Hay una ciudad en estas islas que yo adoro especialmente, aparte de la ciudad en la que vivo: Las Palmas de Gran Canaria. Cada vez que la visito me encuentro en casa por varios motivos: mi chica es oriunda de esa ciudad, y eso ya es motivo más que suficiente, pero es que tengo más, como encontrarme con mis amigos, disfrutar de lugares emblemáticos de la capital grancanaria como la guarida del blues en la playa de Las Canteras, etc.
Uno de mis pequeños placeres cuando visito la isla es quedarme en el vetusto pero coqueto hotel Madrid; las malas lenguas han llegado a decir que me he quedado en la habitación de Francisco Franco Bahamonde, pero yo no les haría demasiado caso. Hay que reconocer que el entorno de la Alameda de Colón sería encantador si no fuera por la cantidad de personas que pasan por allí ofertando las más variadas habilidades musicales y otras demostrando un afán recaudatorio digno del mismísimo ministro Montoro.
Esta zona se puede considerar la zona cero de la cultura capitalina, ya que en sus alrededores se encuentran el teatro Cuyás, el Galdós, el Guiniguada, el CICCA, el Museo Canario y, no por último menos importante, el Multicines Monopol. En estas humildes letras quiero homenajear a una de las familias que, en mi modesto entender, más han luchado por el sector audiovisual en Canarias: la familia Melo. Reconozco que tengo la suerte de contar con la amistad de Francisco Melo Junior, pero la calidad de las películas que se pueden ver en los cines es más que obvia y el apoyo a los cineastas canarios es algo digno de aplaudir. En este sentido, no hay otro cine como éste en nuestras islas y, por eso hoy, quiero rendirles mi más sentido homenaje.