Abril de 2014. El paseo marítimo de Tesalónica se ensancha al llegar a la torre blanca. A lo lejos se intuye ya el impresionante monumento a Alejandro Magno. Poco antes de llegar, decidimos asocarnos un rato bajo los árboles de una plazuela en la que un grupo de jóvenes alega de sus cosas. Al pasar por delante, los pibes se callan, nos siguen con la mirada. Claramente somos extranjeros. Enseguida reanudan la conversación, y ya a mis espaldas reconozco de lo que dicen en griego dos palabras: «Las Palmas». Habían reconocido la camiseta de la UD que llevaba puesta ese día.
El fútbol hoy puede ser un potente instrumento que dinamice una ciudad, una isla, incluso todo un país, y la UD Las Palmas lo tiene ahora a su alcance tras su ascenso a primera división. Todos hemos oído hablar ya de la promoción para Gran Canaria, del incremento de actividad que esperan los comercios con los partidos, del aumento de visitas a la capital… Muchos esperan hacer negocio. Pero la proyección que genera el fútbol va mucho más allá. Un equipo puede terminar plenamente asociado a toda una comunidad y puede modelar en buena medida la imagen de un pueblo.
Y esta es una faceta que hay que plantear ante el regreso de la UD al escaparate de primera. Habrá que elegir entre ser un equipo de bulto, al estilo de los que hay sin estilo ni personalidad propios, indistinguibles entre sí, o o armar un proyecto con identidad propia, plenamente identificable, netamente canario. Igual que el Athletic de Bilbao evoca de inmediato un posicionamiento determinado; igual que el FC Barcelona es una de las patas que sostiene un proyecto de país, la UD Las Palmas debe servir también para proyectar a Canarias hacia el mundo. Debe ser un equipo claramente reconocible, y reconocible además como canario en su planteamiento técnico de juego, en su política de cantera, pero también en su empleo de nuestros símbolos o en la plena asunción de las señas de identidad propias. Sólo así desarrollará la UD Las Palmas todo su potencial como embajadora de Canarias, para que tambien con ella se nos conozca y reconozca incluso hasta en Tesalónica.