Esta pregunta, aparentemente tan simple, solo puede llevarnos a una respuesta una vez que analicemos la política de inversión en distintas obras públicas por parte del Cabildo Insular de Tenerife y Gobierno de Canarias, así como la necesidad y urgencia de dichas obras.
En este sentido, si analizamos por ejemplo la cantidad de dinero invertida en el proyecto de Tren del Norte de Tenerife (en el que no se ha ejecutado aún ni una sola obra, es decir, el dinero ha sido destinado sólo a pagar proyectos y sus sucesivas reformas), que supera desde su inicio, allá por el año 2009, los 1,5 millones de euros, y lo comparamos por ejemplo con la dotación presupuestaria asignada para finalizar el Hospital del Norte de Tenerife, en los presupuestos de 2012, que apenas llegaba a los 600.000 euros, podemos darnos cuenta perfectamente de cuáles son las prioridades para los políticos de Coalición Canaria que han gobernado esta isla durante décadas.
Los proyectos de los Trenes (del Norte y del Sur) son la típica obra megalómana, innecesaria, fruto de la época del boom del ladrillo y de una mentalidad totalmente ajena a la realidad de las necesidades insulares. Diseñado exclusivamente para trasladar turistas entre Santa Cruz y Puerto de la Cruz o Las Américas, es un proyecto costosísimo (3.000 millones el del Sur y 1.600 el del Norte) e innecesario, para instalar una infraestructura que genera nuevas fracturas en los barrios que atraviesa, nuevos impactos paisajísticos (su anchura es superior a la de la actual autovía del Norte), y que crea sospechosamente bolsas de suelo inutilizadas para el uso agrícola, ganadero o industrial-comercial.
Un proyecto de trenes que no paran en todos los municipios que atraviesan, que obliga a modificar muchas líneas de guaguas para darle algo de lógica a su trazado, y que sobre todo, en el propio estudio del proyecto, contiene datos de encuestas realizadas a la población, en la que se reconoce que no absorberá más del 8% del usuario del vehículo particular. ¿A quién beneficia realmente?
Vendido a bombo y platillo durante la era de Ricardo Melchior y posteriormente mantenido a toda costa por Carlos Alonso, pese a la finalización del boom constructivo, este proyecto no puede tener otra lógica que la de satisfacer las demandas de inversión de determinadas empresas constructoras asociadas al poder político en Tenerife.
Para adormecer a la opinión pública, se nos ha intentado comparar el Tren del Norte con el tranvía metropolitano. Son obras totalmente diferentes en cuanto que este último utiliza vías previamente existentes y el primero necesita crear una enorme zanja en nuestro paisaje norteño, paralelo a la autovía TF5, soterrado en varios puntos, o soportado con enormes acueductos sobre barrancos y acantilados.
Un tranvía que en su momento se vendió como la solución ideal para los atascos en la autopista del Norte, y que actualmente se siguen produciendo, como todos podemos constatar. Y por supuesto, nada que decir sobre la dudosa rentabilidad del proyecto, sostenido a base de suprimir o modificar líneas de guaguas previamente existentes, y que aún así, se ha demostrado como deficitario en los últimos años.
Mientras tanto, los centros sanitarios comarcales del Norte y del Sur, paralizados, postergados y ralentizados desde hace décadas, finalmente se han quedado en poco más que centros de salud dotados de servicios de urgencias, pero faltos de especialidades y quirófanos, por citar las instalaciones más lógicas de lo que se denomina un hospital.
Entonces, ¿por qué tanto interés en seguir adelante con estos proyectos ferroviarios? ¿Por qué es necesario poner a un turista en 25 minutos en el otro extremo de la Isla? ¿Por qué se ha primado tanto esta obra por encima de las mejoras hospitalarias o en infraestructuras educativas? ¿Por qué el Cabildo dio un giro tan brusco en su primitiva intención de dotar de un carril exclusivo de guaguas a la autovía TF5 como solución a los atascos?
Esta propuesta del carril guagua express, que hasta 2004 defendía el propio Cabildo, es sostenida en diversos foros por técnicos en materia de movilidad como la infraestructura más rápida de ejecutar y la más económica y práctica para solucionar los atascos de la TF5. Mediante una obra con paradas en todos los puntos que generan flujos de personas hacia la capital, y una política de precios competitiva, se presenta como la única manera posible y razonable de lograr algo parecido a la disminución de los atascos de vehículos particulares en distintas franjas horarias.
Frente a una inversión cercana al millón de euros por kilómetro de vía férrea, el carril de guaguas costaría menos de una cuarta parte, generaría menos expropiaciones y menos impacto paisajístico, al tiempo que crearía los mismos puestos de trabajo que el tren. Sin embargo, el Cabildo, en manos de Carlos Alonso, sigue empecinado en sacar adelante el proyecto ferroviario, cual faraón que prepara su pirámide funeraria.
Es por ésta, entre otras muchas razones, por la que nos deberíamos preguntar a diario para quién trabaja realmente la Administración Pública de Tenerife y de Canarias, en manos de políticos como los que han gobernado en los últimos treinta años…
Autor: Rafael González Martín (Geógrafo y Agente Medioambiental).