Ciertamente escribo desde la lejanía pero a mí, como a otros muchos canarios, me duele Venezuela. Las razones son múltiples y obvias: son tantas y tan profundas las conexiones entre las islas y el país hermano, que es absurdo tener que explicarlo.
Hoy especialmente me duele la octava isla, porque ha habido una campaña de acoso y derribo al gobierno legalmente establecido. Venezuela ha sufrido una guerra económica parecida a la que sufrió el Chile de Pinochet antes del Golpe de Estado y todos sabemos lo que vino después. En la patria de Bolívar, de Miranda y de Andrés Bello no ha hecho falta: bastó una campaña de desestabilización económica y social contra el gobierno elegido por el pueblo soberano.
Por otro lado, la visión dada por los medios de comunicación españoles y sus políticos es absolutamente demencial y distorsionada. Hablar de presos políticos, cuando son golpistas que han intentado acabar con un gobierno legalmente establecido, o hablar de falta de libertad en un país donde las campañas electorales han sido absolutamente limpias, es para echarse a reír. Causaría risa si no fuera porque los supuestos demócratas españoles han ayudado a ganar a los de siempre, a los buenos, a los de toda la vida…