manera eficiente y volcada a las necesidades de la población isleña y sus recursos, sin que sea una mina de la que solamente vemos destrucción ambiental y migajas, como pasa hoy en día.
La soberanía energética tampoco se va a lograr sin acabar con el monopolio de Endesa, empresa que también goza de prebendas y control político en nuestras islas, junto con las petroleras de variado tipo. No se puede permitir a día de hoy que en islas como La Palma, tras haber sufrido varios ceros energéticos perjudiciales y que no llegan a nada más que a unas multas, simple calderilla para la multinacional, tengamos varios saltos capaces de producir energía hidroeléctrica parados, o una cata que dio energía geotérmica silenciada o diversos proyectos de energía renovable detenidos por las presiones monopolísticas. Tenemos técnicos y capacidad suficiente como para pasar todas nuestras islas a las energías renovables, pero hace falta terminar de una vez con el maridaje de nuestros representantes con los valedores de un modelo fracasado y que solamente debe desaparecer.
¿Y nuestros políticos? En su mayoría no son sino engranajes de ese sistema de poder histórico, basado en el pacto (REF…) pero que no deja de ser colonial, dependiente, lesivo, que permite la evasión legal de impuestos mediante la Reserva de Inversiones de Canarias. A día de hoy no existen garantías democráticas reales en amplias zonas de Canarias, porque no es democrático comprar votos, coaccionar mediante trabajos o directamente con el miedo, a tantas personas que no pueden expresar libremente lo que piensan, que no quieren dar el paso de votar otras cosas porque piensan que nada puede cambiar y que hay que conformarse con lo existente.
Unos representantes políticos que son correas de transmisión de los poderes históricos de Canarias, de terratenientes, aguatenientes, importadores, touroperadores y toda clase de monopolios que financian sus campañas. No sirven a la ciudadanía de las islas, sino más bien se sirven de ella para mantener sus privilegios y la reproducción con tintes modernos de lo que siempre se llamó simple y llanamente caciquismo. El cinismo, la corrupción y la política del ordeno y mando decimonónica es constante en su proceder, debemos por tanto luchar para erosionar y hacer desaparecer del mapa político a los representantes del poder en Canarias.
El mundo va a cambiar, porque los recursos están en grave peligro ante su sobreexplotación. El nivel de vida que tenemos hoy no va a continuar eternamente, por razones objetivas y científicas. Si esto es así no deberíamos tener problema para lanzarnos a luchar de verdad y de una vez para ganar y llevar un programa político que derive en una tierra digna, sostenible y con futuro para todos, conectado todas las luchas isleñas, recuperando la dimensión canaria para hacerle presente a las personas que no están solas ante el caciquismo, que no son frágiles sino que juntas son fuertes y pueden acabar con los que arruinan sus posibilidades.
Si no hacemos esto, palabras como independencia, soberanía, socialismo, solo quedarán en agua de borrajas y en sueños de griterío en manifas, acallados con abundante cerveza fría. Hay que dejar de jugar a la política, tenemos que ganar, porque nuestra tierra no espera ni su futuro tampoco.
Es la responsabilidad
Histórica que desata
Lo que ahora nos ata
A luchar con claridad
Basta ya de futilidad
Seamos merecedores
Seamos hoy luchadores
Para así dar la guerra
Por las cosas de esta tierra
Volvámonos ganadores
Contra los importadores
Caciques aguatenientes
Que controlan diligentes
Con aires controladores
Con políticos valedores
De un sistema sin razón
Con la mala corrupción
De un sistema que acabar
Que vamos a exterminar
Sin darle la absolución
Y es que tengo que decir
Que para poder resolver
Tenemos que entender
Que vale un nuevo sentir
Que se demuestre elixir
De un tiempo hoy duro
Con entendimiento puro
Demostrando la ilusión
De que en nuestra canción
Luchamos por el futuro