Coalición Canaria ha perdido lo poco que le quedaba en Gran Canaria. Las legislaturas de dominio del Partido Popular han construido buena parte de la identidad grancanaria en base al antagonismo con Tenerife, representado políticamente en Coalición; de ahí que el nacionalismo canario, presente también evidentemente en la isla redonda, solo haya podido tener proyección política a través de una marca de origen grancanario como es Nueva Canarias, y que ha acabado asumiendo buena parte del electorado de CC.
A Coalición tampoco le importó mucho, al abandono absoluto de sus escasos referentes en Gran Canaria hay que sumarle hechos como el que María del Mar Julios fuera la elegida para sustituir a Zerolo en el Senado, abandonando así el barco cuando el agua ya llegaba al cogote. Cualquier observador imparcial diría hasta que el descalabro grancanario estaba planificado, o por lo menos que a más de uno le interesaba.
Esta realidad, a priori choca de frente con el proyecto regionalista de Coalición Canaria, el cual se desmorona en el mismo momento en que Gran Canaria desaparece del mapa. Pero frente a lo que cabría esperar, esta contradicción irresoluble no ha supuesto ni incomodidades, ni damnificados. Pura armonía.
La elección de Clavijo, y de Ana Oramas como tándem para Gobierno de Canarias y Congreso, refuerzan la idea de esa ATI representante de la burguesía tinerfeña, escorada a la derecha, de golpe de nudillos en la mesa para conservar el bastión de La Laguna, e irresistible al pacto ahora con el PP en Santa Cruz, y más adelante donde se pueda.
Una Coalición Canaria cómoda en el refuerzo de las ideas de isla, y el abandono del proyecto regionalista, que se mueve como cabozo en un charco cuando Luis Ibarra echa el enésimo llanto sobre la prioridad de Tenerife en la limosna estatal en lo que a Puertos se refiere. Frente a lo que en otro momento hubiera supuesto un golpe al ideario pancanarista de Coalición Canaria ahora mismo es un regalo divino, ya que la construcción de la nueva CC reducida a cinco-seis territorios insulares se refuerza en Tenerife con la reafirmación de sus logros frente a los del enemigo-vecino.
Avanzamos pues a un escenario sin una fuerza política con una implantación pareja en todos los territorios canarios, un caldo de cultivo perfecto para la práctica del ombliguismo insularista, que lejos de ser un ejercicio sano de proyección de las potencialidades de cada territorio, es la máxima representación del típico cainismo canario, cuyos resultados son especialmente dañinos con las islas no capitalinas, la periferia de la ultraperiferia.
En lo positivo, este escenario de repliegue de Coalición Canaria hacia sus posiciones iniciáticas, con las lealtades cada vez más reducidas y dependientes, y el abandono de su proyecto autonomista, hace que se generen condiciones para que el discurso territorial pancanarista sea abanderado por fuerzas de progreso, que sepan combinar con acierto lo que son las justas reivindicaciones de cada uno de nuestros territorios insulares con la idea de una Canarias unida y con futuro.