El martes volví a ver Braveheart. Reconozco que es una de esas películas que me emocionan y me inspiran. Soy un amante del cine épico y ésta es un bellísimo ejemplo junto con Gladiator de este tipo de cine. Evidentemente es un producto hollywoodiense donde el rigor histórico es algo secundario, ya que lo que interesa es entretener y divertir. No pretendo hacer una crítica cinematográfica porque no creo que sea el lugar, pero sí me gustaría mencionar que con esta película se produjo un revival del nacionalismo escocés al dar a conocer a toda una generación, de una forma novedosa, la historia de uno de sus héroes, despertando su interés. Supongo que habrá quién se esté preguntando hasta este momento que qué tiene que ver Braveheart con Canarias. La respuesta es simple: las artes, cualquiera de ellas, como forma de transmisión de los valores y de la cultura de un pueblo. Desgraciadamente, en Canarias los esfuerzos para llevar al cine o a la televisión la historia de Canarias han sido absolutamente insignificantes, aunque evidentemente hay que hacer mención a Armando Ravelo que, aparte de amigo, es un pionero a la hora de contar la historia de estas islas y de sus gentes. Por otro lado, también hay que reconocer que se nota en la sociedad canaria un mayor interés en conocer su pasado y creo que se nota hasta en la publicación de ensayos, cómics o novelas históricas básadas en la historia de estas islas y de sus gentes. Considero también que este renovado interés no se ha debido precisamente al apoyo de la Televisión Autonómica, ya que la ficción que se puede ver en la Televisión Canaria roza el esperpento. Evidentemente no quiero despreciar el talento artístico y técnico que existe en estas islas, pero el producto en sí es peor que pegarle a un padre. Me pregunto si esa es la televisión que nos merecemos…