Decía el poeta Manuel Padorno que “una de las profundas características del alma canaria, porque le ha ido bien, hasta hoy, es, en el «negocio», la indefinición”. Que los canarios, sobre todo cuando han ido a negociar a Europa, han dejado que sean otros los que los definan, definición que aceptan si piensan que les conviene.
Y concretamente ¿cuál es esa definición? Descúbranla aquí, en el debate sobre la condición de insularidad celebrado en el Parlamento Europeo. Encontrarán que para los europeos las islas y las regiones ultraperiféricas, todas en el mismo saco, sufren ya sólo por serlo desventajas graves y permanentes que requieren atención especial. No pueden competir por el precio de la energía, las empresas las abandonan y la vida es muy difícil. Todo se encarece porque hay que traerlo de fuera. Además, todo el mundo lo sabe, las islas están aisladas. El transporte es deficiente. En definitiva, las islas y las regiones ultraperiféricas, tanto monta, son discapacitadas por naturaleza. Incapaces de valerse por sí mismas, ni de producir.
Esa es grosso modo la caracterización que tienen las regiones ultraperiféricas y las islas en la UE, y que tan contentos tiene a nuestros representantes electos que no dejan de pedir que se reconozca oficialmente esa misma discapacidad también en el Estado. Volvamos a Padorno: ¿realmente nos conviene a los canarios asumir esa definición como incapaces con la mano siempre extendida para pedir? ¿Nos conviene aceptar el topicazo de los mantenidos?
A algunos canarios sí les ha convenido. A los que se han beneficiado de la lluvia de millones en forma de subvenciones europeas. ¿Al resto? Al resto los ciscos de las subvenciones no nos compensan tanto. Y como no nos compensan, es estúpido hacer nuestra la imagen de archipiélago desvalido por la lejanía, la insularidad, una limosnita por favor. Porque, además, es mentira.
Desconozco cuál es la situación de Guadalupe o las islas del Egeo. Este Archipiélago es una potencia turística mundial, que atrae inversión y genera beneficios astronómicos a múltiples empresas europeas. Su situación geográfica le confiere una importancia geoestratégica enorme, no precisamente porque estemos lejos, sino por lo contrario: porque somos un nodo capital. Los aeropuertos canarios dan beneficios y financian en buena medida la red aérea española. Infinidad de ciudades europeas tienen conexión directa con Canarias, cosa que no puede decir la mayoría de territorios ibéricos (de los que curiosamente no se dice que estén aislados). Canarias reúne condiciones para ser punta de lanza en generación energética, en lugar de dejar su suministro en manos de eléctricas y petroleras que exprimen un mercado cautivo.
De todo ello no vemos un duro, pero no porque Canarias sea incapaz. No porque los canarios seamos incapaces. No porque no reunamos condiciones envidiables. Nos han hecho creer (y nos hemos acostumbrado a ello) que necesitamos muletas para caminar, muletas que nos costea otro, sin las que no podríamos desplazarnos, nos dicen. Nos han convertido en adictos a las muletas, en yonquis de la subvención. Más nos convendría superar la adicción, autodefinirnos nosotros mismos, en vez de dejar que lo hagan otros según sus intereses. Empezar a dar pasos sin ayudas interesadas. Cambiar el chip y abandonar las muletas para comenzar a dirimir nosotros nuestro propio destino. Condiciones y capacidades nos sobran, esas mismas que algunos aprovechan o coartan, según les convenga. Abandonar la cultura de la impotencia. Tan sencillo y tan complicado como eso.