Finalizado por fin el circo electoral, tras una campaña por fin mínimamente interesante, queda uno tentado de decir que la montaña parió un ratón. Más allá de titulares grandilocuentes y retórica épica para anunciar el fin de un bipartidismo ya de por sí inexistente en Canarias, lo cierto es que en las elecciones del cambio el PP superó holgadamente los cien escaños por encima de Gürtel, Bárcenas, Rato, dinero negro, sobres, mentiras, petróleo, desahucios, mordazas y ridículos varios. El PSOE también salió vivo del envite, en contra del hundimiento que se esperaba. Juntos son los únicos con mayoría suficiente para formar gobierno. El bipartidismo no ha muerto. Está, como mucho, herido. Veremos si mortalmente. Sí, la irrupción de Podemos es un elemento novedoso de mucha importancia y peso. Pero queda lejos de suponer un vuelco. Varapalo también para UP-IU. CC, en caída libre, araña de milagro un escaño.
En Canarias, sobredosis de comunicados de EFE y emisoras de radio enchufadas a la sede central. Descentramiento en estado puro, falta de profesionalidad y rigor también, hechas las habituales y honrosas excepciones que confirman la regla. Análisis varios de los resultados e infinitas combinaciones y permutaciones de escaños, pero sin interpretarlos nunca desde las implicaciones para el Archipiélago. Como quien hablara desde Cantabria o Murcia.
Siendo así no extraña que nadie repare en la baja participación en Canarias. Sigue estando casi ocho puntos por debajo de la media estatal, un 65,6% frente al 73,2%. La diferencia es todavía mayor si tenemos en cuenta que la media estatal la bajan muchísimo Ceuta y Melilla (56,4% y 53,3% respectivamente). De las comunidades ibéricas Cataluña es la que menor participación registra, y está en el 70,9%. El resto está en el 72, 73, 74… Y hay varias en el 76%.
Si estas eran las elecciones del cambio, las de la transformación, la ruptura, la ilusión, ¿cómo se explica la indiferencia de un tercio del electorado? ¿Por qué tanta gente en Canarias sigue sintiéndose ajena? ¿Por qué a nadie parece llamarle la atención? Analistas y estudiosos para investigarlo no faltan. ¿Entonces?
Seguro que las razones son varias y complejas. Mientras esperamos una investigación sociológica competente del asunto que vaya más allá de lugares comunes tan al uso, me pregunto si ese tercio holgado de canarios que dicen sentirse sólo canarios o más canarios que españoles encuentra alguna opción política atractiva que recoja abiertamente su posicionamiento identitario. Me pregunto también cuántos se sentirán alienados o ninguneados por el descentramiento mediático habitual al que me refiero más arriba. ¿Cuántos concluirán que ninguna opción de las que se presentan vale la pena para Canarias? ¿Cuántos sentirán que España desprecia lo que Canarias vote o deje de votar? Quizá sean una parte importante de la abstención, quizá más de lo que se piensa, o de lo que se quiere admitir. O quizá a usted, lector, le parezca que esto no es más que puro victimismo. Quizá sea sólo una muestra de inmadurez. Quizá sea normal que en España se anuncien los primeros resultados y sondeos cuando falta cerca de una hora para el cierre de colegios electorales en Canarias. Quizá no tenga importancia alterar la neutralidad del proceso electoral y condicionar el voto canario, ni sea problema anunciar resultados del Archipiélago cuando en las Islas se sigue votando y ni siquiera ha comenzado el escrutinio. Quizá no hay que pensar tanto, sino ser universal de Madrid y dejarse llevar por el espíritu del 78 o por el cambio, que en Canarias no será, pero por la tele dirán que sí.