
Tertulia de radio sobre cine. Una de las participantes menciona que la televisión canaria pone Ira de Titanes, rodada en Canarias, aunque la verdad es que «cuando en una película salen los paisajes nuestros» a ella “se le corta el rollo, ¿a ustedes no les pasa?”
Paisajes canarios en una película. ¡Buf! ¡Qué cortada de rollo! Porque vamos a ver, que Woody Allen ruede una peli suya en Barcelona, eso sí queda guay. Una peli de matones retirados en Brujas, eso también. O una peli de espías en Nueva York, o una de ciencia-ficción en Madrid… Eso no te corta el rollo. Eso queda guapo. Pero ¿Perseo luchando contra los titanes por el Monte de La Esperanza? Niño, si ahí he estado yo de acampada y fui mil veces de pateo y fui con el colegio y me hinqué mi bocadillo de mortadela ahí mismito… ¿Cómo va a salir Perseo ahí, si ahí hemos ido todos de chuletada?
Del mismo modo en que una novela cuya acción transcurra en Canarias es tachada enseguida de “costumbrista”, de literatura “menor” por el lugar en que se desarrolla; o del mismo modo en que un anuncio locutado con la norma canaria a muchos les parece basto o hasta les da vergüenza ajena, también hay canarios a los que por lo visto les incomoda ver en películas las Islas como escenario. No se lo creen. No pega. ¿A nuestra comentarista se le habría cortado el rollo si Perseo apareciera corriendo por los bosques de la Selva Negra? ¿A un barcelonés le corta el rollo ver en una peli a Scarlett Johansson y Penélope Cruz paseándose por el Born, aunque se hayan echado allí un café mil veces? ¿A la gente de Brujas le corta el rollo ver en una peli a Colin Farrell cruzando el Grote Markt, aunque pasen por allí todos los días? ¿A los neoyorquinos les corta el rollo que en una peli salga Central Park, aunque salgan por allí a correr o a comerse el bocadillo sentados en un banco?
A la gente no le gusta que le hablen de complejos. “¡Yo no tengo ningún complejo!”, suelen responder. Seguramente nuestra tertuliana tampoco está acomplejada ni por ser canaria ni por hablar canario ni por nada parecido. Conscientemente. Y sin embargo hace con total naturalidad un comentario completamente extemporáneo, que no tiene explicación más allá del complejo de inferioridad que llevamos bajo la piel. Porque aquí no hay nadie acomplejado, pero secretamente pensamos que las grandes historias ocurren todas fuera de Canarias, que aquí no pasa nada digno de la gran pantalla ni de la buena literatura. Complejos para el que los tenga, pero enseguida nos regañamos cuando lo canario se sale del cliché en el que lo tenemos encasillado: el de lo rústico, lo popular. Lo vulgar.
Estaremos de acuerdo en lo estúpido que resulta juzgar algo sólo por su lugar de procedencia. Ahora sólo falta preguntarnos por qué tantas veces cuando algo es canario lo ponemos en nuestra cabeza en inferioridad de condiciones, independientemente de la calidad de su prestación, sólo por ser de donde es. Dicen los aficionados a denostar lo canario y a retozar en el cliché que hay que leer y viajar. Suelen ser los primeros que desconocen por completo la literatura canaria o la historia de las Islas. Harían bien en aplicarse el cuento para ampliar horizontes y superar complejos. Lo contrario es condenarse al reduccionismo empobrecedor del tópico trasnochado y al autodesprecio. A pensar que las cosas grandes encajan en otros sitios, pero en Canarias no pegan. Es ahí donde nos convertimos en presa fácil para cualquier elemento con ínfulas que venga a “ponernos en el mapa”.