
Los niños se agolpan delante del puesto de artesanía. Unos quieren una flauta, otros un pito y los más intrépidos una escopeta. «¿Para qué sirve eso, señor?», pregunta uno de ellos. «Es una escopeta. Metes por aquí la pieza y apretas aquí», responde el hombre, a la vez que la pequeña ballesta sale disparada. Tres generaciones unidas por un juguete. El artesano lo construía en su infancia y ahora forma parte de su oficio, el padre del niño recuerda algún juguete similar y para el niño es auténtica ciencia ficción. El joven está acostumbrado a las máquinas, a los ordenadores, a los teléfonos inteligentes. Eso es lo normal, lo habitual. Lo extraño son las piezas autoconstruidas, las piezas de una guerra simulada entre coleguillas que no levantan dos palmos del suelo.
Yeray Rodríguez, en el escenario, menciona a esas personas que han hecho posible un pueblo como Caideros. Pastores, queseras, agricultoras… Manos de mujeres y hombres que hacen más por las tradiciones que muchas consejerías de patrimonio de supuestos gobiernos nacionalistas. Delante del escenario cuatro niñas vestidas con traje típico bailan los puntos cubanos. «El punto cubano no se suele bailar, pero hoy tenemos cuerpo de baile en Plaza de San José de Caideros». El público que puebla la Plaza resiste un intenso sol, pero da igual, quieren ver y oír al genial verseador.
El niño de la escopeta, las niñas de la Plaza, el público, las personas que mantienen las tradiciones, los artistas comprometidos… todos ellos forman parte de la Canarias de hoy, son reflejo de una parte de la Canarias de ayer y nos hacen mirar con optimismo la Canarias de mañana. Porque el optimismo es un acto claramente subjetivo. Si queremos mirar lo malo, solo tenemos que salir a la calle y preocuparnos por los demás, abrir los periódicos y ponerse en la piel del que sufre. Las dos Canarias existen, la Canarias desvalida, pobre y desempleada, y la Canarias del optimismo, que se encuentra con las tradiciones, de la multiculturalidad y la rebeldía. La Canarias que hace un gran sancocho popular y lo comparte y la que tira las bandejas fuera de los contenedores de basura. Quedarse con una de las dos es obviar la otra, pero la Canarias del siglo XXI son ambas, indivisibles. Sin embargo, en Tamaimos queremos mirar a Canarias desde el prisma positivo, basta de flagelos y luchas entre nosotros.
Para ver los detalles positivos solo hace falta tener voluntad. El 30 de mayo no es el día perfecto, pero mientras se siga celebrando seguiremos recordando, al menos un día al año, que somos pueblo. Más allá de frases chistosas, de chascarrillos estúpidos que imitan identidad, de tópicos climáticos y pretensiones paradisíacas, hay un pueblo que se reconoce, orgulloso, aunque sea en la etapa preconsciente, que hablaba Manuel Alemán. Luego se podrán olvidar y volver a la rutina diaria, a vivir pendiente de lo que pasa a 2.000 kilómetros. Pero otros, que se creen a la vanguardia, intentan conseguir modelos de cambio a espaldas de todas estas personas que no les importa que en 1481 Guanarteme firmó un pacto en Calatayud y en 1982 se puso en marcha un Estatuto de Autonomía muy limitado. Para reconciliar todas las contradicciones, primero tenemos que admitirlas y explicarlas sin revanchismo, sino con pedagogía. Aceptar que vivimos en el «país incomprensible» que canta Yeray Rodríguez, es el primer paso para forjar uno mejor.