La capital tuvo un día,
cabildo allí ya no hay
hasta el mismo Guanapay,
vio que a los mares se iría.
Pero no se entristecía,
pues criaba varios hijos,
de islotes un amasijo
que están bajo su gobierno,
es un paraíso eterno:
Archipiélago Chinijo.
En la costa está el turismo,
miles y miles de camas;
si despertara Zonzamas
y viera que no es lo mismo.
Sin entrar en alarmismos,
que no lleva a ningún fin,
aprecio el verde sin fin
de un paisaje que hipnotiza,
como lo es el de Guatiza,
y de Cactus su jardín.
Créanme, no les miento,
que siento a César Manrique,
cuando escucho los repiques,
de sus juguetes de viento.
Suenan hasta el firmamento,
como un timple en seguidilla,
por campos de cochinilla,
por arenas de Famara,
¡Quién viniera y no la amara,
a Teguise, alias » La Villa»!
La Graciosa dulce y mansa,
siempre está mirando para
la hermosa Montaña Clara
y su hermanita Alegranza.
Cerquita un roque descansa
del Oeste se le dice
y el otro no hay quien lo pise,
pues del Infierno se llama,
yo creo que ahí vive en llamas
el Diablete de Teguise.
* «Episodios Insulares» recorre los 88 municipios de las islas a través de textos de Aníbal García Llarena. Cada una de las creaciones está elaborada desde una perspectiva personal.