Lo confieso, soy un friki. Entre mis libros preferidos se encuentra la biblia. Esta obra, que más que un libro es una biblioteca, es más larga que un día sin pan. A veces, es tremendamente aburrida. No conozco a nadie que -sin haber estudiado teología- la haya leído en su totalidad (yo mismo, después de varios años, sigo en el intento). Por momentos resulta difícil de entender sin ayuda de notas o de bibliografía complementaria. Hay varias versiones (cánones) de la misma (66 libros para los protestantes, 76 para los católicos y hasta 80 para los ortodoxos). Su lectura es considerada por muchos católicos como sospechosa (para eso están el cura y la misa, lo demás son rollos protestantes). Si has estudiado en un colegio católico muchas veces sales ateo militante (no quieres verla ni en pintura). La iglesia católica se parece mucho a un club de ancianos machistas. Todas estas y muchas más son razones para no leer la biblia.
¿Y entonces lo mío es frikismo o masoquismo? Comprendo (y hasta comparto) buena parte de estas valoraciones. Pero sigo creyendo que la biblia es una obra fascinante. Tanto para creyentes, como para agnósticos o ateos.
Nuestra cultura tiene diferentes raíces. Una (la más olvidada y hasta despreciada) es la africana precolonial. Otra es la grecolatina. Y la tercera es la judeocristiana.
Y es esta tercera raíz la que resulta imposible de entender sin una obra como la biblia.
Pensemos, sin ir más lejos, en frases y expresiones que utilizamos todos los días, muchas veces sin saber de dónde provienen.
- «Mi sobrino juega al fútbol en el equipo de benjamines» (Génesis 35:18)
- «El profesor era más viejo que Matusalén» (Génesis 5:21 – 27)
- «Mi interpretación preferida de James Dean es la de «Al Este del Edén«, de Elia Kazan» (Génesis 2:8)
- «El otro día estuvo diluviando en Tejeda» (Génesis 6:1 – 9:29)
- «Todavía recuerdo la burrada que me dijo aquel tipo: el onanismo te dejará ciego» (Génesis 38: 7 – 10)
Este ejercicio de buscar frases, palabras y expresiones de uso corriente de origen bíblico podría continuar hasta completar un inventario de cientos de ellas (los cinco ejemplos que pongo son de un solo libro de los 66 que tiene la versión más corta). Tanto si hablamos de deporte, como de cine, como de sexo, estamos utilizando todos los días expresiones de origen bíblico quizá sin saberlo.
Como este breve texto no tiene intenciones ni académicas ni de exhaustividad, mencionaré únicamente, para ir terminando, que en nuestra cultura hay muchos chistes donde aparece la figura de Jesus Cristo. Esto es algo difícilmente imaginable en culturas anglosajonas donde se considera, como mínimo, de mal gusto. Nuevamente vemos como incluso para reírnos hacemos referencia a esta obra fundamental.
¿Vale entonces la pena leer la Biblia? Vale la pena y mucho. Lo que no quiere decir que no pueda resultar arduo y hasta tedioso, a veces. Para ayudarse, nada mejor que contar con una edición que cuente con buenas notas a pie de página combinándolo con una obra de referencia que nos sirva para contextualizar la lectura.
En mi caso, la Biblia Latinoamericana en letra grande me ha sido de gran ayuda: me ha permitido acercarme a los textos bíblicos en una variante lingüística parecido a la que tenemos en Canarias y con unas notas a pie de página de gran utilidad para contextualizar lo que estoy leyendo en cada momento. Como complemento a esta edición imprescindible, estoy utilizando últimamente La historia de la biblia, de Karen Armstrong. Aunque apenas lo estoy empezando, el libro promete hacer aún más interesante y provechosa la lectura.
Bueno, si has llegado hasta aquí, habré logrado compartir contigo lo que algunos de mis amigos llaman (espero que en broma) mi lado oscuro… Lo cual me recuerda que otra de mis pasiones es la saga de la Guerra de las Galaxias. Pero de eso, si te parece, hablamos otro día.