El barranco de Silva, en Telde, tiene una gran riqueza patrimonial. Su topónimo viene del portugués Diego de Silva que, según una tradición recogida por Marín y Cubas, avanzó desde Gando hacia Telde y le fue puesto como límite este barranco por parte del Guanarteme. Cuenta con valiosos yacimientos como el poblado de El Calasio, el poblado del Jerez con su almogarén, la necrópolis de la montaña de Las Huesas y, ya en la costa, con el complejo de Tufia, además de otras estaciones asociadas. Desde el punto de vista natural, destacan comunidades de tabaiba amarga (Euphorbia balsamífera), cardones (Euphorbia canariensis) y otras especies como la salvia canaria (Salvia canariensis), verode (Senecio Kleinia) y la alóctona tunera (Opuntia ssp).
Esta riqueza se ve empañada, más bien ensuciada, por la presencia de vertederos generalizados por el cauce. En la parte alta del poblado de El Calasio hay uno que lo amenaza, aguas abajo nos encontramos con varios acopios de escombros y tierras, con la presencia de rellenos de gran entidad junto al puente que une Telde con Ingenio. Pasado este histórico puente el cauce aparece lleno de escombros y residuos que, en algunos casos, han sido arrastrados por las avenidas de agua. Todo esto aparte de dar una imagen pésima de una zona de tan importantes valores afecta gravemente los equilibrios naturales del barranco y pone en riesgo, de forma evidente en el caso de El Calasio, la integridad de los yacimientos.
La necesaria puesta en valor de nuestro patrimonio cultural, tanto para el conocimiento de la población canaria como de las personas que visitan esta tierra, se hace más que necesaria, urgente, así como la necesaria ordenación de los múltiples vertederos ilegales o alegales que existen en nuestra geografía como en el barranco de Silva.