Igual que el año pasado, y el otro, y el otro, España vuelve a asignarle a Canarias una cuota de captura de atún rojo “ridícula”. Yo diría más bien humillante. Recordemos que se trata, además, del atún rojo pescado mayoritariamente en aguas cercanas a Canarias. Aquí, en nuestros caladeros tradicionales, donde un solo buque pesquero español captura prácticamente lo mismo que toda la flota artesanal canaria. Los nuestros agotan las capturas permitidas casi en un solo día; los buques andaluces y gallegos por contra se despacharán a gusto.
Esta noticia, vaya usted a saber por qué, me recordó esta otra: los fabricantes españoles mandan al mercado canario los excedentes que no venden allá, para venderlos acá a un precio inferior al coste. Claro, con la crisis el consumo se reduce y el género no se vende igual. ¿Qué tal reducir la producción? No, ¡qué va! Entonces subirían los costes de producción por unidad. ¿Qué hacemos entonces? Pues vamos a mandarle el sobrante a los canarios, se lo vendemos a pérdida y que allí se las ventilen. Qué suerte tienen, podrán comprar baratísimo. Y si los productores canarios se hunden, no será por la competencia desleal. Será porque nuestro tejido productivo es débil, porque nos falta emprendimiento, porque nos falta formación, porque no somos competitivos, por la lejanía y la insularidad, por el aislamiento, etc.
¡Qué jodido es el aislamiento! No nos deja levantar cabeza. Y eso que todas las Islas tienen aeropuerto. De hecho de los cinco aeropuertos más rentables del Estado, dos son canarios; y de los diez aeropuertos más rentables, cuatro son canarios, casi la mitad. En esos diez están incluidas las niñas bonitas de Aena, El Prat y Barajas. De los cuatro canarios, tres están por delante de este último, el de la capital del imperio. Pero espérense, porque no queda ahí la cosa. Resulta que España aplica la quinta libertad aérea sólo en Barajas, y se la niega a Canarias, que como resultado no puede recibir vuelos intercontinentales, para los que está estratégicamente bien situada. Pues aun con ese trato de favor, Barajas es menos rentable que Gran Canaria, Tenerife Sur y Lanzarote. Dicho de otro modo ¿qué rentabilidad tendrían nuestros aeropuertos si pudieran explotar su situación geográfica como escala para vuelos de largo radio? Quizá no llegáramos a saberlo: los beneficios se los queda íntegros Aena, que invierte en Canarias lo justo. Sólo sabe de ordeñar. Y nosotros con el cuento del aislamiento.
Otra muestra de lo mucho que se nos quiere allá lejos (¿quién no lo ha oído alguna vez?: «¡A los canarios se os quiere mucho!«) la tenemos en la inversión estatal por habitante. Canarias es fija en el furgón de cola, este año también porque en España otra cosa no, pero las tradiciones se respetan: la media en 2016 es de 237,9€ por habitante; en Canarias tocamos a 122,9€ por individuo. Además, ya el Tribunal Constitucional dijo que el REF no vale el papel en el que está escrito porque el Estado no tiene obligación ningunita de cumplir las disposiciones del artículo 96, que obligan a mantener la inversión per cápita en la media estatal. ¡Ay qué gracioso, un Estado donde las leyes te las saltas así, a la torera! ¡Ole! ¡Qué me gusta a mí una chirigota! Pero eso sí, después te pasas años manteniendo la caja de la seguridad social y las pensiones de España junto con Madrid y Baleares porque aquí no hay risas para todos.
La verdad, les reconozco que iba yo encadenando una noticia y otra, y otra, y me iba envenenando cada vez más, cada vez más, hasta que felizmente, menos mal, aterricé en otra noticia que me devolvió la sonrisa, el buen humor, el aplatanamiento nuestro (pero dicho de cariño, ¿verdad? De cariño nada máSSSS) y ya me quedé más tranquilo: en España no es que se nos quiera mucho. Es que votaron el canario como el acento más sexy. ¡Chacho! Casi se me saltaron las lágrimas con el reconocimiento, con tanta generosidad y muestra de aprecio. Me quedé totalmente emocionado. De repente me sentí fatal por todo lo que cuento más arriba. Lo que nos aprecia esa gente y yo malmetiendo… ¡Desagradecido! Y tomé conciencia. Hay que dejarse de extender el mal rollo, dejarse de calentarse la cabeza con rollos políticos que no llevan a nada, lo importante es ser feliz. Que reine el buen rollo. Eso nada más es lo que cuenta.